s e s e n t a y c i n c o

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samuel cree que este no puede ser un momento más lamentable, siente una mirada seria y penetrante sobre él, sumándole la pesada bolsa que su amigo le dejó encargada, es casi como si todo se le viniera encima, le es imposible imaginarse en una situación peor.

quiere hablar, quiere moverse de donde está, quiere sentirse menos incómodo, pero teme que al hacer cualquier movimiento la mirada de rubén le termine de atravesar la cara y que pierda la cabeza, esta vez de una forma diferente y para nada romántica.

nuevamente, su rubio bonito lo citó y esta vez sí llegó al lugar, afortunadamente. a pesar de que lo dejó pensando por casi cuarenta y ocho horas, samuel saltó de emoción cuando llegó lo que él creyó que era su segunda oportunidad, o su tercera, o cuarta, sólo dios sabe.

su mirada parece ablandarse apenas un poco y la sustituye una cara de "¿entonces?", como si estuviese esperando algo, algo que samuel no tiene ni idea de qué es. muchas veces a las personas se les olvida que él no es adivino y que tampoco puede leer mentes.

—mmh —carraspea el de cabellos oscuros —, ¿qué necesitas?

—¿estabas ocupado? ¿tienes prisa? —tarda en contestar.

—no, no, no, para nada —niega rápidamente.

le diría que para él tiene todo el tiempo del mundo, pero piensa que ya tiene bastante con las molestias que le ha ocasionado. para cualquiera eso sería un halago, pero rubén no es cualquiera.

el rubio vuelve a quedarse en silencio y de verdad que samuel no sabe qué más decir o hacer, realmente no tiene idea si él es el que tiene que hablar. ¿qué se supone que es todo esto? ¿será este un buen momento para pedir perdón?

—oye...

—no, yo te cité aquí, yo voy a hablar.

el pelinegro cierra la boca de inmediato, rogando porque su cabeza no empiece a darle ideas hipotéticas de lo que podría llegar a pasar, pero a lo mejor ya es un poco tarde.

aunque rubén dijo lo que dijo, nuevamente se ha quedado callado, dejando otra vez confundido al chico que tiene en frente.
dios, cada día lo entiende menos y le gusta más.

—escúchame, por favor —al no ser interrumpido, samuel continúa —; sé que eres tú quien tiene que decirme algo y por eso me llamaste, pero no eres el único que quiere hacerlo así que déjame hablar... yo sólo quiero pedirte disculpas por lo que pasó el otro día, ya sabes, lo del beso.

el rubio al escucharlo se queda mucho más serio, tan sólo de recordarlo siente como si nuevamente lo estuviese viviendo y no es algo que en este momento le agrade sentir.
por lo menos se está disculpando y no diciendo alguna de esas cosas absurdas que suele decir.

es bueno que justo ahora tenga un poco de paciencia y así pueda soportar cualquier cosa que vaya a decir próximamente.

—perdón por eso —samuel sigue hablando —, por incomodarte, enojarte o cualquier sentimiento negativo que pude haberte causado. no sé qué me pasó, pero te juro que no volverá a pasar.

y rubén está seguro de eso.

—a mí no me gustan los besos en la boca.

—¿dónde te gustan, entonces?

si rubén había podido conseguir paciencia, nuevamente se le fue.

el pelinegro se golpea mentalmente, por eso. está mejor con la boca cerrada.

—no, no, perdón, perdón —trata de enmendar su error, aun sabiendo que ya es demasiado tarde.

rubén lo mira, los nervios le están carcomiendo y el chico no hace más que poner las cosas más incómodas, para él solamente.

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