Tres años más, Aegon sabe que algo grande se estaba acercando, algo más que la danza de dragones, pero espera que sea algo que puedan manejar cuando llegué. Ahora tiene veintiuno onomásticos, la misma edad en la que las cosas habían comenzado en la danza, en la que sus hijos tendrían entre cinco y uno onomásticos en estos momentos, el sería esposo de su hermana y marioneta de su abuelo.Pero no ahora.
Ahora el tiene veintiuno onomásticos, no tiene esposa, pero si tiene hijos (sus hermanos y sobrinos son sus hijos) y él los ama demasiado. Son niños que el ha criado, los ha visto crecer en adolescentes y adultos bien formados, son justos, pero a la vez cariñosos y protectores con sus seres amados. Aegon está orgulloso de eso, ya que el crío a esos niños y parece que lo hizo bien.
Puede que antes, Aegon haya tenido dudas de su crianza en sus hermanos, tenía miedo de que tal vez no sea una buena figura paterna (no es como si lo hubiera sido en su pasado con sus hijos) y que pueda arruinar a esos niños como su madre lo había hecho antes. Sorpresivamente, no lo había hecho, incluso crecieron mejor de lo que Aegon había previsto bajo su cuidado, así que está tranquilo con eso.
-Mi príncipe.- la voz suave de una mujer; una adolescente que el conoce lo hace salir de su cabeza y concentrase en ella.
-¿Qué sucede, Lynna?.- le pregunta a la sirvienta con una ligera sonrisa.
-Los príncipes y la princesa lo llaman hacia el campo de entrenamiento, mi príncipe.-
-Iré a verlos pronto, gracias por avisarme, Lynna. Y, ah, casi lo olvido, puedes llamarme Aegon, Lynna, después de todo somos amigos.- Aegon le sonríe a Lynna y esta le sonríe suavemente.
-Gracias, mi prin-Aegon.- Aegon le sonríe para salir de la habitación dejando a su amiga atrás.
Aegon camina por los pasillos con lentitud, no está apurado por llegar, quiere disfrutar un poco del silencioso momento, de perderse en sus pensamientos y recuerdos (se pierde en los recuerdos de dos pequeños bebés siendo sostenidos por las parteras). Al final, cuando llega al campo de entrenamiento, sus ojos se posan en los niños y en la niña que están practicando con la espada. Ninguno se dio cuenta todavía de su presencia, así que Aegon aprovecha para mirar las habilidades de sus niños. Observa las posturas de Aemond, Daeron, Lucerys y Jacaerys, es algo desequilibrada, también nota la forma en la que Helaena sostiene su espada; ella es la que está más equilibrada en cuando a ello.
Cuando Helaena había dicho que quería aprender el manejó de la espada lo sorprendió mucho, pero no le negó, le pregunto si eso es lo que quería y ella asintió con fuego en sus ojos; ese mismo día, Helaena había comenzado a entrenar. Eso fue hace ya un año y el entrenamiento estaba dando sus frutos, Ser Harwin había estado ayudando con eso (ya que Ser Criston no quería enseñarle a una mujer el tema de la espada).
Aun mirando el entrenamiento descubre que hay algunas cosas que los niños necesitan pulir mejor, el tema de balance, de los golpes y los huecos que dejan en los momentos en que se mueven. Su mirada aún sigue en los niños y cuando la levanta se encuentra con aquellos hermosos ojos indigos como los suyos; Helaena lo está mirando como los grandes ojos de un dragón.
-Hermano.- Helaena le sonríe y deja la espada para acercarse a él corriendo, Aegon la toma en sus brazos cuando se estrella contra él.
-Hey, Hel, veo que has estado entrenando muy duro.- ante la repentina acción de Helaena, los chicos habían dejado de blandir sus espadas y se había acercado hacia ellos.
-¿Por qué te tardaste tanto en venir?.- preguntan tanto Aemond cómo Daeron una vez que estaban cerca.
-Estábamos pensando que te habías dormido, tío Aegon.-
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Sangre renacida.
FanfictionAegon muere y tiene la oportunidad de volver al pasado, esta vez, él cuidará de sus hermanos menores que claramente necesitan terapia, pero bueno, ¿Quién no la necesita en toda su maldita familia?. Estos personajes no me pertenecen, pertenecen a Geo...