02

385 37 4
                                    

Había perdido la cuenta de cuántos hombres había matado hasta el momento, y cuando sintió el dolor punzante de la bala atravesar su uniforme, con la adrenalina al tope ni siquiera sintió el dolor.

La siguiente fue en la pierna, después cayó al suelo, los demás soldados a su alrededor lo miraron asustados, escucho a uno gritar por un paramédico, pensó que iba a morir ahí mismo en medio de la tierra lodosa y cuerpos muertos a su alrededor.

Lo siguiente que vio fue el rostro de Demetri Alexopoulos, el prometido de su compañero de guerra dándole unas palmadas en el rostro diciendo algo que no alcanzaba a comprender, lo subieron a la camilla.

—No te duermas imbécil! No quiero que el General me asesiné a si te mueres─ Dijo el paramédico Omega dándole golpecitos en las mejillas para que reaccionara

Solo gimió de dolor cuando una palmada más impacto en su rostro.

─Vives o vives Díaz, Eli quiere que seas padrino en la boda─ Sonrió ante eso cuando el dolor punzo en su hombro

Se pudo haber desmayado ya que había despertado en una cama de hospital, se intentó parar cuando unos ojos azules lo miraron, por su uniforme le dio a entender que era Enfermera.

—Por favor Teniente, no haga muchos movimientos—Pidió amable la mujer, su cabello castaño estaba en un rodete con un par de mechones cayendo por su rostro, casi se atreve a coquetear con ella si no fuera porque sentía dolor.

—Lo siento Enfermera—Se disculpó algo avergonzado mirando como estaba semidesnudo

—Muy bien...Teniente Díaz, Me presento, Soy la Enfermera Samantha LaRusso, pero puede decirme Sam, seré la encargada de atender sus heridas, aunque me informaron que a causa de que vendrán más pacientes que se encuentran en estado delicado, Especialmente usted, tendremos que transportarlo a la casa de nuestro Sacerdote—Dijo ella con total profesionalismo mirándolo sería, el solo asintió algo confundido.

¿De todos los lugares, La casa del sacerdote? Que aburrida seria su estancia y recuperación.

—Presiento que quiero decir mis últimas palabras—Exclamo dramatizando su dolor, la enfermera lo vio asustada

—Ay no por favor, no se me vaya a morir, ¡Apenas es mi primera semana! —Dijo la ojiazul en pánico— Voy a llamar al Sacerdote! —Salió de la habitación casi corriendo

Se quedó mirando el techo, y se preguntó cómo estaban sus dos amigos, ¿Estarían vivos? Rezaba porque lo estuvieran.

Una boda...Eli & Demetri se iban a casar, era una buena nueva en este mundo de Guerra.

Un par de minutos después observo dos personas vestidas de negro, ¿Una monja y....Acaso ese ángel mandado por Dios era el Padre?, el realmente esperaba a un viejo cincuentón no a alguien bajado del Cielo, debía de tener mucha suerte o estaba muerto.

Confundido su Alfa interior empezó aullar de la alegría, el quedo maravillado con la figura clérigo parado frente a él.

Por un instante se olvidó de sus heridas.

¿Acaso la gloria de Dios ha venido directamente a mí? —Exclamo el hombre un poco coqueto, el hombre frente a él le dio una mirada que le dio miedo ante la seriedad que mostraba

—Le pido que no haga comentarios hacia la Hermana, Soldado—Dijo el Sacerdote en forma de amenaza a lo que él solo soltó un silbido, parecía que no había captado...

—Mi comentario no era para la Monja, Padre, ¿Cómo es que se llama? —Pregunta interesado en el Clérigo, observa que la monja que lo acompañaba los deja solos, se fija en los ojos verdes de aquel hombre sintiéndose hipnotizado por su tranquila presencia

—Soldado, Soy el Sacerdote Keene—Se presentó ante el con su rostro estoico, por supuesto él era un hombre que amaba hacer travesuras, así que le beso el dorso al joven Sacerdote viendo su mirada pasar de sorpresa a molestia en cuestión de segundos.

Parecía que al Padrecito no le caía muy bien, y apenas habían pasado unos minutos, no quería imaginar cómo sería convivir durante el largo tiempo de recuperación

—Mucho gusto Bello ángel del cielo, Soy el Teniente Díaz—Se presentó ante el Sacerdote con una sonrisa de lado, el semblante del hombre ahora serio.

Lo observo sentarse en la silla de madera acomodando su vestimenta para poder escucharlo con atención

—Me han llegado con la información que quiere confesarse, Así que dígame Hermano Mío, le invito a hablar—Sabia que el padre hablaba muy enserió, así que ya no podía hacer alguna broma o en definitiva no tendría lugar para acogerse.

—Ave María Purísima—Susurro viendo de nuevo los ojos verdes mirarle fijamente, algo se removió en su interior emocionado por la mirada que estaba recibiendo

—...sin pecado concebida—Exclama el Omega siguiendo el orden para una confesión

—En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo—El penitente se santigua

—El Señor esté en tu corazón para que te puedas arrepentir y confesar humildemente tus pecados. ─ Con eso siente que tiene el permiso de hablar, pero es acallado cuando escucha la voz del Clérigo—Señor, Tú lo sabes todo; Tú sabes que te amo, San Juan 21:17—

Él se queda mirando al hombre que se ve un poco menor que el, fascinado por como dice la sagrada escritura

—Ahora sí, dígame cuál es su pecado—Lo escucha hablar, su mente queda en blanco, se mira las manos y observa sangre en ellas, sabe que no hay nada y que solo es producto de su imaginación, pero a veces la imagen se pone ahí como si fuese real

—A veces...me arrepiento de haber venido a esta guerra, he roto uno de los mandamientos de Dios, Padre, el de no matarás, he visto a compañeros morir frente a mis ojos y no puedo hacer nada; sé que es normal pero muchas veces me gustaría terminar con mi propia vida antes que me la arrebate alguien más, me gusta vivir Padre pero no me gustaría morir de una manera cruel, sé que es ilógico que lo diga porque soy un soldado que fue entrenado para matar...—Confeso viendo el rostro misericordioso del Sacerdote que ahora le había tomado la mano en forma de confortación y asintió comprendiendo sus palabras

—Hijo Mío, Sé que deseas aliviar tu dolor físico, mental y espiritual que estás pasando por estetiempo de Guerra, en el cual tú no eres culpable por matar a esos hombres, lohaces para defender tu vida y Dios lo sabe, Y si en algún momento has tenido el pensamiento de acabar con tu propia vida, solo el podrá juzgarte—Su corazón se regocijo con esas palabras, los ojos compasivos del hombre sentado frente a él le hicieron mirar desde otra perspectiva su visión sobre las cosas

El aroma dulzón que desprendía el clérigo le nublo los pensamientos por un momento, ese olor tan peculiar...le gustaba mucho y a su lobo también.

Era el olor de un Omega, pero no cualquiera...todo pensamiento quedó deshecho cuando vio entrar a una figura alta en bata de Doctor.

Se trataba de Demetri con una pequeña sonrisa, sonrió de vuelta con un poco de dolor.

—Sabía que no te ibas a morir Díaz—Comento bromeando, aunque luego cambio su rostro al ver al Clérigo sentado y dio un saludo respetuoso

El Sacerdote asintió con la cabeza y dio una débil sonrisa.

—Discúlpeme Padre, Soy el Doctor Demetri Alexopoulos—Se presentó el más alto con el Clérigo estrechando sus manos en un saludo amistoso.

—Mucho gusto Doctor, Soy el Padre Keene—Exclamo dándole una pequeña sonrisa, aquel Omega médico frente a él olía muy lindo, su Omega interior se empezó a remover contento ante las fermonas dulces 

 Apretó fuertemente la biblia que tenía en las manos por lo que le sucedía en el interior, Su lobo desde aquel día no había hecho acto de presencia.

EfimeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora