Robby se metió a su habitación y se puso su camisón blanco de la parte de enfrente era simplemente bello, con pequeñas flores igual de blancas que la bata, tenía un pequeño elástico en las muñecas con holán, lo había adquirido con mucha discreción con una lugareña, no quería que su buen nombre se estuviera difamando y mucho menos ahora que había un Alfa en su casa...Las cosas podrían mal interpretarse de maneras espantosas.
Recordó la carta de su padre y la abrió ansiosa por saber que diría, se sentó en su cama y desdobló la hoja y empezó a leer cuidadosamente saboreando cada palabra escrita.
Querido Robby: No me meteré en tu vida, pero espero que hayas tomado buenas decisiones.
Sobre si estoy herido, No, no lo estoy así que puedes tranquilizarte, deseo que estés guerra acabe pronto porque quiero verte, no nos hace mucho vemos y te debo una disculpa presencial, Te amo mucho, sé que no fui el mejor, pero probablemente ya no tenga el tiempo suficiente para corregir mis errores; Soy un general cómo sabrá bien, y ahora tengo muchas más responsabilidades, y probablemente no escriba mucho.
¿Cómo estás?
Con Cariño.
General L.
La carta era relativamente corta y sin mucha información que dar, pero al menos su Padre estaba vivo, eso era lo que importaba, talvez debía acostumbrarse a las cartas cortas que le mandaría, suponiendo que no debía tener mucho tiempo para contestarle.
Dejo la carta sobre su mesita de noche junto con sus lentes, y se dispuso a dormir boca abajo totalmente cansado del largo día, sus suaves ronquidos no lo dejaban descansar como quisiera, aun no podía creer que a veces roncara, pero, se debía a que estaba muy cansado.
No sabía a qué hora era, probablemente de madrugada cuando escucho el grito de Miguel, otra vez, espantado brinco de la cama, descalzo salió corriendo abriendo la puerta de la habitación como lo hizo la vez pasada.
Miguel con el pelo algo revuelto lo miró asustado y ansioso, sus fermonas inundaron la habitación completamente a miedo, pero eso no impidió que él se acercará agarrándolo de la cara, sus manos algo frías hicieron contacto contra la piel cálida del Alfa que se miraba desconcentrado
—¡Miguel! ¡Mírame! — Dijo Robby completamente angustiado mirando los ojos marrones del soldado estaban a punto de romper en llanto
— L-Lo siento, no quise molestarte— Lo siguiente que supo Miguel fue que su cabeza estaba recargada sobre el pecho del Padre Keene oliendo el sutil aroma que desprendía y el olor de su bata a limpio, quería sentirse seguro y el aroma tenue del sacerdote lo estaba calmando
— No te preocupes, vamos solo relájate, ¿Quieres contarme que sucedió? — Pregunto apacible ignorando totalmente el estado en el que se encontró en su manera de vestir
— Soñé cuando la bala impacto contra mi hombro y luego impactaba en otros lugares, lo sentí tan real— Cuando el Alfa sintió la tibia piel del pecho del Omega contra su frente se sonrojo por lo que estaba haciendo, una mano acaricio su cabello de una manera casi maternal que lo hizo calmarse— Gracias por venir...—
Robby sintió que no debía decir nada y solamente acariciar el cabello del hombre un momento más. El aroma de un Omega ayudaba a calmar el estrés de un Alfa y cualquier otra emoción negativa según había leído en alguna ocasión o le habían comentado.
Los brazos del Alfa lo acercaron más a él, quedando sentado sobre su regazo, abrió los ojos demasiado sorprendidos, abrió la boca en una pequeña "O" mientras un sonrojó se instalaba en sus mejillas; Su bata atada por ese delgado cordón de fino hilo se había desatado accidentalmente y apenas se dio cuenta cuando sintió la mirada del Alfa sobre esa zona, su mirada penetrante lo puso muy nervioso.
— Teniente Díaz...
—Padre Keene...
Ambos se quedaron en silencio mirándose fijamente, nervioso empezó a balbucear y se apartó del regazo del hombre
— ¡L-Lo siento! ¡Fue un error mío! — Salió de la habitación completamente avergonzado tratando de tapar con sus manos la parte descubierta de su cuerpo
Miguel se paró de la cama lo más rápido que pudo aun cojeando un poco para tomarlo de la muñeca cubierta por su pijama
— Robby...Perdóneme, no debí jalarlo hacia mí. ─ Expreso nervioso mirando solamente el rostro comprensivo que acababa de poner el omega
—Teniente, fue un accidente, no se preocupe ─ Miro como la mano de piel morena agarraba toda su muñeca, el solo contacto provoco que su respiración se hiciera más lenta, el corazón le empezó a latir con fuerza y sus mejillas parecieran tornarse en un suave color carmín que por la oscuridad no se notaba mucho
—Realmente lo siento Padre Keene ─ Volvió a disculparse una vez mas no queriendo dejar de tocar al clérigo
—No tiene nada que disculparse, yo, yo me retiro
Salió de la habitación abrumado por sentir su corazón latir demasiado rápido por el contacto previo que tuvo con el Alfa, no entendía porque su cuerpo reaccionaba así con Miguel, cuando anteriormente había estado rodeado de Alfas y ninguno estaba provocando lo que el Teniente hacía con él, se dirigió a su cuarto donde cerró la puerta con cuidado y avanzo a su cama; Acostado en su cama aun mirando el techo con la luz apagada las lágrimas empezaron a caer por sus costados
— Perdóname Señor, soy un mal siervo, no debería pensar tan siquiera algo así— Susurro en voz baja llena de pesar jugando con sus dedos por el nerviosismo
[...]
Miguel sintió como su corazón se aceleró al tener demasiado cerca de su cuerpo al Omega, el oler sus fermonas provoco que su lobo se calmara y estuviera feliz. Sus sentimientos estaban demasiado confundidos y en su estómago se sentía como un revoloteo incesante, no quería confundirse, no era algo bueno para nadie.
—Ni siquiera debería pensarlo— Se dijo a si mismo frustrado por lo que estaba empezando a sentir. En una o dos semanas sería dado de alta y de pensar que estaría lejos del Sacerdote lo abrumaba.
Esa noche no pude dormir muy bien.
La mañana fue tranquila, se levantó temprano y camino a la cocina donde vio unos panqueques preparados con dos tazas sobre la mesa, Y fue entonces cuando vio la visión más hermosa que pudo haber presenciado en su vida.
Era el Padre Keene usando su traje de Sacerdote, como lo veía cada mañana, pero lo único que cambiaba era ese delantal blanco que traía puesto mientras silbaba alguna melodía que el desconocía, Apreciaba el momento que probablemente nunca podría volver a disfrutar y guardarlo en su memoria.

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Efimero
Novela JuvenilEl Diablo encarnado en un soldado, o así piensa el, lo invita a pecar mientras que con sus manos que tienen un rosario en mano reza intentando desaparecer aquel espíritu maligno intruso en sus pensamientos... Porque un sacerdote solo tiene vida par...