30. Un nuevo y mal día

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Harvey

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Harvey


Apenas pude dormir, en realidad, no quise hacerlo. Lo único que deseaba era pasar toda la noche con ella, velando su sueño. Yo sé que a estas alturas, y con el panorama más claro, es obvio que eso no fue culpa mía. Pero lo único que hice media noche fue pensar que Jen estaba en esa situación porque yo irrumpí en su vida, porque Fred no quería que se hiciera público lo nuestro. Y claro, porque no insistí para que fuera al aeropuerto conmigo. De ser así, jamás se hubiera cruzado ni con Liam, ni con Fred. "Todo esto es mi culpa", me dije varias veces esa noche mientras ella se aferraba a mí en sueños.

Al menos Jen sí pudo dormir, eso gracias a las relajantes. Y aunque sabía que tenía que conversar con mamá y Alba, mi chica no quería que la soltara para nada. Ya habría tiempo de eso, supuse. Aunque no nos quedaría mucho, tenía un compromiso esa mañana que no podía cancelar por nada del mundo. Dios, tenía tantos asuntos de los que encargarme que ni sabía por donde empezar. Lo único que tenía claro era que en la lista de pendientes estaba partirle la cara a Liam, y poner en su sitio a Fred si me lo cruzaba.

Ah, y tenía a mi madre recién llegada. Lady Miller se mantuvo a una distancia prudente. Se presentó con Jen, quien más que alegre por conocerla parecía avergonzada de que fuera en esas circunstancias. Mam lo entendió, y fue amable con todos, nos ayudó pidiendo algo de comer para Alba y para mí, pues Jennifer no quiso nada. Cuando Jen iba a quedarse dormida, mam insistió en que le pidiera un taxi, dijo que ella podía cuidarse. Eso no lo dudaba, pero también me daba pena enviar a mamá a dormir sola su primera noche en Los Ángeles.

Con ella ya en casa, según me confirmó, lleve a Jen a la cama y me acosté a su lado para darle calma. Poco a poco se fue durmiendo, y yo no quise alejarme. Tal vez fue la culpa, o solo mis deseos de protegerla, de no dejarla ni un instante como si a esas alturas pudiera salvarla. No me di cuenta en qué momento cerré los ojos y me quedé dormido, fue la alarma lo que me despertó. Y Jen también se incorporó al verme pararme con rapidez.

—Harvey...

—Perdóname —me quedé a medio vestir solo para acercarme a la cama y darle un beso—. No quiero dejarte, no así. Pero esto también es importante.

—Claro que lo es, no te iba a reclamar nada.

—¿Entonces...?

—Solo quería darte las gracias por... Por esto. Por quedarte conmigo.

—No tienes que agradecer nada, amor. Es lo que tengo que hacer.

—No es cierto. No tienes ningún deber conmigo, no tienes...

—Shhh... —Puse un dedo sobre sus labios, ella me miró fijo. Sus ojos parecían humedecerse, y yo no soportaría verla llorar otra vez—. No eres un deber, eres la persona con la que quiero estar. No me agradezcas, porque no es un favor. Te amo, no voy a dejarte sola justo ahora. Vamos a arreglar todo, y verás que saldrá bien. Volveré tan pronto como pueda.

Un díaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora