11. Una noche

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Harvey

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Harvey


No me esperé que las cosas salieran tan bien. Quizá no tuvimos una cena romántica ni nada de eso, pero ¿a quién le importa? La tuve a solas (bueno, en el cine a oscuras, que es casi lo mismo). Para mí, para besarla a mi antojo, y también confieso que esa situación me encendió. ¿Cómo no? Si la tuve tan cerca, besando como un desesperado esos labios deliciosos, ¿qué podía hacer? ¿Cómo resistirme?

No quería faltarle al respeto ni forzar la situación, pero a veces sentía que no podría detenerme. Presionarla para hacerlo jamás sería una opción, ella tenía otra decisión más importante que tomar. ¿Que si la deseaba? Con todas mis fuerzas. Pero no soy Frederick Harper aka el macho empotrador. Soy el tipo que la cuidaba cuando tenía infección estomacal, y que solo avanzaría si ella así lo deseaba.

Al terminar la película la llevé de vuelta a su apartamento. El conserje me miró fijo, y no supe si fue porque me reconoció de la serie, o porque Jen no solía llevar visitas a casa. Si la vecina chismosa ya conocía a su novio, pues el conserje debía de saberlo también. ¿Eso significaba problemas? Tal vez.

Subimos hasta su apartamento, tan ordenado y pulcro como siempre. Jen se excusó un momento, y me quedé mirando los detalles de su sala. La otra vez que estuve ahí nos pasamos todo el rato en la cocina y no me fijé en algunas cosas. Como el cuadro de ella y el piloto.

No sé si lo echó a propósito, o si se cayó, pero considerando el orden me dije que tal vez la misma Jen lo puso de lado para no verlo. Sonreí sin querer al mirar a mi rival. Muy sonriente el tipo, tenía sujeta a Jen de la cintura como si quisiera decir "es mía y de nadie más". Si supiera lo que estuvimos haciendo, y lo que le quería hacer, esa sonrisa se le borraría del rostro.

En la imagen, Jen también sonreía. Llevaba otro peinado, así que esa foto debía de ser antigua, de otros tiempos más felices. Cuando escuché que la puerta del baño se abrió y que ella se acercaba, dejé el cuadro en su sitio y me giré a verla.

—Y bien, ¿qué quieres para tomar? Creo que hay algo de vino, whiskey, vodka. ¿Qué se te antoja? —palabras de doble filo, sonreí de lado. Valía la pena probar.

—¿Qué clase de pregunta es esa, Jen? —le dije y me acerqué a ella, mirándola a los ojos. La tomé de la cintura y la pegué despacio a mi cuerpo. Sonrió con picardía, incluso posó las manos en mi pecho—. Te quiero a ti —dije con voz suave.

Se quedó quieta mirándome a los ojos, fue ella misma quien buscó mis labios y ambos nos entregamos a un beso delicioso. Una de mis manos se deslizó por su espalda, la apreté contra mi cuerpo mientras ella envolvía sus brazos en mi cuello. Apenas nos separamos unos segundos, pero no podía dejar de besarla. Cielos, la necesitaba tanto. No podía detenerme, solo quería más y más.

—Tus labios son un vicio —le susurré, y volví al ataque. No me controlaba, nuestras lenguas se juntaban, nuestros labios estaban ansiosos uno del otro, se me iba la vida en su boca.

Un díaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora