4. Muerte y resurrección

228 35 71
                                    

Harvey

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Harvey


Pasé apenas unos minutos sentado en la recepción, y no aguanté mucho de la impaciencia. De mis ganas de volver a verla. Poco después escuché el sonido del ascensor al abrirse y me giré, porque estaba seguro de que era ella. Me puse de pie para recibirla, y de inmediato una sonrisa se formó en mi rostro. Ni siquiera sabía por qué insistí tanto en verla, no debí estar ahí, en su lugar de trabajo.

No pude evitarlo. Desde que nos despedimos esa tarde no dejé de pensarla ni un solo segundo. Tenía cosas que hacer, intenté mantenerme ocupado para sacarla de mi cabeza, pero me fue imposible. Su sonrisa, sus gestos, su rostro, su voz. Todo lo que tenía que ver con Jen ocupaba mi mente por completo. Sí, sabía que estaba comprometida, pero aun así tuve claro que no podía dejarla ir. Que conste en acta que lo intenté.

Ella caminó hacia mí con elegancia, sabía que no lo hacía a propósito, pero su andar me fascinaba. Como deseé estrecharla entre mis brazos. Bueno, a veces vale la pena soñar. En serio, vale la pena hacerlo, porque de pronto Jen resbaló. Reaccioné rápido y la sostuve. Era lo más cerca que habíamos estado en todo el día. Supongo que después de lo que pasó, eso se añadía a la lista de situaciones embarazosas y divertidas que rodeaban nuestro primer día de conocernos. Y lo estaba disfrutando como nunca.

—Deberías tener más cuidado de vez en cuando —le dije despacio, e intentando que pareciera una broma. Pero ella seguía con la cabeza gacha. Oh, no, ¿estaba tan avergonzada acaso? —. Jen... ¿Estás bien? —Y de pronto levantó el rostro, tenía los ojos rojos, mostraba un gesto de dolor que me preocupó. Se llevó una mano a la altura del estómago y empezó a temblar. Le flaquearon las piernas y estuvo a punto de caer otra vez—. Tranquila... —murmuré, fue lo primero que salió de mi boca. ¡Oh claro! ¿Tranquila? ¡Si ni yo podía guardar la calma! ¿Estaba enferma? ¿Qué le pasaba a mi Jen? ¡Tenía que ayudarla! ¡Que socorrerla de inmediato! Casi sin pensarlo la levanté entre mis brazos y la tendí en el sofá de la zona de entrada. Solo entonces llamé la atención de la recepcionista.

—¡Jen! ¿Estás bien? ¿Qué te pasa? —exclamó con preocupación, y salió de su puesto para acercarse. Jen respiraba despacio, intentando controlarse. ¿Conteniendo qué? Los gemidos de dolor quizá, las lágrimas también.

—Llama a una ambulancia —le pedí a la recepcionista, y esta volvió de inmediato a su puesto para tomar el teléfono.

—¡No! —exclamó Jennifer de pronto—. No quiero una ambulancia. —Pero antes de que pudiera agregar algo más, un nuevo cólico la hizo retorcerse de dolor.

Me preocupé en serio, eso no podía ser verdad. Mi Jen estaba en peligro. ¿Y si era apendicitis? Esa cosa puede matar a alguien, o al menos eso decía mi madre. ¿O quizá una menstruación muy dolorosa? Era posible. Y antes que te lo preguntes, sí, señorita. A algunos hombres también nos preocupa cuando el dolor de la regla le arruina el día a nuestra chica. Aunque ella no lo era en ese momento.

Un díaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora