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Estar en reposo no era lo suyo, definitivamente no lo era, sus ojos miraban de un lado a otro buscando algo que lo distrajera, pero no encontraba nada.

Miró toda su "habitación" de paredes de tela improvisada y se impaciento más, estaba aburrido, abrumado y sobretodo cansado.

Esa misma mañana vio entrar a su amigo Demetri y le informo lo que pasaba, iba a irse al hogar del Padre Keene.

La idea lo emocionaba un poco, bueno, en realidad mucho, aquel Sacerdote era diferente, probablemente porque nunca había visto a un Clérigo tan joven o porque era un omega, más seguro que fuera la segunda; sin embargo, aún podía recordar la mirada enfadada del Padre Keene, y aquello le daba un poco de diversión a su vida, si hacia enojar un par de veces al hombre podía hacer su vida un poco menos aburrida, sonrió mientras le daban el informe. Demetri lo miraba con los ojos entrecerrados, talvez hasta era capaz de leer mentes y él no lo sabía.

—No intentes hacer alguna travesura al Padre Keene, Porque ya no eres un niño Miguel—Le regaño el Doctor mirándolo retador a lo que él solo soltó un suspiro, vaya parecía que lo había descubierto en su plan malévolo.

—No te prometo nada Demetri—Le dio una sonrisa fingiendo inocencia

—Miguel Díaz, recibió una sola queja de ti y te regreso a la habitación más fea de este hospital—"Amenazó" el Doctor viéndose decidido a hacerlo.

—Oh por favor, no quieres que tú prometido se quede sin padrino antes de la boda—Sonrió y Demetri solo rodó los ojos poniéndolos en blanco para luego revolver su cabello con su mano

—Hablo enserio Miguel, nada de travesuras o hacer enojar al Padre Keene a pesar de que se ve muy tranquilo, Y si, Eli estaría muy triste si de repente su mejor amigo desaparece misteriosamente...—Lo último lo pudo haber dicho de una manera casi oscuro que lo vio sorprendido

—¿Me amenazas? —Pregunto temeroso el Alfa, pero Demetri empezó a reír

—Para nada tonto, solo se obediente, ¿Está bien? Bueno, te dejo, tengo pacientes que me necesitan—Y así el joven Doctor se fue dejando solo de nuevo y aburrido

Tendría que quedarse unos tres días más en el hospital y luego se hospedaría en la casa del Padrecito de ojos bonitos.

Los tres días pasaron volando cuando estaba en una silla de ruedas frente a la casa del Sacerdote a las 7:30 AM, con Sam a su lado tocando la puerta, al segundo sonido de la madera contra el puño del nudillo de la joven enfermera la puerta se abrió revelando al Padre Keene perfectamente vestido para dar la misa del día.

Los vio mirando a ambos y luego hizo seña de que entrarán, observo la casa, demasiado reconfortante.

La enfermera cargó una valija no tan grande donde estaban sus pertenencias, aunque él se negó a que la dama cargara sus cosas ella insistió y no hubo poder humano para que le diera su maleta.

Por dentro el hogar parecía ser muy cómodo, un pequeño sofá y arriba de un mueble una radio, las paredes pintadas de blanco una cruz de madera colgando con una imagen de Cristo sobre ella.

A lo lejos visualizo una cocina pequeña y un comedor, de ahí no pudo ver mucho.

—Muchas gracias Padre por permitir que el Teniente Díaz se pueda recuperar aquí, Es usted un alma tan buena—Dijo la mujer agradecida, vio que el sacerdote dar una suave sonrisa

Vaya, hasta que vio al Padrecito quitar su cara soldado mal parado.

Vio como el Sacerdote ahora dirigía su mirada a el viéndolo como si supiera todos sus pecados, el no tuvo opción más que sonreírle para que dejara de seguir mirándolo feo.

—De nada, Es un placer ayudar al necesitado—El Sacerdote de ojos verdes seguía mirándolo, su boca decía palabras bonitas pero sus ojos eran tan fríos y sin expresión que se sintió intimidado por el hombre

—Vendré en la mañana y antes del anochecer para curar sus heridas—Comento Sam viendo al Alfa sentado en la silla— Con permiso, me tengo que ir, el trabajo en el hospital cada vez es mas pesado —

Después de esas palabras ella se dejó dejando al Clérigo y al Teniente solos, A lo que Miguel le resulto un poco incómodo. ¿Y si el Padrecito lo mandaba a dormir en el suelo por la bromita de la vez pasada?

De solo pensarlo le daban escalofríos.

—Parece que tendré que cancelar la misa—Susurro para sí mismo Robby, El sentado en la silla no sabía que hacer más que mirar al hombre parado a su lado queriendo saber su estado de ánimo.

—Padre Keene por mí no se preocupe, usted puede ir a dar la misa, solo dígame dónde puedo dormir—Dijo viendo al hombre ponerse atrás de él y empujar la silla de ruedas llevándolo por el pasillo hasta observar dos habitaciones.

—Esta será su habitación—Indico el Omega señalando una habitación con una puerta más oscura que la otra, cuando la puerta fue abierta Observo que era una cama individual, pegado a la pared un ropero de tamaño mediano

También había un sillón pegado a la ventana, que estaba cubierta con unas cortinas blancas, su vista se volvió de nuevo a la cama, parecía tan suave, esperaba que lo fuera.

El Sacerdote empujó la silla hasta la cama, el Alfa se dio cuenta de que en ese instante tendría que pasar algo, y se empezaba a poner nervioso.

—¿Quiere sentir la cama? —Pregunta el Clérigo amable, al parecer el hombre si podía ser suave con él.

—Sí, por favor—Dijo casi en un susurro, los brazos fuertes del Clérigo lo agarraron por debajo de las axilas, poniendo su rodilla vestida con su sotana sobre sus piernas y lo alzó como si no pesará nada y lo acostó en la cama

¡Por Dios! ¡Ese Omega era muy fuerte!

Eso lo entusiasmo más, nunca había conocido a otro Omega más fuerte, bueno, Demetri era uno, valla que daba unas patadas que no quería volver a sentir.

Lo acomodo en la cama y se miraron a los ojos, entonces su Alfa interior hizo acto de presencia al aullar en su cabeza.

—Muy bien, ¿Gusta que le pase algún libro para que se entretenga mientras no estoy? —Pregunta el Clérigo serio viendo por un instante la pequeña biblioteca

Asintió viendo al hombre sacar un libro de una librería que no había visto antes en su vida.

—Muchas gracias Padre Keene, sé que Sam ya le agradeció por mí, pero realmente estoy agradecido por dejarme recuperarme en su casa, prometo no ser una molestia y ayudar en lo que sea que usted necesite—Y en lo que sea, se refería a todo, sin importar lo que fuera, la mirada verde del hombre lo miró asintiendo y luego le dio una suave sonrisa casi imperceptible.

—De nada Teniente, es un placer para mí ayudar a un servidor de la nación, Pero me ayudara bastante si usted se cuida como es debido, Lo dejaré un par de horas, la enfermera vendrá hasta en la tarde, probablemente ya esté aquí a la hora que ella llegué, Le pido que no se paré y si se para que tenga el sumo cuidado, Hasta luego Teniente Díaz—Dijo esas palabras aun mirándolo fijamente y después se dio la media vuelta para caminar rumbo a la puerta, cuando toco la manija de color dorado la voz del Alfa se escucho

—Por favor Padre, Llámeme Miguel, ese es mi nombre de pila—Comento el Alfa sentado en la cama, el Clérigo se dio la media vuelta para mirarlo y asintió entendiendo.

—Nos vemos hasta en la tarde Miguel —El nombre en la voz del hombre hizo que su piel se erizará, quedó cautivado cuando cada letra salió de su boca como la más deliciosa sinfonía, fue un deleite total, aunque luego el Sacerdote ya no estaba en la habitación.

EfimeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora