Capítulo 34.

1.7K 196 34
                                    

Punto de vista de Amelia Ledesma.

El viaje a casa fue maravilloso.

Nos quedamos alrededor de la hoguera cantando y comiendo malvavisco hasta la madrugada, cuando decidimos conjuntamente cargar los coches con nuestras maletas.

Mi madre ordenó la casa y la dejó tal y como estaba cuando llegamos. Luisita me ayudó a llevar nuestras maletas de vuelta al coche y juntas nos despedimos de mi familia.

Hablamos casi todo el camino al son de una de las listas de reproducción de Luisita mientras Taylor y Marisol dormían plácidamente en el asiento trasero.

Debido a la hora del día, la carretera estaba muy vacía y sólo se llenaba con el reflejo de los faros del coche golpeando contra las bengalas pegadas al asfalto y la luz de la luna sobre nosotras.

Perdí la cuenta de las veces que me sorprendí mirando a la mujer que estaba a mi lado.

Su rostro parcialmente iluminado por la tenue luz la hacía aún más bella. Sus manos se juntaron con las rodillas y empezaron a seguir los compases de la música cada vez que una nueva melodía se extendía por el interior del coche. Sus labios dejaron escapar la letra y su sonrisa llenó su rostro.

No me importaba preguntarme si se daba cuenta de que la estaba observando.

Cuando llegamos a mi piso, Luisita insistió en volver a su casa con Marisol, pero me aseguré de no dejar que eso sucediera. Dormiremos todas juntas.

Taylor y Marisol se quedaron en la habitación de invitados mientras Luisita dormía en mi habitación, junto a mí. Me encantaba dormir con ella, su cuerpo siempre estaba caliente, lo que me ayudaba a mantenerme caliente durante la noche y además nuestros cuerpos encajaran perfectamente.

A la mañana siguiente Luisita me ayudó a preparar el desayuno y comimos todas juntas, riendo al recordar los momentos del fin de semana que tuvimos.

Dejamos a nuestras hermanas en la universidad y nos dirigimos a la tienda de vestidos, donde estábamos ahora.

—¿Segura que no quieres que vaya contigo? —pregunté mientras caminaba junto a Luisita hacia su coche.

—Claro que no, amor. Ya me has ayudado mucho sólo con conseguir esta entrevista para mí. No quiero entorpecer tu trabajo aquí en la tienda —respondió ella.

—Nunca me molestas, Luisita. Y además, no quiero tener que pasar por todo ese papeleo financiero —gemí en señal de desaprobación —Me duele la cabeza.

—Entonces me prometerás algo —dijo mientras dejaba de caminar y se ponía delante de mí.

—¿Qué? —llevé mis manos a su cintura.

—En cuanto me vaya de aquí, irás a la farmacia más cercana y comprarás alguna medicina para el dolor de cabeza —sus brazos subieron hasta mi cuello.

—Hm... —torcí los labios mientras miraba hacia arriba, pensando en su propuesta.

—¡Amelia! —me dio una ligera palmadita en el brazo —Si no lo hace, entonces me voy a quedar aquí y me perderé la entrevista.

—¡Oh, pero que tramposa eres! —la miré con seriedad.

—Entonces creo que será mejor que vayas por esa medicina pronto —me miró fijamente —Sabré si lo hiciste o no.

—¿Lo harás? —pregunté —¿Y cómo pretendes conseguir esa información si no es a través de mí?

—Tengo mis propios medios —respondió mientras entrecerraba los ojos —Pero en serio. Cuídate, ¿vale?

The RainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora