Capitulo 5.

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Luego de esa cachetada y que su madre saliera despavorida por ella, Aegon piensa que todo termino y puede relajar su cuerpo tenso. En sus brazos aún están sus hermanos pequeños, los cuales no habían parado de llorar y parecía que no se iban a despegar de él para nada del mundo. Lo cual está bien, le pide a unas sirvientas que traigan algunos pasteles para que Helaena y Aemond pudieran comer un poco. 

(si ven su mejilla roja con dedos marcados, ellas no preguntan nada)

Las sirvientas no habían tardado en traer los pasteles y sus hermanos un poco más calmados habían comenzado a comer como él les había enseñado unos días atrás. Helaena y Aemond estaban callados mientras comían, pero Aegon podía sentir la mirada de sus hermanos sobre él.

-Me pondré un poco de pomada cuando vayamos a dormir, así que no tienen que preocuparse por las marcas.- dice para comenzar a comer pastel también, los dos niños pequeños solo asintieron con la cabeza y siguieron comiendo, parecía que todo había cambiado por un golpe. Cuando llego la noche se fue a dormir con sus dos hermanos en su cama abrazados luego de la tarde estresante. Ni siquiera habían bajado a comer, le habían dicho a la sirvienta que avise a la familia que no tenían hambre y que se encontraban durmiendo demasiado temprano.

Al otro día, luego de lo sucedido, Aemond y Helaena habían comenzado a actuar distantes con Alicent, a pesar de que la reina quería disculparse con Aegon por lo que había hecho, los dos Targaryen menores habían impedido que su madre lo hiciera, porque para ellos no había perdón por lo que había hecho y ella era un monstruo a sus ojos. Realmente desde ese día, Aegon supone que cualquier buena relación que sus hermanos tenían con su madre se había esfumado en el viento para siempre.

Aegon había tratado de hablar con sus hermanos al respecto del trato, pero ellos le dieron una negativa a medida que están hablando.

-No podemos hablar con ella, da miedo, y sí… ¿Y si nos golpea a nosotros también?- la voz de Helaena está llena de miedo que provoca un sentimiento grande de protección de su parte.

-Nunca dejaré que ella los lastime, primero se la daré de comer a Sunfyre si les levanta una mano encima, ¿Entienden?.- tanto Aemond cómo Helaena asienten con la cabeza antes sus palabras.

-Perow, ¿Tenemos que hablar con mamáw?.- Aemond pregunta con timidez mientras lo ve y no puede encontrarse diciéndole a su hermano que debe hacerlo.

-No tienen que hacerlo, al menos si ustedes no quieren. Lamento haberlos querido presionar para que le hablaran.- dice Aegon para acercarse a sus hermanos y abrazarlos, se siente mal, como si hubiera hecho lo mismo que su madre, pero sabe que no es así, ya que sus hermanos no estarían abrazándolo en este momento.

-Solo querías que la tratemos bien, aunque ella no lo hizo contigo, así que no tienes que disculparte hermano.- su dulce hermana siempre tan buena y pura ve a través de sus acciones.

-Aun así lo lamento, no debo presionarlos u obligarlos que hables con alguien cuando no quieren, nadie debe hacerlo.- 

-Hermanow bueno, siempre nos cuidarás, ¿Verdaw?.- Aegon le sonríe suavemente a Aemond y Helaena, para luego asentir con la cabeza.

-Siempre los cuidaré, no dejaré que nadie les haga daño, lo prometo.- lo dice con tanta seriedad que los dos niños le creen, su hermano siempre los ha estado cuidando en todo momento, nunca les ha hecho dudar de su palabra de que los protegerá de todo lo que venga.

Después de todo, Aegon es el dragón mayor que cuida de sus crías y ya saben lo que dicen cuando se meten con la cría de un dragón; Esa persona siempre está destinada a sufrir la ira.

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Cuando la noche cayó y Aegon había acostados a sus hermanos, él camina hacia afuera de la cama y prende unas velas, para luego arrodillarse y juntar sus manos. Estaba por rezar por primera vez en toda (incluso en la anterior) su vida. 

-Esta es mi primera vez rezando y no sé cómo hacerlo, así que tengan paciencia por mí.- murmura nervioso para pensar en que decir. Aegon nunca fue religioso, no creía en los dioses, pero si existen son dioses crueles por permitir todo lo que había pasado.- Primero quiero decir que son unos imbéciles por permitir que todo eso haya pasado, que son crueles por traernos a un mundo con sangre e inhumano y por dejar que toda la familia se haya ido a la mierda.- se queda en silencio unos segundos pensando en que más decir y luego habla de nuevo.- Pero también estoy agradecido de que me hayan dado está oportunidad, no sé que quieren que haga, pero no lo haré, seguiré mis propios instintos y salvaré solamente a mis hermanos. No es como si no estuviera salvando a otras personas en el camino, una vez que nos hayamos ido no habrá reto alguno para Rhaenyra y ella gobernará como debió de ser antes, así como sus hijos luego de ella. Eso es todo lo que puedo asegurarles.- 

Con esas palabras Aegon termina de ‘rezar’ y se levanta del suelo para luego apaga las velas y camina hacia la cama donde duermen sus hermanos, solo para subirse y quedarse dormido en un parpadeo. Después de todo, él ya había dicho lo que quería decir y puede descansar mejor con su mente ligera. 

Lastimosamente, las pesadillas comenzaron a inundarlo. 

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-¡Eres ahora el rey, así que levántate y pon orden a tu pueblo!.- la voz de Alicent retumba en la habitación y Aegon de cinco y veinte la mira desde su cama con su cuerpo roto.

-Vete, madre, no estoy de humor.-

-¡No me importa que no estés de humor, levántate ahora mismo! Cómo pude tener un hijo tan estúpido, ¿Por qué tuvo que morir tu hermano y hermana? ¿Por qué no moriste tú en sus lugares?- Esas palabras habían tocado un nervio en Aegon que incluso con su cuerpo roto se había medio sentado en la cama.

-¿¡Y de quién es la culpa de sus muertes!? ¡Es tuya! ¡Es tú culpa por codiciar el trono, es tú culpa por no haberme hecho frente a tu padre y es tú culpa que la vida de Helaena haya sido miserable! ¿¡Por qué no pudiste dejar atrás las ideas del abuelo, porque tuviste que condenarnos de esta manera!? No solo me condenaste a mí, sino que también a Helaena Aemond, por los dioses, incluso al pequeño Daeron que nunca volvió aquí cuando tú y padre lo mandaron lejos.- las palabras salen sin poder detenerse y sin darle oportunidad a Alicent de responder.- ¿Por qué eres tú la que se queja? No estuviste ahí cuando el cuerpo sin cabeza de mi pequeño Jaehaerys era sostenido por Helaena mientras mis otros dos niños miraban la escena, no estuviste ahí cuando asesine a Rhaenyra haciendo que su hijo mirara y no estuviste ahí cuando no pude traer de vuelta el cuerpo de Aemond luego de que Daemon lo asesinara. No estuviste en ninguna de esas situaciones y por ello no entiendes nada.- 

No hay sonido alguno luego de sus palabras, Alicent se había quedado callada y Aegon respiraba superficialmente mientras agarraba una copa con leche de amapolas, la cual necesita para sobrevivir.

-Lo siento, cariño. Lo siento tanto.- una mueca aparece en el rostro de Aegon, mira a su madre por primera vez con desdén y cansancio.

-Es tarde para las disculpas, Alicent Hightower.- susurra para verla desaparecer de sus aposentos, dejándolo solo en su miseria como siempre lo ha hecho. 

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Aegon se despierta con un jadeo y algunas lágrimas en sus ojos, mira desesperadamente a sus alrededores y se calma cuando ve que está en su habitación y que sus hermanos están durmiendo en su cama todavía. Lentamente, se sienta en su cama para limpiar las lágrimas que están cayendo por sus mejillas. Mira su mano mojada y la aprieta cuando piensa en aquella pesadilla.

<Siempre llegas tarde para tus disculpas madre. Siempre lo haces.>

Aegon piensa amargamente para soltar un suspiro y mirar tanto Aemond cómo a Helaena, los cuales se encontraban aún dormidos y con cariño acaricia la cabeza ambos niños.

<No seré como madre, no llegaré tarde y estaré ahí para cuando me necesiten ustedes dos, Incluso cuando Daeron nazca serán tres y los cuidaré como debía de haber hecho antes. Esta vez, no seré un dragón perdido, seremos cuatro cabezas que se defienden entre ellos, así nadie nos lastimara jamás.>

Después de todo, un dragón solo en el mundo es algo terrible y cuatro dragones juntos son mejores que uno solo, al menos así era aquella frase, ¿No?.

Sangre renacida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora