17. Cartas sobre la mesa

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Jen

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Jen


De todas las desgracias que esperé que Mariana me hiciera esa noche, sin dudas la llegada "sorpresa" de Fred fue la peor. Solo a una mente malvada se le pudo ocurrir poner en una misma mesa a mi prometido y a Harvey, en especial porque sabía lo de nosotros. Y sí, seguíamos en sus garras.

Apenas me estaba recuperando del repentino baile en el evento, cuando sentí que me cogían de la cintura. Ni siquiera tuve tiempo de reaccionar, y ya alguien me estaba besando. Pronto lo supe. Esa forma de besarme, ese perfume, la ropa. Fred. "Maldita sea", me dije mientras él seguía devorando mi boca, y yo intentaba pensar en como separarme sin ser violenta. Por supuesto que estaba en pánico, ¡Fred me besaba delante de Harvey! ¡Eso no podía estar pasando!

La única manera que encontré de detener eso sin ser tan evidente fue no corresponder el beso. Que él mismo lo notara, que se diera cuenta de mi rechazo. En ese momento, por mi mente pasaban cientos de cosas a la vez, y todas me hacían sentir al borde del colapso. Una parte de mí sintió una rabia incontrolable, culpa de la condenada Mariana. Ese fue su plan todo el tiempo, ¿no? Ponerme en una situación tensa con Fred y Harvey presentes, generar una discusión, o algo peor.

Dentro de todas las cosas que pasaban por mi mente mientras Fred me besaba, no pude evitar pensar en lo que estaba sintiendo justo en ese momento. Y la respuesta fue "Nada". Ya no sentí nada.

A pesar de la preocupación por la presencia de Harvey, no pude evitar experimentar una súbita tristeza también. Tanto que lo amé, que esperé con ansias su llegada. Las veces que me lancé a sus brazos y me sentí en la gloria cuando nuestros labios se encontraban. Todo y tanto cariño que nos tuvimos, ¿y en serio acababa de esa manera? ¿Acaso él me seguía queriendo? ¿No se daba cuenta de que no era lo mismo?

Tal vez no. Tal vez tenía que ser más directa. Porque apenas él se separó de mí, nuestros rostros se quedaron muy cerca. Fred me miraba fijo, con un brillo de felicidad en sus ojos. Retrocedí un poco, y él no lo permitió, llevando una mano a mi mejilla y acariciándola con ternura. Me estaba destruyendo por dentro, hasta quería llorar. ¡Me sentía tan culpable! ¿Qué iba a hacer? ¿Ser fría y distante? ¿Hacerle un desplante delante de todos? Mierda, mierda. No.

Si al menos Harvey no hubiera estado ahí, tendría la oportunidad de fingir alegría para luego arreglar nuestros asuntos en privado. ¿Y cómo hacer eso? ¿Tratar a Fred como si nada, cuando literalmente no había pasado ni media hora desde que cogí con otro? ¿En qué clase de basura hipócrita me estaba convirtiendo?

En ese momento no entendía si Fred no se daba cuenta de mi turbación, o si decidió ignorarla. Me sonrió, tomó mis manos y las besó con cariño. Eso solo conseguía desesperarme más. ¿Qué iba a hacer? Con el prometido por quien ya no sentía nada demostrándome afecto, y con el hombre que había cambiado mi vida al frente. No quería herirlos, ¡solo tenía tantos deseos de llorar y salir corriendo! No podía estar ahí, lo único que deseaba era evaporarme.

Un díaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora