Adiós.
Luary estaba en la sala mirando su mano, tenía heridas por rascarse tanto. Athan la vio al salir de su habitación, se acercó a ella con el botiquín en la mano. Sacó banditas con dibujitos y buscó por si había otras sin dibujitos. Suspiró resignado, TJ era un niño, hasta en las pequeñas cosas. Tomó una y se la colocó a Lu.
–Perdona por lo de hace un rato. –Dijo ella. –Seguro me vi muy patética.
–Te veías tierna. –Le dijo sonriendo. –Ahora te verás aún más con estas... cosas.
Lu soltó una risita al ver sus dedos con dibujos.
–Ven conmigo, vamos a cocinar.
–Ah, no. Te aseguro que es una muy, muy mala decisión.
Aun así, le acompañó a la cocina, Athan preparó la tabla de cortar y un cuchillo afilado.
–Te enseñaré, no es tan complicado. –Luary tomó con miedo el cuchillo mientras Athan escogía la música. –¿Alguna canción que quieras escuchar? –Ella negó. –Escogeré yo entonces.
"Earth, wind and fire" comenzó a sonar de fondo, fue prontamente a acompañada por un baile muy bueno y algo gracioso de Athan.
–¿Qué haces? –Preguntó ella divertida.
–Cocinar es más fácil con música disco. –Athan le quitó el cuchillo. –Comencemos con los tomates, les quitas la cabeza, los haces parar y comienzas a cortarlos finamente de esta forma, luego tomas la mitad y cortas así. ¿Ves? Sencillo. –Le entregó el cuchillo y tomó sus manos para explicarle mejor. Luary lo hizo con algo de miedo, sus manos temblaban, pero Athan la sostenía con firmeza. –Muy bien.
Al darse cuenta de la cercanía de sus rostros ambos se alejaron sonrojados.
–Tú... -Dijo él. -corta tres tomates, yo haré el resto.
–Tardaré un poco... –Athan sonrió al verla cortar con la mano temblorosa. –¿Seguro no hay algo más sencillo que pueda hacer? –Athan negó.
Terminaron antes de lo pensado. Fue una idea simple, cocinar juntos. Fue una idea demasiado loca, hacerlo todos los días.
–Gracias, por hoy. –Le dijo ella, al contemplar el atardecer, habían pasado casi todo el día juntos y ninguno se había dado cuenta del paso del tiempo.
–Gracias a ti. Fue divertido ver lo mal cortado que estaba el tomate. –rieron.
Pero la sonrisa de Lu no duró mucho, la realidad le asechaba. Athan fue a su habitación y sacó el violín de Luary.
–No te preocupes. –Le dijo. –encontraré la manera para que regreses.
Luary tomó su violín con cariño y tristeza. Hizo un movimiento negativo con la cabeza.
–Mi madre lo dejó muy claro, ella nunca va a apoyarme. Sólo me mirará con esos ojos llenos de decepción cada vez que intente salirme del molde.
Athan observó en silencio cómo la muchacha recogía sus cosas. Ella tenía razón, no había nada que hacer, no podía convencer a su madre, ni tampoco regresar al Instituto.
–Te acompaño a casa.
–No, gracias, ya tuve suficiente... de toda esta fantasía por hoy. –sonreía, pero con tristeza. –Tú, el Instituto, los maestros. Tocar el violín acá, me hacía sentir más viva que nunca, aunque no fuera la mejor. Salir contigo cada fin de semana era... muy divertido.
–Podemos seguir haciéndolo, no tenemos que...
–Athan, representas todo lo que yo no tengo, libertad, apoyo de tus padres... eres un chico muy divertido, sociable, lindo. –negó con la cabeza.
A esas alturas, ella era bastante consiente de que Athan despertaba en ella más sentimientos de los que podía procesar en ese momento, se sentía tan insignificante a su lado que se odiaba por sentir atracción por aquel muchacho. Al menos tocando el violín en el Instituto Merak estaban en el mismo bote, ambos luchaban por sus sueños, pero ahora...
–Estar contigo sólo me haría sentir envidia, y no quiero sentir eso por ti.
Abrió la puerta, Athan sintió que su corazón se partía en mil pedazos, pero al mismo tiempo gritaba que sus sentimientos eran correspondidos.
–Te llamaré, cuando limpie un poco de mi desastre. –le sonrió, y salió del lugar.
La peor parte de todo era tener que vivir una rutina que la ahogaba. Su madre no tenía necesidad de controlarla, había entrenado a su hija de tal forma, que estaba segura de que Luary no volvería al Instituto a escondidas. Todo estaba en orden, otra vez, solo que el mundo ya no tenía forma, ni color.
Llegada la noche, en medio del silencio y con la luz de un sol agonizante, cayó una lágrima al piso de la habitación. Lu tenía el rostro empapado y sollozaba lo más silenciosamente posible.
–No quiero estar aquí...
Lo dijo como si esperara que alguien la escuchara. Se sentó en el suelo y abrazó sus rodillas.
–Dios, quiero desaparecer...
Pero no podía desaparecer de su propia vida, ese día, ni al siguiente, si a la semana entrante.
Una vez intentó tocar alguna canción, para ver si eso le hacía sentir mejor, pero no podía concentrarse. Frustrada de tanto intentar, ocultó el violín encima del armario e intentó estudiar... tampoco lo logró.
Otro día Takashi fue a visitarla para estudiar como tenían por costumbre. La madre de Lu se quedó para adelantar algunas cosas de su trabajo, y como Luary no quería pasar mucho tiempo con ella, decidió encerrarse en su habitación.
–¿Lu? –Dijo Takashi abriendo la puerta de su habitación lentamente, al verla exclamó con todas su fuerzas. –¡Luary! –Se apresuró a entrar para quitarle a Luary la cuchilla que tenía en la mano derecha. –¿Qué haces?
El antebrazo de Lu tenía una cortada de 6 centímetros, no había otros cortes alrededor. Takashi presionó la herida, afortunadamente fue en un costado y no al centro.
–¿En qué estabas pensando? –Dijo envolviendo la herida con una toalla que Lu siempre tenía dentro de su habitación. –Quédate aquí, iré por el botiquín.
Takashi regresó tan rápido como se fue y comenzó a tratar la herida de Luary. Takashi comenzó a llorar mientras la curaba.
–No quería morir. –Dijo ella leyendo los pensamientos de su amigo.
–Lo sé. –Takashi la abrasó, ella respondió el abraso, como pidiendo disculpas. –Lo siento. Lo siento. –Le dijo en un susurro. –es mi culpa, si me hubiera defendido tú no habrías...
Luary lo apartó bruscamente.
–Nada de esto es culpa tuya. Nada. Esta herida no es tu culpa. Sólo quería sentir algo, algo que no sea... –Luary sollozó. –Take, no puedo tocar. No puedo dormir, ni comer. No siento hambre, ni sueño, ni nada.
Las lágrimas caían con desesperación, el japonés se paralizó, sólo podía abrazarla y sentir culpa. Él acarició su pelo dejando que ella llorara, sin saber qué decirle. Luary tomó aire, separándose de él, se limpió las lágrimas y la nariz.
–No puedo evitar pensar que tal vez esto no sea para tanto, tal vez estoy haciendo una tormenta en un vaso de agua. Tal vez hay personas en peores situaciones. Entonces... –Lu comenzó a llorar otra vez. –Entonces ¿Por qué me siento tan mal? ¿Por qué siento que estoy desperdiciando mi vida? Siento que estoy muerta, ¿por qué sigo despertando cada mañana? Si puedo ir a clases, reír, bromear, ¿por qué cuando llego a casa siento que me ahogo?
Esa escena, él ya la había vivido. La desesperación de su padre, él la recordaba, la mirada perdida, el llanto desesperado, la baja autoestima. Se apresuró a abrasarla, no podía perderla, no a su mejor amiga. No otra vez.
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La Isla Fel
RomanceAthan Zeev tenía poco más de 20 años cuando su familia lo envió a La Isla Fel para continuar con un tratamiento para sus ataques de pánico, tras una serie de éstos antes de su debut en Corea del Sur. Es en el momento más oscuro de su vida cuando re...