28. Llegadas inesperadas

89 20 25
                                    

Jen

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Jen


Tal vez lo que voy a decir en este momento te parezca un milagro de nuestro señor Jesucristo, pero... Redoble de tambores... ¡Era un día genial en la oficina!

Yo sé que desde que empecé a contarte mis desgracias laborales debiste pensar que trabajar en turismo es estresante, y sí lo es, no lo vamos a negar. Pero tiene sus días geniales, como cuando sales a visitar clientes, te ríes un rato, luego regresas a la oficina y las ves a todas comiendo pizza porque aún no acaba el mes, y ya cumplieron sus metas de venta. ¡Y yo sé lo mucho que se esforzaban! Así que dije, ¿por qué no? A tomarse un rato con las chicas, a ver si este barco no se terminaba de hundir antes de que acabara el año. Con las amenazas de gerencia y Liza andando como carroñera detrás de mi área, era mejor disfrutar antes de la tragedia.

Mi buen humor tal vez se debía a que ya no tenía la regla, y que estaba medicada. Los días habían pasado, y no te lo niego, lloré mucho. A solas, o cuando se lo conté todo a Alba apenas llegué a casa ese día. Me alegré tanto de tenerla a mi lado, no hubiera soportado la angustia y la soledad. Y, además, la mejor parte fue que al fin di el paso.

Volví a terapia.

¡Sí! Lo sé, lo sé. Debí hacerlo hace mucho, pero siempre había algo que me obligaba a retroceder. Ahora sé que era miedo de enfrentar mis diagnósticos mentales. Me convencí de que con estar medicada sería suficiente, y en parte eso estaba bien, pero no bastaba. La misma Alba acudió a una profesional poco después de instalarse en casa, y me recomendó sus servicios.

Así estaban las cosas. No te digo que todo se solucionó con dos sesiones, pero al menos me sirvieron para desahogarme y entenderme un poco más. Lo iba a necesitar después de todo, Harvey y yo éramos conscientes de que se nos venía una tormenta de proporciones apocalípticas.

Así que, ¿por qué no ser feliz un rato al menos? La pizza se estaba acabando, y pronto tendría que volver a mi oficina, y todas a sus computadoras. Mientras daba el último bocado, noté que Noraly aún seguía mirando su pantalla, y aunque reía de nuestras estupideces, ella estaba muy concentrada en el trabajo.

—¡Ya deja eso! —le gritó Bruno—. Cinco minutos no más te pido, ¿es mucho?

—Ya casi, ya casi... —dijo ella por lo bajo—. Es que después se me acumulan los pendientes y quiero dejar limpia mi bandeja de entrada.

—¿Qué es ese asunto? ¿Necesitas ayuda? —pregunté yo. Solo entonces Noraly me miró directo, y me mostró una sonrisa extraña—. ¿Qué pasa?

—Es que es para su viaje con el novio, jefa.

—¿Mi qué...? —arqueé una ceja, y me acerqué más a ella. Cierto que le encargué a Noraly la cotización y reserva de las vacaciones de Harvey, ¡pero solo a él! Ya le había dejado bien claro que no podía ni iba a ir.

Un díaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora