Capítulo 12

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Punto de vista de Amelia Ledesma.

Estaba terminando una reunión con el nuevo proveedor de telas y encajes cuando recibí una llamada de la secretaria de mi padre pidiéndome que fuera a la empresa para conocerla.

Me pregunté qué quería después de tanto tiempo sin comunicarse conmigo. Me permití el privilegio de la duda y me dirigí a la empresa después de intentar llamar a Marina, que no pudo decirme el motivo de la repentina llamada a mi número.

Tras unos minutos atrapada en el infernal tráfico, entré en el vestíbulo de la empresa, donde recibí varias miradas.

Todo el mundo allí me conocía.

Algunos me miraban confundidos, otros sonreían.

Saludé a todos los que se cruzaron en mi camino hacia el ascensor. Esperé a que llegara a la planta baja y cuando las puertas se abrieron me esperaba una sorpresa: Mi padre.

Llevaba lo habitual: una camisa blanca de vestir, su inseparable corbata roja y unos pantalones negros. Su pelo, cubierto por una fina capa de gel, parecía haber sido peinado repetidamente hacia atrás y bien afeitado como siempre.

—¡Amelia, hija mía! ¡Ha pasado mucho tiempo! —mi padre se acercó a mí y me dio un abrazo, que yo devolví.

—Ha pasado un tiempo desde la última vez que nos vimos —le contesté.

Entramos en el ascensor y subimos al ático, donde estaba el despacho de mi padre. En el camino me hizo algunas preguntas casuales, pareciendo mostrar interés en saber qué había estado haciendo durante los últimos dos meses.

Cuando llegamos a su despacho, me senté en la silla opuesta al escritorio en el que trabajaba.

—Sé que probablemente encuentres todo esto muy extraño —dijo mi padre.

—Realmente lo es. Me sorprendió que tu secretaria me llamara para pedirme que viniera —le contesté.

—Te debo una enorme disculpa, Amelia —el hombre frente a mí inclinó la cabeza.

Aunque estaba confundida por lo que estaba sucediendo, permanecí en silencio, esperando que terminara su discurso.

—Me disgustó mucho que rechazaras mi petición de hacerte cargo de la empresa una vez que me jubilara. Eres mi hija más responsable y por eso te confié este cargo.

—Ya lo hemos hablado, papá...

—Lo sé, querida, y quería que supieras que ahora entiendo tu lado. Fui egoísta al querer que continuaras con el legado familiar sin preguntarte al menos qué querías para tu vida, y fui un padre terrible al darte la espalda cuando escuché un no por respuesta —hizo una pausa, con algunas lágrimas cayendo por su rostro —Te he echado mucho de menos estos dos meses, Amelia. Especialmente en las barbacoas familiares de los fines de semana, a las que siempre te asegurabas de acudir. Lo siento.

De pie frente a él, era imposible contener las lágrimas. Lo negué, porque quería parecer fuerte, pero en el fondo lo echaba de menos.

Durante toda mi infancia y adolescencia tuve a mi padre a mi lado, apoyándome y enseñándome a no renunciar nunca a mis sueños, por muy inalcanzables que fueran.

Estaba conmigo cuando me hice mi primer tatuaje y recuerdo cómo se enfadó cuando me presenté en casa con un piercing. Fue la primera persona a la que le dije de adolescente que me gustaban las chicas. Todavía puedo recordar su fuerte abrazo, sus ojos llenos de lágrimas y su boca diciendo: "Quiero que sepas que lo que acabas de hacer fue algo muy valiente, hija. Estoy muy orgulloso de ti y te quiero, tal y como eres".

The RainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora