Capítulo 41.

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Punto de vista de Luisita Gómez.

Unas semanas después...

Por fin había llegado diciembre, estábamos en la primera semana del mejor mes del año, al menos en mi opinión.

Siempre me ha gustado el mes del número doce. Desde que era niña recuerdo que me emocionaba la Navidad.

Me gustaba tener a mi familia reunida en casa, la sensación tierna y acogedora cuando mi padre encendía la chimenea y yo, Marisol y nuestros primos corríamos por el salón, esperando la regañina de alguno de los adultos.

Me gustaba cuando llegaba mi abuela con sus galletas caseras que sólo ella sabía hacer, acompañada de mi abuelo postizo, que además siempre había sido un encanto para mí y mi hermana.

Aunque sabía que la duración entre una gran celebración como ésta siempre duraba un año exacto de espera, siempre tenía la sensación de que la Navidad tardaba en llegar.

A Marisol y a mí nos encantaba quedarnos hasta tarde la noche del 24. Teníamos la tradición de hacernos las dormidas mientras esperábamos la llegada de Papá Noel, pero de un modo u otro no podíamos soportar la espera y nos quedábamos dormidas, despertando a la mañana siguiente con la sorpresa de los regalos que dejaba bajo el árbol decorado.

Con el paso del tiempo nos enteramos de que Papá Noel no existía, y confieso que esto fue un poco chocante para la pequeña Luisita que siempre había creído que el viejo existía, pero superé el trauma y junto a mi familia seguimos haciéndonos regalos todos los años de la mejor manera que podíamos aportar entre todos.

Algo que eché de menos durante el tiempo que estuve con Sebastián fue precisamente ese deseo ausente de pasar el fin de año con mi familia. Yo siempre pedía ir a casa de mis padres, pero él siempre encontraba alguna excusa para que fuéramos a casa de sus padres, que no celebraban la Navidad y no tenían la tradición a la que yo estaba acostumbrada.

Pero afortunadamente las cosas habían cambiado y este año todo sería diferente. Este año en particular tendríamos la presencia de otra familia con nosotros... la familia de mi prometida, que, adivinen, era igual de apasionada por la Navidad.

—Luisita, ¿qué crees que deberíamos comprar para decorar el balcón? Mi madre sugirió luces blancas, pero sinceramente creo que las amarillas son mucho más bonitas y... ¿qué pasa? ¿Estás bien? —Amelia entró hablando en mi habitación.

Estábamos en casa de mis padres, iban a empezar a decorar toda la casa a partir de hoy y en cuanto Amelia lo supo, se aseguró de ayudar con toda su familia.

—Hola, amor —dije en cuanto se sentó a mi lado —Estoy bien, sí, sólo estaba pensando en algunas cosas.

—¿Quieres compartirlas conmigo? —sus ojos me miraban intensamente.

—Estaba recordando la Navidad cuando era más joven —la miré y sonreí —Pero esta Navidad va a ser mucho mejor.

—¿Ah, sí? —frunció el ceño —¿Y por qué?

—Porque estás aquí conmigo —le rocé la punta de la nariz con el dedo índice. Sus labios se encontraron con los míos durante unos segundos.

—Que guapa eres —sonrió —¿Te hace ilusión?

—¿Para nuestra boda? —pregunté.

—Si.

—¿Todavía tienes dudas? —reí —No podríamos haber elegido una fecha mejor.

—Hemos conseguido unir dos cosas que me gustan mucho.

—¿Y qué son esas cosas?

—Tú y la Navidad —respondió ella.

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