34. Molestia

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Jen

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Jen


Cuando terminé de llorar, volví a mi oficina con la frente en alto. Aunque las chicas y Bruno notaron lo que estuve haciendo, no dijeron nada. Después de todo, desde que empezó el escándalo, no era la primera vez que lloraba a escondidas en la oficina.

Una vez a solas en mi escritorio, medité lo que iba a hacer. No quería enfrentarlos, ni llamarlos para contarles que acababan de despedirme. No me sentía bien, y tampoco quería que me vieran destruida, llorando como una nena por el trabajo. Así que, de la forma más inmadura que te puedes imaginar, decidí guardármelo hasta que pudiera hablar del tema sin llorar.

Le envié un correo a Brooklynn derivándole mis pendientes. Luego mandé otro para todos diciendo que estaría ausente, y nada más. A la hora de mi salida, me despedí como si fuera cualquier día, y bajé por el ascensor sola y en silencio. Mientras descendía, vi en mi celular un mensaje de Harvey, avisando que acababa de llegar. Eso me invitó a apresurar el paso, a salir casi corriendo del edificio.

Apenas quería pensar que no volvería más. Ya tenía mi liquidación, solo quedaba esperar el pago. Me sentía rechazada, inútil. Una persona que no importaba, alguien más en el sistema. Y de verdad, estaba casi corriendo cuando llegué a la puerta, y vi a Harvey bajando del auto. Él apenas me vio, y yo ya me había arrojado a sus brazos a llorar. Harvey no dijo nada unos segundos, luego me apretó con fuerza contra su pecho.

Me permití sentirme en calma un momento, saber que él estaba conmigo y me consolaba. Pero entonces abrí los ojos, fue apenas un instante. Y vi que alguien que salió del edificio, con una mueca de burla en el rostro, nos tomó una foto con el celular y se dio la vuelta. Por supuesto que nos reconoció, y Harvey también lo notó. Cuando lo miré, tenía el ceño fruncido, y podría jurar que estaba furioso. Me apartó despacio de él, mientras seguía quieta.

—Espera un momento...

—No, no —lo tomé de la mano, supe lo que quería hacer y no iba a permitirlo—. No me dejes, quédate conmigo. Solo sácame de aquí, ¿si?

—Ese imbécil —dijo, conteniendo la furia—. No tiene ningún derecho a meterse contigo, y menos a tomarte fotos para burlarse. Puedo arreglarlo...

—Amor, solo sácame de aquí, ¿si? No aguanto más.

Su debate interno duró apenas unos segundos. Luego volvió la mirada hacia mí, y me secó las lágrimas despacio. Me dio un beso en la frente, y me llevó de la mano hasta el auto.

Había más curiosos rondando, y él solo respondió con un gesto amenazante y molesto. Nunca lo había visto así, no desde que empezó todo el escándalo. Supuse que, al igual que a mí, él tampoco daba más.

Una vez en el auto, pude sentirme tranquila para llorar otra vez. Cubriéndome el rostro, entre balbuceos y llanto, le dije que me despidieron. En retrospectiva, sé que no era el fin del mundo. Solo un trabajo, y yo era una profesional destacada en el medio. Pero con tantos problemas, el asunto me afectó más de lo que debía.

Un díaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora