Capítulo 13.

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Punto de vista de Luisita Gómez.

Tras desmayarme por el fuerte impacto del choque, recuerdo vagamente haberme despertado brevemente con el sonido de una sirena. Sentí que sacaban mi cuerpo de un lugar estrecho, probablemente el asiento del coche, y lo colocaban sobre una superficie plana y blanda, como un colchón.

He oído voces. Voces desconocidas.

Una luz parpadeante se colocó sobre mis ojos, cegando mi visión. Una de las voces desconocidas dijo algo que no pude entender, era como otro idioma para mi de lo aturdida que estaba.

Y entonces todo se volvió negro de nuevo.

[...]

Me desperté sin saber cuánto tiempo había estado inconsciente.

No hubo más voces. Sólo un pitido constante, que podía oír procedente de un monitor cardíaco conectado a mi cuerpo.

Estaba en un hospital, pero ¿estoy sola?

Mi única compañía era el sonido del monitor cardíaco, que empezaba a molestarme. Me pregunté dónde estarían mis padres, pero recordé que no le había dicho a nadie que me iba en mitad de la noche, así que tardarían en encontrarme.

Si es que me iban a encontrar.

Me dolía el cuerpo, me ardían los ojos y sentía que la cabeza me iba a explotar.

Y de nuevo, me rendí al cansancio.

[...]

—Te vas a despertar, ¿no?

Oí una voz ronca muy baja cerca de mí. Intenté asimilar lo que estaba pasando, tratando de recordar a quién pertenecía esa voz, pero no tuve que pensar mucho.

¿Qué estás haciendo aquí, Amelia?

Intenté hablar, pero ella no podía oírme.

La sentí llevar una de sus manos a mi cara y sentí una ligera caricia en mi mejilla. Sonreí internamente.

—No sé si puedes oírme —dijo.

Sí que puedo. Amelia, ¿tú puedes oírme?

De nuevo no hubo respuesta.

Pero por supuesto que no te escucha, Luisita. Es sólo tu conciencia la que habla.

—Pero si puedes, quiero que sepas que hay gente aquí esperándote. Tus padres, Marisol, Taylor... y yo —continuó.

¿Mis padres están aquí? ¿Marisol y Taylor también? ¡Maldita sea, tengo que despertarme!

Sentí que Amelia me apretaba la mano.

—Es difícil sostener tu mano sin que tú sostengas la mía, pero mira, siguen encajando perfectamente.

Entrelazó nuestros dedos y se secó unas cuantas lágrimas que caían por su cara, ya que algunos de sus dedos estaban mojados.

Si supiera que puedo sentirla...

—Te diré algo gracioso —se rió —Le dije a la chica de la recepción que era tu prometida, ¿puedes creerlo?

¿Qué? ¿Por qué? Si pudiera estaría riendo en estos momentos contigo Amelia.

Estaba desesperada por conseguir pases de visitantes. Me disculparía, pero no me siento culpable, así que no lo haré. Espero que no te importe.

¿Por qué iba a molestarme?

Quería sonreír, hacer un gesto para que sepa que la estoy escuchando pero me siento sin fuerzas. No se que me pasa que no puedo abrir mis ojos.

The RainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora