Capítulo 19.

2.4K 239 111
                                    

Punto de vista de Luisita Gómez.

Me despertó la luz del día que insistía en entrar por las ventanas. Todavía somnolienta y con los ojos pesados, me giré lentamente sobre mi estómago y miré al techo. El techo de escayola era diferente al de mi habitación.

Sentí una punzada en la cabeza y rápidamente llevé la mano al lugar, siendo invadida por los recuerdos de la noche anterior:

Amelia prestándome su ropa...

Las dos cocinando juntas y bebiendo vino....

Yo durmiendo en su habitación...

Me senté rápidamente en la cama, arrepintiéndome al instante porque sentí que mi cabeza iba a explotar. Miré a mi alrededor y busqué a Amelia, que no aparecía por ninguna parte de la habitación.

Volví a la cama y al ponerme de lado encontré el pequeño plátano de peluche que me había regalado. Lo cogí y lo abracé, siendo invadida por el delicioso perfume de la morena.

Tras unos minutos procesando la información de que habíamos dormido juntas, decidí levantarme, después de todo no estaba en mi casa.

Me dirigí a la cocina y encontré a Amelia frente al fregadero y de espaldas a mí.

Estaba haciendo café.

—Buenos días —dije acercándome a donde estaba ella.

Amelia se volvió hacia mí y sonrió.

—Buenos días, bella durmiente. Estoy preparando el desayuno.

—¿Y en qué puedo ayudar? —pregunté, riéndome del apodo que había usado para saludarme.

[...]

Después de desayunar juntas, Amelia se ofreció a llevarme de vuelta a casa y acabábamos de salir de la tienda de ropa, donde nos detuvimos para que pudiera recuperar mis llaves.

Mientras ella conducía, aproveché para observarla discretamente. La delicadeza con la que sujetaba el volante con la mano derecha mientras la izquierda le sostenía la cara. Su pelo negro se agita con el viento a través de la ventana. Su mirada se centró en el tráfico. Su agilidad para cambiar de marcha.

Todo en ella es encantador, joder.

Por un momento incluso me pregunté cómo sería encontrarse con ella todos los días, despertarse a su lado y que me protegiera siempre, como había hecho ayer al sostenerme después de que me cayera sobre su cuerpo.

Y por primera vez no me sentí culpable por pensar en ella de otra manera.

—Luisita, ¿está todo bien? —preguntó mirándome.

—Sí —dije, abandonando mi hilo de pensamiento.

—Qué susto. Te llamé dos veces, pero no contestaste y seguiste mirándome. Me preocupé —sonrió.

—Estaba pensando en algunas cosas, lo siento —también sonreí —¿Qué querías decirme?

—No mucho, sólo que ya hemos llegado a tu piso —señaló por la ventana y pude ver mi edificio.

—Dios mío, me olvido de lo rápida que eres conduciendo —bromeé —Muchas gracias, Amelia. Te he hecho pasar un mal rato durante las últimas veinticuatro horas.

—Si eso me hace pasar un mal rato, espero que ocurra más a menudo —respondió ella.

—Suelo ser muy tonta y torpe, pero en serio, gracias por todo. Eres increíble.

—Gracias por la compañía. Me encantó conocerte más.

—Sí, a mi también a ti. ¿Nos vemos en un rato entonces? —pregunté, refiriéndome a la vuelta a la tienda de ropa para trabajar.

The RainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora