Capítulo 14.

1.8K 227 38
                                    

Punto de vista de Luisita Gómez.

Café: una pequeña palabra que nombra a la bebida caliente responsable de ponerme en pie cada día.

Estaba haciendo waffles, no tan buenos como los de María, mientras el líquido oscuro goteaba en el termo. El olor a café que traía el pequeño humo que salía del colador me hizo sonreír.

Es curioso cómo hasta el simple olor de una bebida se vuelve atractivo después de sufrir un accidente.

Estamos tan atrapados en el automatismo que no nos damos cuenta ni disfrutamos de lo que nos rodea a diario, y sólo cuando nos vemos privados de ello nos damos cuenta de que no disfrutamos de la vida como deberíamos.

Algunos flashes de esa noche me invadieron.

Las lágrimas caen por mi cara.

La flecha del velocímetro digital del salpicadero indicando la velocidad a la que conducía.

El deseo de desaparecer.

El grito se me quedó en la garganta.

Y por último, el silencio es sustituido por el sonido del impacto contra el tronco del árbol.

Cerré los ojos y me permití respirar profundamente. Respiraciones profundas.

Podría haber muerto. Podría haberme marchado sin ni siquiera tener la oportunidad de despedirme.

Pero... ¿Me habría ido en paz? ¿Habría hecho, en la vida, todo lo que quería hacer?

De pie frente al enorme lavabo de piedra, vestida con mi pijama más cálido y cómodo, me prometí a mí misma:

Haz lo que te apetezca. No tengas miedo.

Disfruta de tu vida, Luisita.

—¿Amor? —preguntó la voz masculina.

Miré en la dirección de la voz para encontrar a Sebastián de pie a pocos centímetros de mí, sin camiseta y con sus pantalones cortos de dormir.

—Lo siento, estaba un poco distraída —sonreí con ironía.

Se acercó más a mí, acomodándose detrás de mi cuerpo, besando mi cuello.

—Está bien. Buenos días. ¿Estás preparando nuestro café?

—Sí, así es. ¿Puedes ayudarme a poner las cosas en la mesa mientras termino aquí? —pregunté.

—Te ayudaré —respondió y empezó a llevar los cubiertos, tazas y platos a la mesa del salón.

[...]

—¿Tus padres han llegado bien? —pregunté, haciendo una observación.

Los padres de Sebastián se habían marchado ayer justo después de que yo llegara a casa, lo que fue un alivio, porque además de no tener un lugar adecuado para acogerlos cómodamente, no estaba de humor para recibir visitas en casa.

—Sí lo hicieron, mi madre me envió un mensaje de texto.

—Eso es genial.

—No vas a trabajar hoy, ¿verdad? —preguntó.

—No —mentí —Tengo una nota del médico.

—Bien. Hoy tengo una reunión importante y como no sé a qué hora terminará todo, no tengo tiempo de llegar a casa —respondió, levantando su taza a la boca.

—¿De qué trata la reunión?

—Van a designar a los fotógrafos que cubrirán la fiesta bianual de la Empresa Ledesma.

The RainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora