Capítulo 11.

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Punto de vista de Luisita Gómez.

—Tenemos que hablar.

Mi corazón acelerado parecía estar cada vez más cerca de salir de mi boca.

No podía saber si la bebida seguía haciendo efecto y todo era mi imaginación, o si mis ojos me mostraban realmente la realidad: Sebastián, sentado en el sofá con un ramo de rosas en la mano.

Después de mirarlo fijamente el tiempo suficiente para asimilar que sí, que estaba allí, busqué palabras para tratar de entender lo que estaba pasando.

—En primer lugar, ¿cómo has entrado? Segundo, ¿qué te hace pensar que eres bienvenido aquí?

Dejó escapar una risa sarcástica, se levantó y se dirigió hacia mí.

—Por si no lo recuerdas, aún vivo aquí, así que tengo una copia de la llave —miré su mano derecha y agitaba el trozo de metal que le había permitido entrar en mi piso.

—Gracias por recordarme que tengo que llamar urgentemente al cerrajero —le contesté.

—Vengo en son de paz, Luisita —me tendió un ramo de rosas —Son para ti.

Cogí las rosas de su mano y las acerqué a mi cara. Inhalé el delicioso aroma y sonreí, aunque las rosas no eran mis favoritas, admiraba el aroma que desprendían.

Una mirada de alivio apareció en el rostro de Sebastián, como si supiera que ese gesto me haría volver.

Bueno, si deseas eso hazlo mejor la próxima vez.

Me giré hacia la cocina y me dirigí al cesto de basura, donde tiré el ramo. Volví a mirar a Sebastián, que ahora contemplaba la escena con cara de sorpresa.

—Va a ser más difícil de lo que pensaba —respondió.

—¿Por qué no te vas? Son casi las cuatro de la mañana —respondí seria.

—Lo sé, he estado esperando por ti durante horas. ¿Y dónde estabas tú hasta tan tarde?

—Yo soy la que hace las preguntas aquí —respondí después de contar mentalmente hasta diez —¿Qué quieres de mí?

—Necesitamos hablar, Luisita.

—¿Sobre qué? No creo que tengamos nada más que hablar.

—Luisita, sé que no me quieres aquí, pero tienes que escucharme.

—Si sabes que no te quiero aquí, ¿por qué te has molestado en venir?

—He venido a decirte algo —respondió.

—¿Qué cosa? —pregunté.

—Hoy vamos a tener esa comida con toda mi familia.

¡Mierda!

—¿Y no podías simplemente, no sé, mandarme un mensaje o llamarme?

—Sé que no me ibas a contestar, así que me propuse venir en persona.

Tenía razón. Realmente no iba a contestarle.

—No creí que fuera a ocurrir hasta la próxima semana —confesé.

—Tienes razón. La fecha oficial no era hasta el próximo sábado, pero algunos de mis tíos no pudieron venir, así que el único fin de semana disponible para todos era hoy.

—Sebastián, no me voy a ir de aquí ahora. Son varias horas para llegar a casa de tus padres y he ingerido una gran cantidad de alcohol como para conducir. Inventa alguna excusa y ve por tu cuenta.

The RainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora