Capítulo 42.

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Punto de vista de Luisita Gómez.

Nochebuena - 09:30 A.M.

Me desperté por la mañana con la brillante luz que entraba por la ventana de mi antiguo dormitorio. Me retorcí lentamente en la cama, sintiendo que cada pedacito de mi columna vertebral se encajaba, lo que me hizo gemir de satisfacción.

Me quedé mirando durante unos segundos el techo blanco de mi habitación individual y, cuando estuve satisfecha, me levanté y me dirigí a la ventana, que estaba empañada. Dibujé una cara sonriente en el cristal y a través del dibujo pude ver que la nieve caía suavemente fuera de la casa.

Respiré profundamente, en un intento fallido de calmar la ansiedad que empezaba a extenderse por mi cuerpo, y es que el gran día había llegado: El día de mi boda.

Me apresuré a bajar las escaleras y en cuanto llegué al piso de abajo noté la excitación de mi familia.

—¡Buenos días, futura novia! —mi hermana se apresuró a pasar junto a mí con una caja gigante en sus manos.

—Buenos días. ¿Qué es eso? —pregunté con curiosidad.

—¡Sus regalos! —gritó desde fuera de la casa para que pudiera oírla.

—¿Dormiste bien, querida? —mi abuela apareció en la cocina como un fantasma.

¿Desde cuando esta aquí?

—¡Abuelaaaa! —prácticamente grité cuando la vi —¡Ha pasado mucho tiempo! —la abracé —¿Cuándo has llegado?

—Llegamos temprano esta mañana —respondió ella.

—¿Llegamos? —pregunté, sin entender el uso del plural.

—Yo, tu abuelo, tus tías y tíos, tus primos, todos vinimos. ¿O pensabas que nos perderíamos tu gran día? —parecía emocionada.

Jesucristo.

—¿Has visto a mi madre? —intenté parecer tranquila.

—Oh, cariño, la última vez que la vi estaba fuera con tu padre —respondió mi abuela —¿Has comido algo? ¿Te preparo un café? ¿Un poco de té? ¿Algunas tortillas?

—¡Ya vuelvo a comer, abuelita! Sólo necesito encontrar a mi mamá —intenté ser indiferente.

No le había dicho a toda mi familia que me iba a casar con Amelia. Vinieron pensando que mi prometido era todavía Sebastián.

—¡Es un rapidito, niña! Mientras tú vas a buscar a tu madre yo me prepararé aquí, ¿vale?

—¡Bien, abuelita! ¡No tardaré nada! —sonreí con nerviosismo y me dirigí a la puerta trasera.

Bajé las escaleras y en cuanto lo hice me arrepentí inmediatamente, sintiendo el frío cortante contra mi cuerpo caliente. Vi a mi madre junto a mi padre, al fondo del patio.

—¡Luisita! —gritó en cuanto me vio salir de casa en pijama.

—Mamá, realmente necesito hablar contigo y...

—¡Entra! —dijo enfadada —¿Quieres enfermar el día de tu boda? ¿Estás loca?

Volví corriendo a la casa y en cuanto lo hice pude oír cómo se cerraba la puerta detrás de mí.

—Listo —le dije a la mujer que estaba frente a mí.

—Tienes que cuidarte —sonrió y me abrazó con fuerza —¿Ya te has alimentado?

—Todavía no, pero la abuelita ya se está encargando de ello —sonreí.

—¿Qué pasa? —mi madre se dio cuenta de mi angustia.

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