✈️ Epílogo 🎬

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Era una linda tarde

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Era una linda tarde. Un clima templado, el sol no molestaba. Se acomodó el gorro y avanzó un poco, llevando el coche con la pequeña Brisa, quien ya se había adormecido.

A veces se sentía ridículo por tener que disimular quién era, pero prefería tomar sus precauciones, en especial cuando salía con Brisa. Durante ese paseo, algunas personas lo reconocieron, y solo unas cuantas le pidieron una foto. Un día afortunado, se podría decir.

Hacía un año muchos sabían quién era debido al escándalo, o porque era el padre de la hija de la famosa Alexandra. A la gente le gustaban las historias tristes, las tragedias. Harvey hasta creía que le habían perdonado las estupideces de las que lo acusó la condenada Mariana, incluso la mala fama que le creo Liam. Y todo porque vieron en él a un pobre padre soltero que se estaba enfrentando solo a la crianza de una recién nacida. En realidad no era tanto así, pero a la gente le gustaba el drama.

Oh, pero no era eso lo que lo había puesto en el foco, sino lo otro. Las fotos promocionales de la adaptación de "El invierno del mundo". El primer adelanto saldría pronto, pero ya todos sabían que él era uno de los personajes principales, y hubo tanta publicidad acerca de la nueva serie que la expectativa creció más de lo que imaginaron para una ficción histórica.

Y la serie que escribió para la BBC ya se había estrenado, con excelentes críticas además. Sin duda, fue un año duro y lleno de trabajo, pero todo daba sus frutos. ¿Estaba cumpliendo sus sueños? No, aún no. Pero casi...

Casi, sí. A esas alturas, el hombre se dijo que tenía que aceptar que la felicidad nunca era completa, menos un estado permanente y pleno. La felicidad era instantes, momentos. Sonrisas, palabras. Un balbuceo tal vez, o el intento de Brisa de hablar, o caminar. Su pequeña apretando su dedo, o su nariz. Brisa durmiendo en su pecho. Su mirada pura, llena del amor más bello e incondicional.

Era tan feliz con ella, y a veces pensaba que solo le bastaría eso, que no necesitaría a nadie más. Pero se engañaba, y eso también lo sabía.

La tristeza siempre llegaba, y sin previo anuncio. Así, de la nada, a tumbarlo y hundirlo en la miseria. A recordarle que nunca lo dejaría ser feliz de verdad, porque siempre lo atormentaría con sus sombras. Con errores del pasado, o simples fatalidades que nadie pudo evitar.

Por mucho tiempo, Harvey no logró sacarse de la cabeza los últimos instantes de Ale. La forma en que lo miró y le rogó que cuidara a su hija, cuando le dijo el nombre que quería darle. Hubiera sido una madre maravillosa, y era tan injusto que Brisa creciera sin ella, que estuviera destinada solo a ver sus fotos y saber que su mamá se fue sin conocerla. Que nunca escuchó los latidos del su corazón, o acarició sus manos, o vio su rostro. Porque luego supo que Alexandra quedó inconsciente y murió cuando Brisa estaba por salir de ella.

Esa fatalidad lo hundía, cierto. Pero había otros recuerdos que regresaban, y que Harvey se esforzaba por dejar atrás. Inútil, desde luego, ¿acaso no lo supo siempre? Ella estaba marcada en su piel, en el alma. Y el vacío de su ausencia era difícil de llenar.

Un díaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora