Capítulo 2.

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Punto de vista de Luisita Gómez.

—Amelia Ledesma. El placer es todo mío -su sonrisa ha crecido -Tu cara me resulta familiar. ¿Nos conocemos?

Nuestras manos seguían en contacto. No podía apartar la mirada de sus ojos. Tan verde.

Hipnotizante.

Su voz estaba cargada de un tono ronco, pero delicado.

Sentí que se me secaba la garganta y rápidamente traté de tragar más saliva en un intento fallido de aliviar la sensación de ardor.

¿Qué pasa, Luisita? Concéntrate y responde a la pregunta de la mujer.

-Creo que es la primera vez, pero tal vez nos encontramos en la calle o algo así. Nueva York es una locura, ¿no? -respondí, rompiendo el contacto entre nuestras manos.

La mujer que estaba frente a mí dejó escapar una risa baja y sonriente, que hizo que sus ojos se cerraran un poco y, como si recordara algo, dijo:

-Es muy probable que eso haya sucedido.

Devoción observó la escena con atención y, al darse cuenta del silencio que se estaba formando en la sala, decidió hablar.

-Así que hija, le estaba enseñando a Luisita tus últimos modelos. Todavía no hemos tomado una decisión. ¿Quieres ayudarnos?

-¿Es diseñadora? -pregunté interesada, sin dejar que respondiera a la pregunta de su madre.

-Sí, todos los modelos de la tienda son creaciones mías -era el turno de Amelia de responder.

-¡Tienes un talento increíble! Tu madre me enseñó algunas y, sinceramente, una es más bonita que la otra. Va a ser difícil elegir.

-Es el vestido el que te elige, Luisita -mi madre entró en la habitación, acompañada por María -¡Amelia, querida! ¿Cómo estás?

-¡Manolita! Estoy bien, ¿cómo estás tú? -las dos se abrazaron.

Era imposible ocultar mi mirada confusa.

¿De dónde se conocen?

La pregunta resonó en mi cabeza.

-¿Ya se conocían? -no pude contener mi curiosidad.

-Sí, hija. Amelia es una de las clientas más especiales de la cafetería, se pasa por allí todos los días.

Así que Amelia era cliente de la cafetería de mi madre.

Interesante.

-¿Te has probado ya algún vestido? -preguntó Amelia.

-Todavía no.

La morena miró la pantalla de su teléfono móvil y luego volvió a mirarme.

-Todavía tengo unos minutos antes de tener que irme. Creo que tengo algo que te quedará perfecto. Yo lo busco, disculpen.

Dicho esto, la mujer de ojos verdosos salió acompañada de uno de los empleados hacia una escalera.

[...]

Amelia y la empleada no tardaron en volver a la habitación donde estábamos Devoción, María, mamá y yo. Esta vez, llegaba lo que me pareció un vestido, cubierto por una capa negra.

-Mira... -hizo una pausa, mientras desabrochaba la capa que cubría el vestido -Todavía no está listo, faltan algunas piedras en la parte superior, algunos detalles más con el encaje y algunas otras cositas. Creo que ha sido uno de los trabajos más duros que he realizado, y uno de los más bonitos también. Te quedará perfecto -hizo contacto visual conmigo y noté que rápidamente recorría mi cuerpo con la mirada.

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