Capítulo 3.

1.7K 219 35
                                    

Punto de vista de Luisita Gómez.

A la mañana siguiente, me despertó un olor maravilloso que me hizo retumbar el estómago, acompañado de algunos ruidos que probablemente provenían de la cocina.

Waffles.

María solía hacerme waffles cuando estaba triste o pasaba por una mala situación. Me decía que era para animarme, y la verdad es que me sentí capaz de afrontar cualquier cosa después de comer un par de ellos.

Nadie en el mundo hace mejores waffles que ella.

Me levanté de la cama y me dirigí al baño, donde hice mi higiene matutina, me lavé los dientes y me arreglé el pelo. Entonces me dejé guiar por el increíble olor de los waffles hasta la cocina.

—Mira, creo que te invitaré a dormir más a menudo —dije, y María saltó asustada.

—Oh, tonta. ¿Quieres matarme del susto?

—Lo siento, no quería asustarte —sonreí con la lengua entre los dientes —¡Huele muy bien! ¡Eres la mejor amiga del mundo!

—Lo dices porque te he hecho waffles —replicó ella.

—Y porque eres la mejor amiga del mundo —me reí.

—Lo sé. Levanta tu gran trasero y pon los platos en la mesa para que comamos.

—¡Qué mandona! Sí, señora —saludé con gesto militar y fui a buscar los platos que estaban en el fregadero.

[...]

Mientras comíamos decidí coger el móvil para comprobar los mensajes y si Sebastián me había llamado.

Un mensaje de buenas noches de mi madre, dos de la operadora, y ni rastro de Sebastián.

—No hay rastro de él —comenté.

—Deja que ese hombre se vaya, Luisita. Alguna vez aparecerá.

—Tienes razón, me preocupo demasiado por él. Empezaré a preocuparme más por mí misma.

—¡Esa es mi chica, así se dice! —María sonrió con confianza y me dio unas palmaditas en la mano.

Aproveché que tenía el móvil en la mano y me puse a mirar mis redes sociales, empezando por Instagram.

Al desplazarme por la línea de tiempo, vi que había una nueva publicación de Marina. Era una foto de ella junto a dos mujeres.

Eso no es posible.

Amplíe la imagen y me di cuenta de que una de ellas era Amelia. Y la otra, Natalia, la modelo de mi última sesión de fotos.

—¿Marina y Amelia se conocen? —le pregunté a María, que también jugueteaba con su teléfono móvil.

—¿Ledesma? Sí. Amelia es la mejor amiga de Marina y también su jefa.

—¡¿Y POR QUÉ YO LO SÉ AHORA?! —acabé levantando la voz, casi gritando.

—Cálmate, pesada. ¿Por qué el interés? —María me lanzó una mirada sugerente.

—Por nada, es sólo que ella es... quiero decir Amelia es mi diseñadora y pensé que... no sé, no sé lo que pensé. Qué bueno que se conozcan, ¿eh?

Maldita sea, me estaba poniendo nerviosa.

—Luisita, no puedes engañarme —arqueó una ceja —¿Qué está pasando?

No había forma de escapar de las garras de María. Cuando quería algo, lo conseguía.

Pero hoy no.

Respiré hondo y me sorprendí a mí misma con mi capacidad de improvisación:

The RainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora