5/10/ y 20

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Quisiera volver a los 5 años, cuando me amaban sin tenerme lástima.

Cuando pensaban que todo lo que hacía era genial, que me convertiría en un ser humano que los sacaría de la pobreza. Momentos en los cuales me escuchaban con atención, que cada paso que daba era de suma importancia y que mis fallos no eran más que otra oportunidad para estar conmigo.

Quisiera volver a los 10, cuando mi padre llegaba con posters de mis bandas favoritas y los pegábamos juntos en la pared. Esos años en los que no me miraba como si supiera que mi futuro no sería un desastre.

Tiempos en los que mi madre me cuidaba sin esperar un sacrificio mío a cambio.

En los que mi hermana mayor me abrazaba con la excusa más tonta.

Y en la que mi hermano peleaba conmigo para llamar mi atención mientras mis padres peleaban.

Quisiera volver a los 15 años, cuando todo parecía buena idea, todo era divertido y emocionante. Días en los que era feliz porque veía un mundo entero para mi sola.

Año en el que me vestía con un millón de colores, creía en el amor eterno, las buenas intenciones, las canciones hippies que me hacían recostarme en el pasto y creer que había algo más que sólo trabajar y morir.

Tocar los primeros acordes en guitarra.

Encontrar mi álbum favorito.

Caminar por toda la ciudad hasta que mis pies quemaran.

Sentir la necesidad de seguir intentándolo, de que estaba allí por una razón, que si cometía una estupidez a mi familia le importaría.

Quisiera volver a los años en los que quería estar viva.

Volver a cuando la vida no me parecía algo con lo que estaba obligada a seguir.

A cuando me sentía yo, ¿en qué momento dejé de hacer todo lo que me gusta? ¿en qué momento sentí la necesidad de esconderme de todo? ¿por qué ya no soy la persona aventurera que creía que sería por siempre?

Mi yo de 5 años no entiende por qué no tenemos tantos amigos como soñamos.

Ni tampoco entiende la razón por la que sentimos que mamá y papá no nos quieren.

¿Por qué ya no preguntan cómo nos sentimos?

¿Por qué no nos dan regalos?

¿Por qué un abrazo se siente como espinas atravesando nuestra carne?

¿Por qué ese hombre nos tocó de esa manera? 

¿Por qué lloramos a escondidas de mamá, si antes todo lo que hacíamos era pedirle ayuda cuando algo nos dolía?

Mi yo de 15 me mira desde el rincón de la habitación, siempre tiembla porque tiene frio. No ha recibido el calor de un cariño hace años, observa como todo lo que imaginamos nunca se cumplió, como nuestra vida sólo se ha vuelto algo que nos avergüenza.

¿Qué pasó con nuestros planes?

¿Qué pasó con las aventuras?

¿Qué pasó con las ganas de vivir y las veces en que reíamos hasta sentir las costillas doler?

¿Qué pasó con la promesa de convertirnos en la persona que admirábamos de pequeñas?

¿Qué pasó con la fortaleza que teníamos?

Le digo ahora a mis 20, que a pesar de que las cosas mejoraron un poco, el dolor no se va.

Nos cuesta hallar la forma de consolarnos, no tenemos a nadie, sólo a nuestros dedos presionando unas teclas con el fin de sentir que nos sacamos del pecho la agonía.

Y mientras tengamos una pantalla, un lápiz o un minuto para escribir, estaremos bien.

Una hoja en blanco es todo lo que necesitamos.

Estaremos bien ¿cierto?

Debemos estarlo, no podemos dejar ir a la niña de 5 años que quiere hacer amigos, ni a la chica de 15 que quiere conocer el mundo.

No podemos defraudarlas.

Y yo no te puedo dejar ganar.

Sólo tienes que darme un respiro. 

Por favor déjanos respirar.

Hazlo por la niña de 5 años.



Mujer HuracánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora