Capítulo 23.

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Punto de vista de Luisita Gómez.

Aunque llegué tarde a casa y me acosté aún más tarde después de darme una larga ducha, quitarme todo el maquillaje y escuchar a María elaborar mil y un planes diferentes para desfigurar la cara de Sebastián, a la mañana siguiente me desperté sorprendentemente agitada.

Necesitaba respuestas.

Envié un mensaje a Margaret para quedar con ella en la cafetería de mis padres y me levanté para prepararme. Me duché para relajar mi cuerpo, que empezaba a estar tenso, y volví a mi habitación para poder cambiarme.

—Buenos días, bella durmiente —dije, notando que María acababa de despertarse.

—¿Qué hora es? —preguntó.

—Un poco más de las ocho —le contesté.

—¿Y qué coño haces tú levantada, Luisi? Nos fuimos a la cama después de las tres de la mañana.

—Se suponía que iba a encontrarme con Margaret, ¿recuerdas? —abrí la puerta del armario para elegir qué ponerme.

—¡Oh! ¡Sí, es cierto! ¿Quieres que vaya contigo?

—No, Mery. Te quedarás aquí y vigilarás en caso de que Sebastián decida aparecer y sorprenderte.

—Tú no te sorprendas si al llegar lo encuentras con su pene en su boca.

—¡María!

—¿Qué? ¿Sabes cuantas personas desean hacer eso? Marisol es una de ellas, y Marina también. Y Amelia cuando lo sepa estoy segurisíma que querra sumarse.

—Ya basta. Mejor dime, ¿qué debo llevar? No sé qué ponerme.

—Coge esa chaqueta de cuadros y ponte unos pantalones negros.

Tomé las piezas que me sugirió y las puse frente a mi cuerpo.

—¿Se ve bien?

—Por supuesto que se ve bien, nunca fallo en la elección de un buen outfit —bostezó y se estiro en la cama.

—Por favor, trata de no dormirte. Tienes que estar atenta por si llega.

—Bien, tú ganas. Pero ten en cuenta que voy a hacer palomitas y a ver alguna película de suspenso mientras espero la llegada del Príncipe de Chernóbil.

—Eres tremenda, mujer —dije riendo mientras me ponía la ropa que ella había elegido.

[...]

—¡Buenos días, Jamie! —le dije al hombre de pelo gris que estaba sentado en el puesto de guardia.

—¡Buenos días, señorita Luisita! —respondió sonriendo.

—¿Cómo estás?

—Muy bien, señorita. ¿Todo bien con usted también?

—¡Sí, todo está muy bien! ¿Ya has desayunado? He traído unas galletas y un café caliente —dije sosteniendo los objetos en la mano.

—¡Oh, Dios! ¡Qué amabilidad! No hacía falta pero cómo lo necesitaba —contestó cogiendo la bolsa de galletas y el termo con el café.

—Te lo mereces, Jamie.

—¿De verdad que está todo bien, señorita Luisita? Esta mañana la encuentro diferente —dijo mientras se llevaba a la boca la tapa del termo con café.

—En realidad, yo... —sonreí con ironía —Quería pedirle un favor.

—Adelante, será un placer ayudarla.

The RainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora