39. Las maletas

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Harvey

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Harvey


No eran días sencillos. De hecho, hasta ese momento, los más complicados y tortuosos de mi vida adulta. Ni siquiera tenía idea de si la situación iba a mejorar, porque no lograba ver nada bueno en el futuro.

Me sentía culpable, no pude evitarlo. Debí sospechar que el miserable de Fred podría contraatacar y hacerle daño, ya había intentado matarla después de todo. Y yo no estuve para ella cuando me necesitó, no dejaba de preguntarme si las cosas hubieran sido distintas si en lugar de escribir hubiera salido temprano a casa de Eva Larsen.

Era tarde para lamentarse por eso, pero seguía siendo solo uno de mis problemas. El otro, el que me tenía angustiado casi todo el tiempo, tenía que ver con mi hija. Y con Ale, por supuesto.

Cuando Alexandra se enteró de lo que Fred le hizo a Jen, se preocupó y me pidió que intentara pasarle una llamada para que pudieran hablar. Eso fue solo una vez, luego no volvió a llamarme. Y créeme, sé que Ale puede ser muy insistente.

No, la siguiente persona en contactarme fue Ariana para decirme que su hermana estaba internada en una clínica. En un inicio pensé que tal vez la noticia de lo de Jen le sentó muy mal, pero pronto Ariana me contó la verdad: Se trataba de problemas cardiacos. Y no cualquier cosa, ella tenía una enfermedad coronaria. Para ser específico, cardiopatía isquémica.

Cuando acompañé a Ale a sus consultas con la doctora Carter, y me hablaron de que el embarazo era de alto riesgo, mencionaron algo sobre algunas arritmias cardiacas y palpitaciones que complicaban el embarazo, y la salud de Ale. Lo que Ariana me dijo fue la verdad que la madre de mi hija quiso ocultar, supongo que por temor a una filtración o solo por no preocuparme.

Tampoco te voy a decir que supe de inmediato las dimensiones reales del asunto. Ariana me lo explicó de forma concisa y, aprovechando que estaba en un hospital esperando que Jennifer despertara luego de su intervención, decidí averiguar más por mi cuenta. Y la respuesta me dejó intranquilo.

La enfermedad que tenía era hereditaria. Su padre murió hacía unos años por eso, y su abuela también. En resumen, esta enfermedad causa que se reduzca el flujo sanguíneo que debe llegar al corazón. Y como el corazón no recibe todo el oxígeno y nutrientes que necesita, puede provocar cosas terribles como insuficiencia cardiaca y la muerte.

Como ya te imaginas, estar embarazada y tener esa enfermedad es un riesgo muy grande, porque implica una demanda extra al corazón, que de por sí ya tiene problemas. Si el corazón trabaja más duro, llegan las complicaciones. Y Ale supo de esto desde que se enteró del embarazo. De hecho, dentro de todo lo que Ariana soltó -en lo que supongo fue un arranque de desesperación- me dijo que la mismísima doctora Carter sugirió interrumpir el embarazo porque su vida corría peligro.

Para ese momento Ale tenía veinticuatro semanas de gestación. O seis meses, por si no hablas idioma "embarazada". Ya no podía ni quería interrumpir nada, y ella misma decidió tener a nuestra bebé aun conociendo los riesgos.

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