6. Banderas rojas

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Harvey

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Harvey


Lo siento, pero no pude resistirme. No fui a su apartamento con la clara intención de besarla, te lo juro. Solo quería pasar un rato con ella, conversar, engreírla. Conquistarla. Pero una vez la tuve al frente no logré aguantar las ganas de besarla, y lo hice.

Durante la noche, cuando la dejé acostada y esperando que al amanecer se sintiera mejor, no logré conciliar el sueño del todo. No pude pegar los ojos por varias horas, así que decidí aprovechar la noche en vela para leer toda la información que ella envió sobre mis futuras vacaciones. Lo confieso, un vano intento de concentrarme en el viaje que se suponía iba a hacer, y no en las ganas que le tenía a mi nueva agente de viajes.

Sé que fue rápido, sé que apenas nos estábamos conociendo. No voy a inventar esa tontería de "siento que la conociera de toda la vida". No lograba entender lo que me pasaba con ella, pero desde el primer instante que la vi todo cambió. Es linda, del tipo de persona que te llama la atención cuando vas por la calle. Su cabello rojizo destaca, sus labios pequeños y rosados se ven suaves y provocadores. Hay algo que irradia de ella que te deja sin palabras. ¿Cómo no quedar deslumbrado?

Supongo que alguna vez te ha pasado, conoces a una persona maravillosa y no te la sacas de la cabeza por horas, suele suceder. Las ilusiones son cosa de un día y luego adiós, la magia se acaba con el tiempo. Al menos quise convencerme de eso, la lógica luchaba por ganarle a lo que sentía. ¿En serio quería intentarlo con ella? Estaba comprometida, tenía un mundo muy diferente del mío, yo no encajaba en su vida.

Puedes pensar, ¿y eso qué? Podía elegir lo divertido, seducirla, acostarnos un tiempo. ¿Y después? Quizá eso de los amigos con beneficios les funcione a algunos, pero a mí no. Créeme, ya lo he intentado. Por más que quisiera convencerme de que solo la buscaría para sexo, sabía que iba a terminar prendado. Mi futuro sería ser el idiota que se enamoró de quien no debía y acaba lastimado.

Lo intenté, juro que intenté dejar de pensar en ella. Hacer que ese asunto quedara como una anécdota, pero no pude. Peor aún, tenía sus llaves. Sus llaves, y un extraño impulso de cuidar de ella, de estar a su lado. La sentí tan frágil esa noche, solo me provocaba abrazarla y mimarla hasta que se sintiera mejor. No había explicación para lo que estaba pasando, aunque es algo estúpido tratar de ponerle lógica a los sentimientos. Aun así, me quedaba la amarga sensación de que quizá estaba perdiendo mi tiempo, que ella no iba a dejar a su prometido por una aventura conmigo.

Lo admito, tuve oportunidades de dejarla atrás. Y en todas esas ocasiones me faltó fuerza de voluntad para alejarme de ella. Así que, sin escuchar la voz de alerta roja en mi cabeza, esa mañana me fui directo a su apartamento. Y cuando la tuve tan cerca, tanto que pude sentir la suavidad de su piel, que podíamos respirar el mismo aire. Tan cerca que no pude ni quise detenerme. Ella también lo deseó tanto como yo, lo supo, lo sintió.

Un díaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora