XXIII

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            Ya habíamos terminado de cenar con la familia de Liv y nos habíamos despedido de ellos, con la promesa a sus padres de volver y con la promesa a sus hermanos de llevarlos al club

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            Ya habíamos terminado de cenar con la familia de Liv y nos habíamos despedido de ellos, con la promesa a sus padres de volver y con la promesa a sus hermanos de llevarlos al club.

Ahora nos encontramos yendo al Club, Liv va abrazada a mí con fuerza y nada me gusta más que ir en mi moto con ella pegada a mí. Sentir sus piernas rozando las mías, sus tetas pegadas a mi espalda y sus pequeñas manos dejando leves caricias en mi abdomen. Esta mujer me está volviendo completamente loco, y en lo único que puedo pensar es en ella llevando mi parche, joder me vuelve loco esa idea, de solo pensarlo ya la tengo malditamente parada. Pero sé que aún no es tiempo para que mi mujer lleve mis letras, ella misma me pidió tiempo, y aunque me cueste malditamente mucho, la voy a complacer, aunque no por mucho tiempo más.

Cuando llegamos al club, decido que rodeemos la casa por fuera para poder entrar por la cocina, de esa forma zafamos el bar, el cual a esta hora debe estar lleno de mis hermanos borrachos y los culos dulces aprovechándose de la situación, sé perfectamente que eso aún le incomoda un poco a Liv, y siempre voy a intentar que ella esté lo más cómoda posible.

-¿Por qué entramos por acá? – me pregunta extrañada mientras la guío hacia las escaleras.

-Para no pasar por el bar – le respondo y ella frunce su ceño, desconforme con mi respuesta – Sé que no te gusta la demostración de mis hermanos con los culos dulces Liv – le digo suavemente y ella enseguida me sonríe.

-Siempre pensando en mí – susurra y casi no logro escucharla, parece que pensó en voz alta.

-Siempre – le aseguro, parando en un escalón para dejar un beso en su frente, ella me da una hermosa sonrisa y yo podría matar al mismísimo diablo para que ella me sonría siempre así.

Cuando llegamos a mi habitación, yo soy el primero en pasar al baño para higienizarme antes de acostarnos, una vez que termino ella entra. La espero acostado en la cama, con mis manos detrás de mi cabeza, y luego de unos minutos la puerta del baño se abre, dejándome ver a mi mujer completamente desnuda, con una sonrisa sexy se apoya de forma despreocupada sobre el marco de la puerta, permitiéndome escanearla de arriba abajo. Joder, soy malditamente afortunado de tener a esta mujer conmigo, no sé qué hice bien en esta vida para merecerla, pero lo agradezco, soy el hombre más jodidamente feliz de este mundo.

-Joder mujer – murmuro y ella despega su cuerpo del marco de la puerta para comenzar a caminar hacia mí, dolorosamente lento, yo me desespero y me paro de la cama para casi correr hacia ella – Eres malditamente hermosa – digo colocando mis manos en su cadera.

-No cariño – dice llevando sus manos a mis muñecas, separándome de su cuerpo, para después darme una jodida sonrisa entre sensual y diabólica – Hoy la que manda soy yo – después de morderse el labio inferior engancha con sus pulgares mi bóxer y comienza a deslizarlo suavemente, sin dejar de mirarme con sus enormes ojos celeste más oscuros de lo normal.

(Re)encontrándonosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora