Capítulo 22.

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Punto de vista de Luisita Gómez.

Ahora todo tiene sentido. Era como si todas las piezas del rompecabezas hubieran encajado al fin.

Los viajes repentinos, las noches sin volver a casa, los imprevistos en el trabajo, las largas reuniones hasta altas horas de la noche...

No me sorprendió.

Mi mente empezó a divagar cuando me encontré con Margaret en el baño y olí el fuerte aroma de su perfume. Era imposible no recordar el mismo olor que a veces había sentido en Sebastián.

Ante esa escena, se esfumaron todos los atisbos de remordimiento y culpa que empezaban a formarse en mi interior por haber besado a Amelia mientras estaba comprometida con otra persona.

Toda la confusión y la inmovilidad mental de los últimos meses, todas las noches de insomnio, toda la culpa que sentía por haber desarrollado sentimientos por otra persona.... todo eso había sido en vano.

Mi reacción fue casi instantánea. Tomé la cámara que colgaba de mi cuello y la acerqué a mi cara, apuntando a la romántica escena que se desarrollaba en el balcón. Hice un acercamiento y enfoqué a las dos personas que se besaban y luego las fotografié.

Por desgracia, la cámara no era tan silenciosa como esperaba y el sonido del obturador al abrirse para registrar la toma, junto con el silencio del teatro vacío, sobresaltó a Sebastián y a Margaret, haciendo que dejaran de besarse en el momento en que oyeron el clic.

Haciendo uso de mi casi inexistente capacidad atlética conseguí correr y esconderme con éxito detrás de la puerta que había utilizado para entrar en el teatro y, aprovechando el punto ciego que formaba la estructura construida encima de donde estaban las puertas, aproveché para abrirlas finalmente, concluyendo el objetivo inicial de toda esta situación.

Sentí que mi corazón se aceleraba y mi respiración se volvía más agitada con cada segundo. La adrenalina corría por mi cuerpo.

—Luisi, ¿está todo bien? —oí la voz de María a lo lejos y me sobresalté cuando sentí que su mano me tocaba el brazo.

—Sí, todo muy bien —le contesté.

—Estás pálida, parece que has visto un fantasma.

—Estoy bien, sólo necesito beber un poco de agua mientras los invitados van al teatro.

—¿Quieres que vaya contigo? —preguntó.

—No es necesario, Mery. Estoy bien, de verdad —sonreí débilmente.

—Te veré dentro entonces. Si necesitas algo llámame a la radio.

—Claro, tranquila.

Observé a María caminando hacia la entrada del teatro y fui en dirección contraria, volviendo al camerino para beber un poco de agua y concentrarme en lo que vendría después.

Cuando llegué al pasillo donde estaban los camerinos pude notar cierto movimiento de gente y fue entonces cuando me di cuenta de que los discursos estaban a punto de tener lugar y que Amelia, probablemente, estaría allí dándole los últimos retoques a su maquillaje para poder salir al escenario.

Aceleré mis pasos para llegar a la entrada del camerino, escuchando la voz de Rocío al entrar en la pequeña habitación.

—¡Claro que lo vas a conseguir, Amelia!

La morena estaba de espaldas a la puerta, lo que no me permitía verle la cara, mientras Rocío se colocaba delante de ella. Ambas no habían notado mi presencia.

—No voy a ir. ¿Qué tal si le arruino esto a mi padre? —Amelia preguntó.

—Sí, lo harás. Y no vas arruinar nada —en el momento en que mi voz se extendió por la habitación, Amelia se volvió en mi dirección y confieso que durante unos segundos sentí que mi corazón se detenía.

The RainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora