El Diablo encarnado en un soldado, o así piensa el, lo invita a pecar mientras que con sus manos que tienen un rosario en mano reza intentando desaparecer aquel espíritu maligno intruso en sus pensamientos... Porque un sacerdote solo tiene vida par...
En su mente aún no se podía sacar la imagen de la espalda del Clérigo con sus cicatrices, lo dolorosas que debieron haber sido y el agonizante dolor que probablemente sufrió Robby en silencio
Lo recordaba muy bien, enfundado en ese bata color dorado que acentuaba su figura con delicadeza, esa espalda ancha con una cintura delgada.
Con razón lo vio pararse muy recto al punto de que su espalda no tocará el respaldo del sofá, la vez que la hermana Luna salió del cuarto con un botiquín e incluso la mancha de sangre en el piso de la iglesia.
¿Cuál era la razón? No lo sabía.
En los pocos días que Robby estuvo atendiéndolo, el se encargó de visitarlo.
—Me ha llegado una carta— Vio la cara nerviosa del Omega al verlo
— ¿De qué trata? — Pregunto con curiosidad
— Han pedido que regrese a mi hogar— Exclamo Robby mirándolo, el casi suspira de alivio cuando lo dijo, sintió que el lugar en el que estaban no en dónde debía estar el Clérigo, mucha violencia y ni hablar de algunas miradas mal intencionadas de otros soldados— Aunque no quisiera dejarlo Teniente...
Sus palabras tampoco lo impactaron un poco, él tampoco quería que se fuera.
— Padre Robby, si es para que su salud mejore, sería lo más adecuado, ¿No lo cree más adecuado?
—Tiene razón Teniente.— Musito Robby con una media sonrisa
La mirada cálida que Robby le dio fue algo que lo hizo sonreír.
— Prométeme que me escribirás— Murmuro Robby viendo los ojos marrones del Alfa
— Claro que sí Padre Keene— Sonrió el Alfa queriendo acercarse al sacerdote y tomar su mano, sin embargo, no podía, todos miraban expectantes a cualquier acción de el
Lo vio agarrar su valija, pudo ayudar, en cambio recibió una pequeña sonrisa, devolvió el gesto, la sonrisa de su rostro desapareció solo para admirar al Clérigo sonriendo de frente, su cabello corto lo hacía ver más atractivo de lo que ya era, estaba completamente enamorado, no tenía ninguna duda.
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—Gracias por la foto Padre Keene!—Agradecimiento un soldado caminando para tomar más fotos a otros soldados
— Espero haber salido bien— Comento Robby girando su rostro a la derecha para encontrarse con la mirada embobada del Teniente, sonrojándose por la mirada del Alfa
— Estoy seguro de que sí— Musito, Algunos soldados miraban la interacción, no culpaban a su superior por quedar perplejo ante la belleza del Sacerdote
— Luce bien sin barba, Lo supe desde el principio— Comento Robby mirando la piel lisa y sin vello facial en la cara del moreno, incluso podría decir que se veía más atractivo
— Gracias— Tosió queriendo ocultar su sonrojo, el Omega se acercó a él poniendo una mano sobre su frente causándole sorpresa
—¿Se siente bien? — Pregunto el Clérigo preocupado por el hombre
— No se preocupe Padre Keene, estoy bien— Dio un paso hacia atrás para volver a mantener una distancia prudente, de reojo observo cuchicheos de otros soldados que con solo una mirada basta para que se quedaran callados
No pasó mucho rato para el carro de conduciría al Clérigo llegará, marcando así otra despedida.
— Nos volveremos a ver Teniente— Hizo una débil sonrisa el Omega, no quería despedirse, sus ojos no querían dejar de observarse, tuvo que ser duro para apartar la mirada y subir al carro
— Algún día...— Murmuro Miguel tratando de hacerse el fuerte poniendo la valija en la parte trasera del auto y lo despidió moviendo su mano de un lado a otro.
Se despedían una vez más, ¿cuántas veces más sucedería?
[...]
Tuvo que tragarse el nudo en la garganta que se empezaba a formar, no quería que el soldado a su lado lo mirará extraño.
El camino de regreso fue igual de largo que el inicio, su mente vaga a lo próximo que haría y como enfrentaría lo que viniera.
Cuando bajo del carro la hermana Luna lo miró con lágrimas en los ojos y lo abrazo, sintiendo lágrimas sobre su ropa, la dura mujer estaba llorando por él.
— Padre Keene, cuando nos enteramos de que había sido herido empezamos a rezar, todos estábamos tan preocupados por usted— Hablo rápido la monja mirándolo, hizo una sonrisa ante la preocupación de todos, pero más por la de ella.
— Gracias por orar por mí Hermana Luna, tenemos que ponernos al corriente, ¿No lo creé? — Vio como la dama limpiaba sus lágrimas y caminaban hacia su hogar, se pararon varias veces porque los pueblerinos llegan a saludarlo
Esperaba ver a Kenny, así que le pregunto a la hermana Luna
—¿Los Payne? Se mudaron hace un mes rumbo a América, al igual que los LaRusso— Notifico la Dama dejándolo sorprendido por la noticia
—¿Sabe la razón?
—No padre Keene, lo lamento.
Se quedaron callados hasta entrar a su hogar donde dejaron su valija por la sala, nadie lo criticaría por eso
— ¿Que tal estuvo...? — Inicio la plática la hermana Luna mirándolo fijamente, quería saber todo lo que había pasado porque presentía que algo cambio
— Lo ví Hermana Luna— Con eso fue todo para que el rostro de la beta cambiará a uno más serio
— ¿Sigue en esa idea Padre?
—Sí, sigo con esa idea.
La monja suspiro y dio su mejor sonrisa.
— No puedo hacer nada más que apoyarlo, no debería aconsejarle esto, pero cuando ese Alfa regrese de la guerra usted saldrá de aquí y pedirá que le quiten el estado clerical, porque usted será feliz— Dijo con tal convicción que lo hizo sonreír como no lo había hecho en meses
A pesar de que la monja no podía hacer más que aceptar cualquier situación que decidiera el Padre Keene, ante todo ella era su amiga y lo apoyaría.
Después de seguir platicando sobre las cosas que habían sucedido en el pueblo, la monja se fue para que el Clérigo tuviera tiempo de relajarse
Robby soltó un suspiro cansado, aun así prendió la radio, una melodía empezó a sonar, esbozo una sonrisa al darse cuenta de que era la canción que bailo con Miguel, era la segunda vez qué sucedía, que bonito recuerdo
Se sentó en la sala y abrió la biblia en el Nuevo Testamento
1 Juan 4:18
18 En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor, porque el temor conlleva castigo, y el que teme, no se ha perfeccionado en el amor.
Había leído tantas veces la biblia a lo largo de su vida nunca había comprendido bien ese versículo, lo leyó por qué pareciera horas, pudieron ser segundos e incluso minutos, comprendió que tenía miedo de amar, siempre lo tuvo, y había obtenido un castigo.
Eso cambió cuando conoció a Miguel en ese cuarto improvisado de hospital con su coquetería al primer instante, con el aprendió a amar.