Capítulo 24.

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Punto de vista de Amelia Ledesma.

Era casi medianoche cuando decidí acostarme a dormir. Apagué las luces de la cocina y recorrí los pasillos del piso hasta llegar al baño, donde me lavé los dientes mientras observaba mi reflejo en el espejo.

Las puntas de mi cabello aún estaban un poco húmedas, ya que había decidido lavarlo por la tarde para quitar el producto que Rocío había usado en mi peinado la noche anterior.

Me encantaba cuando mi pelo se secaba de forma natural. Estaba desordenado, con algunos rizos y parecía un adolescente rebelde.

Me reí de mis pensamientos y me dirigí a mi habitación, tumbándome en la amplia cama y mirando al techo. Me puse de lado en un intento de encontrar una posición cómoda para dormir, pero sin éxito. Lo intenté por el otro lado, pero tampoco pude.

Cogí mi teléfono móvil, que estaba junto a la mesa de noche, y desbloqueé la pantalla, accediendo a la bandeja de entrada de mi correo electrónico, donde encontré un nuevo mensaje de Cooper.

"Querida Amelia,

Fue un gran placer poder trabajar con usted en un evento tan importante para nuestro periódico. Le agradezco en nombre del equipo su compromiso y dedicación en su proyecto de organización, ya que sin él, el evento no habría alcanzado tal nivel de éxito.

En cuanto a las fotos, le informo de que todas ellas ya han sido enviadas para su tratamiento y pronto estarán disponibles para su publicación.

Si podemos ayudarle en algo más, no dude en ponerse en contacto con nosotros.

Atentamente,

Ethan Cooper.

CEO de The New York Times".

Pensé en contestarle, pero aparte de estar totalmente fuera del horario de trabajo, responder a los correos electrónicos en mi teléfono móvil no era definitivamente lo mío.

Revisé algunas redes sociales, distribuyendo algunos likes en las publicaciones de amigos y conocidos. Y aún así el sueño no llegó...

Sentí que mi teléfono empezó a vibrar y poco después mi cara apareció en la pantalla. Era mi padre el que me llamaba por videollamada.

Me estiré en la cama, encontrando por fin una posición cómoda para quedarme y se la acepté.

—¡Hola papá! —dije, sonriendo.

—¡Hola, pequeña! ¿Cómo estás? —preguntó.

—Estoy bien. ¿Cómo estás tú?

Todo está bien aquí —sonrió —Sé que es un poco tarde, espero no haber perturbado tu sueño...

—¡Imagínate, papá! Estaba acostada, pero aún no lograba dormir. ¿Ha pasado algo? —pregunté preocupada.

—¡Bien, entonces! No ha pasado nada, cariño, sólo he llamado para felicitarte por lo de ayer. Estuviste genial en tu discurso y organizaste todo el evento perfectamente. Estoy orgulloso de ti.

—¡Gracias, papá! Fue un honor participar en un evento tan especial para la empresa. Me alegra saber que has disfrutado de mi participación —sonreí.

Mi padre se quedó mirando la pantalla durante unos segundos, bajando la cabeza y llevándose las manos a los ojos al instante siguiente.

—¿Qué ha pasado? —pregunté.

Nada, hija mía —respondió, terminando de secarse las lágrimas con el dorso de las manos —Es que has crecido mucho. Eres una mujer hermosa y echo de menos a mi pequeña.

The RainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora