Capítulo 29.

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Punto de vista de Luisita Gómez.

—Hola, Ethan —hablé con desprecio.

—¿Cómo? ¿Ya se conocen? —preguntó Amelia sorprendida.

—Sí —Ethan respondió.

—¿De verdad? ¡Eso es genial! De esta manera podemos hablar sin todas las formalidades —comentó Amelia —¿Dónde se conocieron?

—A través de María —respondí a su pregunta sin apartar la vista de Ethan, que se esforzaba por no mirarme.

—¿Qué tal si vienen a mi oficina? —preguntó. El malestar era evidente en su rostro.

Me levanté del pequeño sofá y esperé a que Amelia hiciera lo mismo, entrando junto a ella en el despacho del trajeado.

Me hervía la sangre.

Quería darle un puñetazo a Ethan en plena cara por todo lo que había hecho mientras estaba con mi mejor amiga.

—Siéntense, pónganse cómodas —dijo, cerrando la puerta del despacho y acercándose a su enorme silla ejecutiva retráctil.

Amelia y yo intercambiamos miradas y juntas nos dirigimos hacia las sillas que estaban frente a su escritorio.

Al sentarme, me fijé en la pequeña placa de metal que había en el escritorio de madera: Ethan Cooper - Director de fotografía.

Fue imposible contener la risa sarcástica que surgió en mi garganta.

—¿Cómo has lograda dar con este trabajo? —pregunté —¿Le robaste el trabajo a otra persona también?

Ethan se movió incómodo en su silla y dejó escapar una risa irónica.

Sentí la mano de Amelia ligeramente en mi muslo y la miré. Sus cejas estaban claramente dudosas sobre toda la situación y la forma en que estaba tratando al hombre sentado frente a nosotras.

—En realidad, acabé ascendiendo después de crear algunos proyectos para el Times —respondió.

—¿De verdad? Eso es genial —dije de la manera más sarcástica posible —¿Los proyectos eran tuyos o simplemente los hacías parecer tuyos?

—Luisita —habló en un tono bajo, mirando de reojo, claramente incómodo con mis preguntas.

—¿Qué? —pregunté con seriedad.

—¿Podemos hablar de tu proyecto que se utilizó en el evento de Empresa Ledesma? —finalmente mantuvo su mirada fija en la mía.

—¿Para qué exactamente? ¿Así podrías robarlo y firmar con tu nombre? —le contesté.

Ethan se levantó de su silla y se acercó a la enorme ventana de cristal, desde donde contempló los enormes edificios de la ciudad.

—¿Puedo ofrecerles algo de beber? ¿Whisky, café, agua? —ofreció.

—No te preocupes, Ethan —respondió Amelia, mirándome con preocupación.

—Tomaré un café, por favor —contesté.

—Estupendo, yo me encargo —contestó, saliendo de la habitación al instante siguiente.

Los ojos de Amelia se abrieron de par en par y arqueó las cejas.

—Entonces... —dijo —¿Qué es lo que pasa? ¿Quieres hablar de ello?

—¿Recuerdas cuando estábamos tramando nuestro plan contra Sebastián para el evento de la empresa de tu padre? —pregunté, volviéndome hacia ella.

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