Todo había cambiado, la desaparición de Emilio fué lo peor. Días, semanas, meses buscándolo, pero nunca lo encontraron, así que lo mejor fué darlo por perdido.
A veces las personas desaparecen sin motivo alguno, sin embargo, otras veces desaparecen...
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El disparo sonó en toda la comisaria. La sangre comenzó a brotar de su pecho y mientras se lo sostenía caía al suelo cómo un peso muerto. Escuchó el grito de terror de su hijo y pudo observar cómo Arath se abalanzaba hacía el policía y lo tiraba al suelo. Lo último que pudo ver fué la carrera de su hijo hacía él, después de eso todo se hizo oscuro.
En cuánto recibió aquella llamada recogió lo más rápido posible todo lo que necesitaba y salió de la casa. Condujo rápido, nunca había conducido tan rápido. Temía más por lo que podría ocurrir que por si él tuviese un accidente. El hospital estaba demasiado lejos y él lloraba demasiado. La espera en los semáforos era interminable, sentía que iba a caer en un profundo sueño del que quería despertar. No podía hacerse la idea de que aquello era real. Sólo quería volver a casa con su familia, mantener a su familia sana y a salva.
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Una vez llegó, se abrió paso por las puertas del hospital, pero evidentemente no iba a ser tan fácil. Un auxiliar lo detuvo antes de que cruzase corriendo el pasillo. Él sólo podía balbucear el nombre de su marido. "Osorio, Emilio Osorio" susurró. El auxiliar al observarlo en aquel estado lo acompañó sosteniéndolo de los hombros, Joaquín sentía que iba a desmayarse en cualquier momento.
- Están haciendo todo lo posible por él. - se detuvieron en medio del pasillo dónde no había nadie - ¿Eres su pareja verdad? - Joaquín asintió - Debes mantener la calma, me he informado de vuestra situación. Tu hijo está siendo atendido también, tuvo una crisis de ansiedad cuándo vió así a su padre. Su amigo está en la sala de espera, voy a llevarte con él - Joaquín volvió a asentir
Con prisa se acercaron a la sala de espera, la cuál se encontraba cerca de las habitaciones de ambos Osorio. Una vez allí, Eduardo se abrazó a él lo más fuerte posible. El pelinegro asintió hacía el auxiliar, cómo dándole las gracias por haberlo atendido. Joaquín temblaba y lloraba. Su llanto podía escucharse desde la otra punta del hospital.