29

119 18 2
                                    

Robby se levantó como de costumbre cuando su puerta tocaba insistentemente, así que apenas le dió tiempo de ponerse una bata y camino hasta su puerta, la abrió encontrándose con el cartero que no se veía muy feliz, pero suavizo su mirada al verlo

—Buenos Días Padre Keene, ha recibido una carta—Notifico el hombre entregándole el sobre.

—Gracias, Dios lo bendiga—Exclamo amablemente, después de eso cerró la puerta y puso la carta sobre la mesa, antes vio el remitente, era el Obispo Brown. ¿Qué quería hablar su tío con él?

Vio la hora en el reloj de su cocina, no podía ser! Se había quedado dormido y apenas le daría tiempo de alistarse, luego leería la carta de aviso, esperaba que no fuera algo tan urgente.

Fue como de costumbre a hacer Misa, escucho las confesiones, ayudo a las monjas, regreso a su casa y fue por la galletas para llevarlas al Orfanato

Efectivamente, los niños preguntaron por Miguel a los que les explico que el ya no regresaría, que estaba en la guerra, sus rostros tristes lo desanimaron un poco, pero les prometió que les podía enviar notas para saludarlo y el se lo haría llegar

A lo lejos observo el semblante serio de la hermana Luna ante su promesa.

Ello lo siguió hasta afuera del Orfanato.

—Pense que su comunicación con ese hombre había acabado—Exclamo ella sonando demasiado fría y un poco irritada por que el sacerdote seguía buscando al pecado

—El es mi amigo, ¿Porque acabaría esa amistad?—Cuestiono con curiosidad ante el repentino cambio de actitud de la monja

—El no es bueno para usted Padre, Incluso usted dijo que era un intruso a su hogar—Le recordó la plática que tuvieron cuando apenas Miguel tenía un día en su casa

—Lo juzgue mal, El Teniente Díaz es un buen hombre—Exclamo recordando su mala actitud en el pasado

Ella solo se quedó callada viendo al Sacerdote tornar su rostro serio, seguía con el pensamiento que algo había cambiado, lo sabía, El Padre Keene estaba enamorado.

Y eso no podía suceder, por Dios eso no podia pasar,

[...]

Miguel cada que podía miraba la foto, aunque aún tenía la duda que porque Robby le había mandado una carta a su General.

No quería pensar mucho en eso, le daba un poco de celos de solo pensarlo, solo que aún no se podía sacar de la cabeza el rostro entusiasmado del mayor por la carta cuando le arrebato al soldado el sobre.

¿Que diría ese papel? Tenía la curiosidad, lastimosamente nunca sabría que decía.

Limpio su arma y guardo la carta en su uniforme, pidió un papel prestado con un sobre y empezó a escribir nervioso

[††††]

Amado Padre Keene: ¿Le molesta el inicio? Mil disculpas, no es mi intención ofenderlo, Aquí las estrellas no se ven mucho por las bombas, pero, el solo recordar cuando miramos las estrellas hacen que mi corazón se aceleré de la emoción.

Espero que los niños estén bien, los envidio en este instante porque comerán galletas cocinadas por usted.

Y gracias por sus oraciones, me hace sentir especial.

Apesar de la densa oscuridad en la que estoy sumergido sus palabras me sirven que consuelo, como añoro cuando leía para mí.

No puedo escribir mucho, pero estoy bien, las heridas han sábado con totalidad, gracias por preocuparse por mi.

Le añora; Teniente Díaz.

[††††]

—¿A quién le envía carta Teniente?—Pregunto Johnny acercándose mirando a su segundo al mando sellando un sobre

—General, Mando una carta a un viejo amigo—Mintió sintiendo una molestia al tener cerca al otro Alfa curioso

—Bien Teniente—Fue lo único que dijo el mayor antes de alejarse de él.

Soltó un suspiro y escribió el destinatario, entregandola al soldado encargado de la correspondencia

[...]

Pasaron días en los que Robby ni se inmutó de ver la carta del Obispo Brown pero sabía que debía hacerlo, no podía desligarse de sus deberes.

Así que esa noche abrió la carta y empezó a leer el pequeño papel

Padre Keene: Le informo que nos veremos junto con los demás Sacerdotes de la zona, en el Pueblo de Gales el martes a las diez de la mañana; Un asunto importante.

Cuando acabo de leer, parpadeo varias veces y paso una mano por su pelo.

¿Que sería el Asunto urgente? Se pregunto en lo que hacía la cena de esa noche para el solo.

Unas tostadas con mermelada de fresa y un poco de leche fue la cena, en la soledad de su casa miró la radio vieja que tenía, la prendió queriendo escuchar un poco de ruido aparte de sus pasos sobre la casa ya que normalmente cuando estaba solo prefería estar en silencio.

Las dudas empezaron a surgir, sobre su vida, no le gustaba dudar porque sentía que no estaba bien.

El ya había tomado una decisión; Sería Sacerdote por lo que restaba de su vida.

Se fue acostar con ese pensamiento demasiado decidido.

[...]

Ese pensamiento no duró mucho.

Cuando llegó la carta de Miguel,estaba en su cama sentado, sentía cosquillas en el estómago, las manos le sudaban y su rostro se coloreo de carmín cuando vio la primera palabra.

—¡Dios mío! —Exclamo no queriendo mirar más, lanzo la almohada hacia el suelo por impulso

Aunque su curiosidad de querer saber que más decía hizo que quisiera leer más.

"Le añora; Teniente Díaz"

Dejo la carta a un lado de el y miro a su almohada en el suelo.

Pequeñas gotas de sal empezaron a poner sus ojos vidriosos, y luego esas mismas gotitas descendieron sobre su piel callendo por su mandíbula

—Dios, ¿Hasta cuándo tendré este sentimiento?—Se pregunto avergonzado por lo que su corazón albergaba

No importaba cuánto rezara, simplemente no desaparecía.

Su día siguió normal, misas, confesiones, orfanato, obras benéficas, consolar al que necesita de consuelo, llorar con los que lloran.

Pero nadie lloraba con el.

Lloraba en la soledad de su cuarto, hecho bolita en su cama, tapándose con un edredón, queriéndose olvidar envuelto en sus sabanas.

¿Habría Alguien que lloraría con el? 

EfimeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora