41. Dos caminos

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Jen

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Jen


Todo estaba listo, y me costaba mirar alrededor sin sentirme extraña. Eran las primeras horas de la mañana, y esa noche partía a Melbourne en el vuelo 41 de Delta Airlines.

Era una suerte que ese apartamento fuera mío, no hubiera soportado perderlo. Y como tampoco quería que se deteriorara, acepté la propuesta de Alba: Ella rentaría el piso, junto a una amiga con la que compartirían los gastos.

En realidad, aunque Alba quería quedarse con su familia hasta que pasara el escándalo de Liam, el trabajo la retenía en Los Ángeles, lo que era una suerte. Después de las amenazas de ese desgraciado y todo lo que se dijo, de verdad pensamos que Alba no volvería a conseguir empleo. Y en parte era cierto.

Quiero decir, las propuestas que estaba recibiendo poco tenían que ver con el ámbito televisivo, pues todo indicaba que pronto Alba iba a incursionar en el teatro musical. Había recibido una oferta para una obra en Los Ángeles, pero, si las cosas iban bien, tendría que rentar otro piso en Nueva York.

Ella había empezado en teatro, justo como Harvey, su salto a la pantalla fue algo que tampoco esperó. Y, considerando todo el daño que le causó la industria, supuse que sería mejor para ella que siguiera por el camino teatral.

Y no lo niego, hablar con Alba de sus planes en el teatro me hacían pensar en él todo el tiempo. Sé que fue mi decisión, y fui consciente de que sufriría cuando pasara, pero no imaginé que dolería tanto. Todo se mezclaba. La incertidumbre por mi futuro, la vergüenza de mirarme en el espejo, el dolor de no tenerlo.

Por momentos me arrepentía de lo que hice y tenía el impulso de llamarlo para rogarle que regresara, pero de alguna forma logré ser fuerte. En parte tuvo que ver con la presencia de mamá en el apartamento. El día que rompimos, doña Eva regresó de hacer compras y me encontró llorando en el piso, abrazada a las flores. Cuando entre lágrimas le conté lo que pasó, ella se quedó a mi lado hasta que me calmé, y me hizo compañía.

Hubo un par de días de silencio y soledad, en los que apenas quería hablarle o salir de mi habitación, y mamá supo darme espacio. Pero la mayoría del tiempo era yo pensando si tal vez cometí un error al alejarlo de mí. Las pocas personas con las que hablé al respecto parecían confundidas por mi decisión, y si a ellos los cogí de sorpresa, tal vez para Harvey fue peor. Sabía que sí, que le rompí el corazón. Y eso me dolía tanto que no sabía si iba a soportar cargar con el peso de mis decisiones.

Pero ya no quedaba nada para irme, y la idea de poner distancia entre nosotros, enfrentarme a una nueva realidad y empezar un camino distinto; me hacía creer que todo podía mejorar. O no, ¿cómo saberlo?

Todos -incluyéndome- sabían que el camino a mi recuperación sería largo, pues tenía muchos sentimientos y traumas que enfrentar. No había empezado a recorrer ese camino, y todos mis intentos de pedir ayuda quedaron a medias. Ni siquiera iba a seguir viendo al psicólogo del hospital donde me operaron, así que no me hacía ilusiones. Si no podía aceptar que de verdad no iba a lograrlo sola, no llegaría muy lejos.

Un díaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora