Todo había cambiado, la desaparición de Emilio fué lo peor. Días, semanas, meses buscándolo, pero nunca lo encontraron, así que lo mejor fué darlo por perdido.
A veces las personas desaparecen sin motivo alguno, sin embargo, otras veces desaparecen...
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Los días pasaban, Joaquín había conseguido pasar a ver a su marido, aunque éste se encontraba inconsciente aún. Deseaba volver a su casa con Emilio, pero parecía que aún quedaba mucho para eso. Acudía todos los días al hospital. Después de dejar a Enzo en la escuela se acercaba un rato y cuándo estaba muy cansado regresaba a su domicilio.
Ahora mismo se encontraba de camino, llevaba días sin dormir, apenas comía y tenía muy poca esperanza en que todo saliese bien, pero no podía perder la cabeza. Entró cansado al hospital, le habían dado una especie de tarjeta dónde ponía que era familiar de un ingresado, así nadie hacía preguntas. Cuándo llegó a la planta dónde se encontraba la habitación, pudo observar cómo se formaba un gran revuelo frente a la puerta de la habitación del rizado. Cuándo los médicos y enfermeras lo vieron acercarse intentaron calmarle, pero era obvio que algo no iba bien.
- Buenos días, Joaquín - dijo uno de los médicos de Emilio
- Buenos días, doctor, ¿ocurre algo? ¿Porqué estáis tanta gente aquí? - preguntó mirando uno a uno
- Se trata de algo delicado
- Dígamelo - encaró el ojimiel
- Verás, Emilio...
- Déjenme salir de aquí, no sé qué estoy haciendo aquí
De pronto de la habitación salió Emilio aún con la bata del hospital sobre él. Joaquín lo miró con los ojos cristalizados e inmediatamente se acercó a abrazarlo. Emilio se quedó estático, se encontraba demasiado desorientado en ese instante.
- Menos mal mi amor - susurró Joaquín en su cuello - Tenía tanto miedo
Emilio no sabía qué ocurría, pero por instinto llevó sus manos a la espalda de Joaquín y la frotó suavemente.
- Emilio es mejor que entres dentro - dijo el doctor
Junto a una enfermera, Emilio entró de nuevo en la habitación. Joaquín tapó su boca debido a la emoción. Su marido estaba ahí, de pié, abrazándolo, vivo. Sonrió, estaba demasiado contento y el doctor lo apartó del resto para poder hablar tranquilamente con él.
- Muchas gracias doctor, es un milagro
- Yo sólo he hecho mi trabajo, aunque cómo te decía se trata de algo delicado
- Sí, perdone. Dígame
- Verás, la operación de Emilio ha sido todo un éxito, sin embargo, hay algo más
- Continúe - dijo Joaquín algo nervioso
- En el momento en el que le dispararon él cayó al suelo golpeándose fuerte la cabeza. Su cerebro está lesionado por aquel golpe modificando las señales que se envían los nervios entre sí
