Capitulo 2.

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-Les sonrió como si nunca hubiera llorado por ellos.-

Aegon se despierta con su cuerpo aún adolorido, pero con su mente clara y sin dolor. Mira a todos lados y se da cuenta de que ya no se encontraba en la sala de curación, sino que estaba en su habitación, aquella que tenía cuando solo tenía seis o onomásticos. Lentamente mira sus manos, son pequeñas y él es pequeño, lo sabe porque cuando se levanta su cama es más grande que él. Camina hacia el espejo que se encontraba y ahí tiene toda la verdad que se había negado a aceptar, ahí en el espejo estaba su yo de seis. Él tenía seis de nuevo.

Quiere gritar por lo que estaba viendo, no quiere tener seis de nuevo, no quiere tener que ver a su padre, madre, abuelo y media hermana de nuevo. Aborrece todo lo que ellos presentan, todo lo que ellos le hicieron y le hicieron a sus hermanos para tener un miserable futuro.

(Si Rhaenyra hubiera hablado con ellos, compartido con ellos, entonces nada de esto hubiera pasado. Si su padre hubiera estado más presente en sus vidas y lo hubiera tratado con cariño como a Rhaenyra nada de esto hubiera pasado... Si su abuelo no fuera un cabrón obsesionado por un miserable trono y su madre tan manipulable, nada de esto hubiera pasado.)

Pero Aegon no grita, no hace nada, solo se mira para luego ir hacia la guardería, en donde de seguro sus hermanos se encontraban siendo cuidados por las nodrizas o sirvientas. Camina hasta llegar a la guardería y cuando entra es cuando los ve. Aemond se encontraba llorando mientras la sirvienta que lo tenía trataba de calmarlo, Helaena estaba jugando con sus juguetes mientras murmuraba cosas. Se queda paralizado viéndolos tan pequeños y vulnerables que realmente quiere llorar con solo verlos de esas formas, eso es hasta que una sirvienta nota su presencia.

-Príncipe Aegon, ¿Necesita algo?.-

-¿No debería de estar en su cama descansado, su alteza?.- pregunta aquella sirvienta que tiene a su hermano llorando. Ignora las preguntas de las dos y se acerca a dicha sirvienta, para luego hacerle una seña para entregarle a su hermanito. Ella lo mira sorprendida y con algo de duda, pero Aegon la mira con ojos serios haciéndole saber su orden, la sirvienta algo dudosa le entra al bebé llorando y cuando lo tiene en sus brazos inmediatamente Aemond se calma.

Todas las sirvientas se sorprenden por el hecho de que Aemond había dejado de llorar, mientras tanto Aegon se encuentra mirando a su hermanito con dulzura y otras emociones complejas. Con cuidado trata de no poner tanta fuerza en el cuerpecito más frágil para no romperlo, siente que el cuerpo de su hermano es como un cristal que con un solo movimiento puede romperse, así que trata de sostenerlo con cuidado. Mientras eso ocurre, siente los ojos de Aemond sobre él, mira aquellos enormes ojos indigos, (no hay zafiro en aquel ojo que le fue arrebatado) e inesperadamente su hermano le sonríe como el bebé inocente de solo tres años que es.

Aegon siente sus ojos humedecerse por la sonrisa y no tiene el coraje de llorar por ello, así que él también le devuelve una sonrisa. Con Aemond en sus brazos camina suavemente hacia Helaena y se sentía a su lado, la pequeña Targaryen mira a su hermano confundida, por lo que Aegon le sonríe suavemente a ella también, es más, le da palmaditas suaves en su cabeza. Helaena solo puede mirar a su hermano para luego sonreír y acercarse a él, apoyar su cabeza contra su hombre y quedarse ahí mirando de vez en cuando al bebé Aemond y a Aegon que sonríe suavemente mientras los observa.

Helaena no tiene idea de que pasa, pero cree que es algo bueno si su hermano está con ellos.

(Desconoce el futuro amargo que le espera al igual que Aemond, un futuro que solo Aegon sabe y que solo es una muerte segura; sangre contra sangre, dragón contra dragón, hermana contra hermano. Un futuro que solo propaga sangre y destrucción sin importar nada.)

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Con los días que pasan, Aegon se encuentra mirando hacia un futuro donde él y sus hermanos vivirán. A la mierda el trono, su padre, hermana, madre y abuelo. A la mierda todos ellos, él se irá con sus hermanos una vez que sea lo suficientemente mayor, desaparecerán en Essos o en los lugares pobres de desembarco del rey y nadie los encontrará nunca. Dejarán a esta familia llena de falsedad, pero primero va a criar a sus hermanos para que sean buenas personas (no como su madre que solo los crio con odio y resentimiento hacia su hermana, provocando que ellos sean unas mierdas de personas) y cuando tengan quince onomásticos se irá con ellos.

A pesar de tener eso en mente, sabe que hay algo que necesitará para hacerlo; dinero. Necesita dinero para cuando se larguen del desembarco del rey y para vivir en el lugar al que huyan, es por eso que había comenzado a guardar las monedas de oro que se le daba, ya sea para jugar o para que la mirara. Algún día tendrá lo suficiente como para irse con sus hermanos y que no les haga falta nada.

Dejando su problema de dinero, comienza a pasar tiempo con sus hermanos y su padre no parece más que encantado, aunque a veces lo mira con algo de inquietud. No le toma importancia, decide que es mejor ignorar el hecho de que su padre está vivo nuevamente, ya no necesita la atención o aprobación del rey; eso mismo con su madre, la cual no había figurado luego de que la enfermedad se haya ido (no le sorprende, su madre siempre lo ha tratado como un peón para su abuelo).

Aegon deja de preocuparse en esas pequeñeces y presta atención a Aemond que ahora se encuentra a su lado mirando como peina a Helaena en su habitación.

-Tienes que girar un poco aquí y listo... No está mal para un primer intento.- se dice así mismo mientras mira la trenza algo chueca en el cabello de Helaena, algo de vergüenza pasa por su rostro, ya que él nunca había peinado a su hermana antes, así que es normal que sea malo en el primer intento.- ¿Te gusta, Hel?.- ve como Helaena se encuentra mirando su peinado en el espejo, a pesar de que está torcida y algo desarreglada Helaena asiente con la cabeza y una gran sonrisa.

-Me gusta, es lindo.- susurra para pasar suavemente sus dedos por la trenza, como si tuviera miedo de deshacerla con un toque.

-Lindo, lindo.- dice Aemond mientras mira la trenza de Helaena. Aegon sonríe y siente que puede tranquilizarse con esas confirmaciones.- Yo también, querow lo mismo que Hel.- las palabras de su Aemond salen aún torpes por el hecho de que es un bebé de tres años, pero él sabe lo que quiere.

-No puedo hacerte el mismo peinado, Aemond.- dice y se gana un puchero de su hermano por ello.

-¿Por qwe no?.-

-Porque tu cabello es corto y tienes que esperar a que crezca.- había una mirada de contemplación en el rostro de Aemond y luego hubo una mirada brillante.

-Deware crecer cabello y tu hacerme lo mismo qwe Hel.- Aegon sonríe ante las palabras de su hermano y acaricia su cabello, despeinándolo en el proceso.

-Bien, cuando llegue ese día te haré muchos peinados con Helaena, ¿Si?.-

-¡Sí!.- recibe una repuesta bien entusiasta y eso solo calienta más el corazón de Aegon. El Targaryen mira a su hermana y solo una sonrisa de esta hace que se sienta vivo de nuevo.

Tenía a sus hermanos de vuelta, vivos y vulnerables. Doloroso fue cuando se dio cuenta de los jóvenes que eran cuando el odio en su familia comenzó, pero ahora él estaba ahí para proteger a sus hermanos, su única familia. Los protegería del amargo destino que les espera, cómo debió haberlo hecho antes, como el hermano que debió ser y que ahora será.

Sangre renacida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora