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Mientras daba la misa de ese día observo a un niño no mayor de quince años sentado hasta el fondo, alejado de toda la gente blanca.

Lucia sin esperanza...justo como el alguna vez lo estuvo.

Así que cuando termina la misa baja del púlpito y camina entre los oyentes y va hasta la banca de atrás donde el pequeño asustado lo mira, seguramente tiene miedo que lo corra, ha oído experiencias desagradables y nada dignas de representantes de Dios hacer lo mismo, pero él no es como ellos.

Siente las miradas de algunas personas, pero su vista solo se centró en el niño sentado.

Por su ropa se vio como hijo de una familia de clase baja, después que todos los miembros de la congregación se fueron solo quedaron aquel niño y él, y algunas monjas a lo lejos.

—¿Cómo te llamas niño? —Pregunto curioso mirando al jovencito sentado mirándolo fijamente

—Kenny Payne—Respondió en un susurro el niño, se sentó a su lado para darle más confianza

—Muy bien Kenny, ¿Que te trae a la humilde morada de Dios?—Pregunta viendo al joven jugar con sus manos con nerviosismo

—Necesito un consejo Padre—Murmuro el chico, Robby frunció el ceño, era muy raro que un niño se acercará por eso, pero no importaba la edad, todos en algún punto necesitan palabras de consuelo y apoyo

—Quieres contarme que sucede? —Observa que Kenny asiente y entonces el niño empieza a hablar

Mientras escucha cada palabra, su corazón se aprieta al ver al niño con la cabeza gacha mientras relata lo que le pasa.

Abraza al jovencito que al parecer no se ha presentado y puede sentir como se relaja al verse entre sus brazos, lo abraza por lo que se siente como si resulta varios minutos hasta que Kenny se separa.

—Muchas gracias Padre Keene por escucharme, ¿le gustaría ir a cenar esta noche a mi casa por agradecimiento? — Hace la pregunta esbozando una pequeña sonrisa que hace que su pecho se siente cálido

—Claro que me gustaría ir, ¿A qué hora sería? —El niño le sonríe y hace seña con los que indica a las 7

—Muy bien, ¿Puedo llevar un invitado? —Pregunta de inmediato pensando en cierto hombre que ya le cae mejor que se encuentra en su casa

—Claro que si Padre—Es entonces cuando el niño se va y él se queda sentado en la banca y observa la iglesia con fascinación, entonces se acuerda de algo.

Oh...

Había olvidado un pequeño detalle, no le dejo el desayuno al Tenien-, a Miguel...

Se acercó a la monja más cercana y le habló.

—Hermana por favor me voy a ocupar un momento, regreso en un rato—Indica y la monja asiente.

Sale de la capilla y camina apresurado hasta su casa, saca la llave de su bolsillo y abre la puerta, no escucha nada...solo hay silencio.

Camina lento hasta la habitación del Teniente y abre la puerta despacio para evitar el rechinar de las bisagras, después de adentrarse en el cuarto con pasos silenciosos se acerca viendo al hombre de barba durmiendo plácidamente, lo mira detenidamente el vello facial de su barba y bigote del color de su cabello, sus ojos cerrados en profundo sueño que las cubren sus tupidas pestañas, mira sus cejas pobladas y por último se fija en sus labios, la cara le arde de vergüenza al mirar ahí y aparta la mirada, su mano se acerca y cuando está a punto de tocar el hombro sano del Alfa se detiene

'¿Se enojará si lo despierto?'

Se pregunta algotemeroso por la reacción de aquel varonil hombre, porque debe reconocerlo,aunque no le agrade mucho, aquel Alfa se ve...imponente.

Vuelve a acercar su mano al hombro sano y entonces lo toca, lo retira un poco entonces escucha un sonido que sale de la boca del Alfa, se queda quieto esperando alguna reacción, lo ve fruncir el ceño y abrir sus ojos lentamente, hasta que logra mirar sus ojos marrones y luego una pequeña sonrisa

—Padre Keene, pensé que estaba en la iglesia—Dice con una voz ronca que lo logra estremecer, disimula devolviéndole la sonrisa pudiendo pasar como un gesto amable

—Olvide hacerle su desayuno Teniente—El hombre solo suelta una risa

—Pensé que habíamos quedado que me llamaría por mi nombre de pila—El Alfa se sienta en la cama con la sábana cubriendo lo de la cintura para abajo

—Lo siento, Es difícil acostumbrarme—Comenta apenado, aunque por dentro se está reprendiendo a si mismo por su error

—No se preocupe, me parece que tendremos el tiempo suficiente para se aprenda mi nombre—Menciona pareciendo que lo dice en doble sentido, no era su intención realmente, pero puede ver por una fracción de segundo el rostro escandalizado del Sacerdote

Tal vez el hombre parado frente a él no es tan santurrón, o él está demasiado corrompido.

—Seguro, ¿Le gustaríadesayunar un Pan francés? —Cambia la conversación tan rápido como puede paraevitar que haya un silencio incomodo

—Me encantaría—Parece que el hambre ha despertado en él ya que su estómago suena en ese instante y el Omega solo suelta una risilla

—Sí, lo he escuchado—Y el Clérigo sale de la habitación, se pone un delantal y empieza a preparar el desayuno, siguiendo un procedimiento para hacerlo.

Escucha el sonido de la silla de ruedas avanzar hasta llegar al comedor y entonces sus miradas se encuentran

El ambiente se siente como si todo fuera tranquilidad, de repente su aroma a Manzana y Menta empieza oler más.

Miguel detecta el aroma en el aire y simplemente es maravilloso, es entonces cuando se recuerda...

Que el hombre en la cocina es un Sacerdote.

EfimeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora