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Dos semanas...

Han pasado dos semanas desde que está en la casa del Padre Keene, su nueva rutina le gustó, era muy pacífica y entretenida, convivir con el hombre era algo completamente nuevo y algo extraño para él.

Las conversaciones con el Omega siempre eran interesantes, tenía mucho conocimiento demostrando que era un hombre muy inteligente, había conocido más sobre la Biblia en ese lapso de tiempo que en toda su vida y eso que su familia era católica devota y siempre había ido a la iglesia durante gran parte de la niñez.

Y esa tarde era el caso, Ambos sentados en la sala de la acogedora casa como empezaron hacer una semana atrás, El Clérigo tenía la Biblia en mano mientras le leía lo que decía el libro de Juan, él estaba sentado a su lado escuchando la relajante voz que poco a poco lo adormecía haciéndolo cabecear.

— El pueblo de Israel vivía en un ciclo, Obedecían, Cometían pecado, Dios los perdonaba, volvían a obrar mal y se arrepentían...El amor de Dios es así, Siempre nos va a perdonar, sin importar nuestro pecado—Escuchaba atentó, casi como si el hombre a su lado hubiera pasado ese ciclo sonaba que tenía experiencia, aunque él también la tenía, no era un santo.

—¿Usted ha pasado ese ciclo Padre? —Se atreve a preguntar, El sacerdote lo miró y dio una sonrisa triste, como melancólica...

—Creo que aún no lo he vivido, ¿Usted lo ha vivido Teniente? —Murmuro mirando las hojas llenas de letras del libro sagrado con algunas partes subrayadas

—Matar es un pecado, así que creo que sí— Soltó un suspiro y hecho su cabeza hacia atrás recargándose sobre el cómodo sillón color marrón

—Usted es bueno Teniente Díaz, Aunque tengo algo que decirle, No me espere en casa por una semana Tengo que arreglar unos asuntos muy personales—Solo comento no entrando en detalles, fue a su habitación y saco una pequeña valija con algunas cosas indispensables, Debía ir a la Iglesia con urgencia y alistar todo, pocas horas después el Sacerdote ya se había ido.

Miguel quedo confundido, esa misma tarde tuvo la visita del Doctor Demetri, que lo encuentra almorzando a las afueras del hospital.

—¿Porque el Padre Keene no estará en su casa? —Pregunta interesado y muy curioso, Demetri solo le sonríe como si el supiera lo que pasa

—Está en celo, Contigo cerca es muy peligroso—Dijo Su amigo de manera profesional dándole un bocado a su comida mientras lo mira

El solo pensarlo hace que tenga un tirón en el vientre, su Alfa interior se remueve ansioso por la noticia.

No sabe cómo sentirse porque lo hace así que decide preguntarle a Demetri.

—¿Tu sabes porque mi lobo se puso ansioso por lo que me acabas de decir? —Demetri lo miró con los ojos abiertos por la sorpresa, pero luego se recompuso, haciendo como si no le afectara tanto

—Es porque no hace estado con alguien, exactamente con un Omega en mucho tiempo Miguel, y la cercanía que tienes con el Sacerdote hace que se cree un lazo—Explico el Doctor, pero algo no lo terminó de convencer, él ni siquiera había tenido contacto con algún o alguna omega de otra índole, solamente se había enamorado una vez en su vida de una dama llamada Sarah Matthew.

Se sintió abatido, pero solo le dio una sonrisa a su amigo, después de eso Demetri se devolvió hospital dejándolo solo con sus pensamientos.

En celo...Esperaba que estuviera bien, se devuelve a la casa y abre con la llave de repuesto que le dio el Sacerdote con confianza.

Observa la casa, todo el lugar olía al Omega, y era completamente relajante, nunca había sentido tanta calma en un espacio de cuatro paredes a excepción de su casa en Los Ángeles.

Se preguntaba cómo lo estaría pasando, su Alfa interior necesitaría estar con el Omega.

Y aquello estaba mal, muy mal, no podía desear a ese hombre, no caería como lo hizo el Rey David con Betsabe, o eso decía la Biblia.

[...]

Al salir de su casa fue por su propio bien y el de Miguel, principalmente para él, Su hogar no era seguro para pasar un celo, menos con un Alfa en el mismo lugar.

Se resguardo en una habitación secreta dentro de la iglesia, dónde guardó unas pertenencias, el lugar era especial, cuando llegó al pueblito al principio no tenía casa, así que le prestaron esta pequeña habitación para que se quedará.

Miró en la mesa unas hierbas que controlaba su celo, quería tomarlas y continuar con su vida normal para seguir haciendo sus actividades, Pero, no tenía ganas de hacerlo, según el diagnóstico del Doctor Alexopoulos si seguía así corría el riesgo de quedar infértil.

Era un sacerdote, probablemente nunca tendría hijos así sería medio tonto que quisiera conservar su fertilidad, pero los sueños que había tenido durando su inicio de convertirse en sacerdote lo habían estado atormentando durante años; Después de un tiempo dejaron de aparecer, hasta que unos días atrás volvieron a surgir con más intensidad y frecuencia.

Lo cual era muy extraño, ahora acostarse en la cama individual con los ojos cerrados recordaba vagamente cómo en su sueño cargaba un pequeño bebé envuelto en manta blanca de cabello negro rizado

El sentimiento de tristeza se instaló en él, era absurdo que tuviera un sueño así cuando su vida era otra.

Se sintió caliente, su cuerpo empezaba a reaccionar a estar sin las hierbas de lo controlaban, como cualquier otro omega en celo.

Justo en ese momento estaba en ropa interior, había acabado de darse una ducha tratando de enfriar su cuerpo del calor interno que sentía.

Aunque esas horas que estuvo encerrado pudo meditar algunas cosas que no lo dejaron dormir y no había pensado en mucho tiempo.

¿Su padre seguiría vivo?

Muchas veces se lo preguntó y le dio tristeza si la respuesta era un no, sin embargo, aún tiene la esperanza, no le habían mandado ningún aviso, así que probablemente siga vivo.

El tirón en su vientre le hizo ponerse en posición fetal, tocó su vientre haciendo una mueca de dolor, agarro la almohada y enterró la mitad de su rostro sobre la superficie blanda

Odiaba estar en celo, las lágrimas empezaron a surgir y soltó un gemido de dolor poniendo presión sobre su vientre con su mano. Dio una respiración lenta y exhaló repetidas ocasiones, cerró los ojos y se quedó por más de un minuto en esa posición

Cuando sintió que el dolor podría lograr ponerse en su posición inicial, mirando al techo sin dejar de sobarse su vientre; Solo quería que esto parará porque no aguantaba el creciente deseo que su cuerpo empezaba a necesitar.

EfimeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora