Capítulo 17.

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Punto de vista de Luisita Gómez.

—Que comience el juego —me levanté y Amelia imitó mi acción acercándose a mí.

—¿Están preparadas para perder? —preguntó a la pareja que tenía delante.

—¡Nunca! Vamos a ganar esta apuesta —Taylor respondió.

—Ya veremos —dije y miré en dirección a las dos chicas más jóvenes.

—Tenemos que fijar una hora y un lugar para reunirnos —dijo Amelia y yo estuve de acuerdo.

—Aquí en este mismo árbol de sombra después de la puesta de sol. ¿Qué les parece? —propuso Taylor.

—Perfecto —le contesté.

—¡Cuenta atrás para correr por el parque en tres! —dijo Marisol.

—¡2! —Taylor continuó.

—¡1! —gritamos todas juntas.

Marisol y Taylor bajaron a gran velocidad por la colina en la que nos encontrábamos, dirigiéndose hacia unos puestos de juguetes mientras Amelia tiraba de mí de la mano hacia las tiendas de campaña de la parte superior del parque.

—¡Vamos! —dijo.

Empezamos a correr y era imposible no reírse de lo torpes que éramos: Amelia delante de mí, cogiéndome de la mano mientras corría y yo intentando seguir su ritmo sin chocar con su cuerpo.

La vi correr y me llamó la atención la forma en que su cabello oscuro volaba sobre sus hombros. Miré nuestras manos unidas y sentí que Amelia las apretaba un poco más, tirando de mí hacia ella.

Habíamos llegado a la cima de la pequeña colina, pero como estaba distraída mirando nuestras manos unidas, no me di cuenta cuando ella dejó de correr y yo seguí corriendo, resultando en una pequeña colisión con ella. Sus manos se dirigieron hacia la parte baja de mi espalda mientras las mías se apoyaban en sus hombros.

—Lo siento, me distraje —dije, riendo.

—No hay problema —se rió —¿Nos vamos? Tenemos mucho trabajo por delante.

—¡Vamos! ¡No esperemos más! —le contesté.

El primer juego al que acudimos fue el "Ring Bar", en el que el objetivo era golpear el mayor número posible de anillos en las clavijas fijadas en una superficie plana.

Las puntuaciones de los bolos variaban: los que estaban más cerca de nosotras tenían puntuaciones más bajas ya que eran más fáciles de golpear, mientras que los que estaban más lejos tenían puntuaciones más altas. La puntuación se utilizó para sumar la cantidad final de boletos, lo que significa que cuanto más grande sea, mejor.

Juntas conseguimos veinte anillos. diez de los míos y diez de los de Amelia, y así empezamos a lanzarlos para intentar encajarlos en algún bolo.

Acabé acertando seis y Amelia nueve.

—Tienes muy buena puntería.

—Años de formación —ella respondió con una carcajada.

—¡Tienen cincuenta puntos, chicas! —dijo la señora que trabajaba en el puesto.

—¿Y cuántos boletos conseguimos con ese resultado? —pregunté.

—Veinticinco —respondió, entregándonos los boletos amarillos.

Le dimos las gracias a la mujer y nos alejamos del puesto para buscar otro. Mientras mirábamos a nuestro alrededor, vi un puesto con algunos animales de peluche colgados, y entre ellos, me enamoré de uno en particular.

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