Libro 2 de la trilogía de F1 "Un Beso"
Trilogía de historias independientes, interconectados, que se pueden leer en cualquier orden.
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La historia se puede llegar a repetir si Charles y Lucy no tienen cuidado...
Gracias al descubrimiento de que un...
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Lucy Montenegro
Charles y yo hemos estado en el hotel, sin ni siquiera salir a comer, por cinco días seguidos; sin embargo, él tenía que regresar a Maranello para trabajar en el simulador antes de ir al gran premio de Francia.
Y daba la casualidad de que había sido invitaba al cumpleaños de una vieja amiga en Florencia, lo cual estaba bastante cerca, así que el monaguense me dejo acompañarlo en su vuelo privado hasta su trabajo.
Como seguía peleada con Michael tuve la suerte de no tener que darle ninguna explicación o pedirle permiso.
Era un viaje bastante largo, casi las doce horas de vuelo; por lo que salimos el viernes por la mañana de Miami para llegar en la madrugada del sábado a Italia.
A pesar de que eran muchas horas de vuelo fue realmente divertido compartirlo solo con Leclerc.
Él llevo un juego de mesa, UNO, y estuvimos jugando un buen rato mientras nos hacíamos preguntas.
— ¿Tienes hermanos? — fue él quien pregunto primero.
— No — respondí a la vez que ponía un más dos en la fila de cartas.
El monaguense puso otro más dos, — Que mala eres.
— Solamente intentas distraerme. — hice puchero mientras agarraba cuatro cartas.
— Tú también puedes preguntar.
— Ummm, ¿tienes mascotas?
— Mías como tal no porque no tengo tiempo de cuidarlas.
— Tu turno. — dije cuando no había puesto ninguna carta.
Puso la carta para luego seguir con el cuestionario, — ¿Tú tienes mascotas?
— Tengo un perro, pero está en casa de mi madre.
— ¿Cómo se llama?
— Ghost — me reí porque sabía lo gracioso que podía ser el nombre.
— ¿En serio le pusiste fantasma a tu perro?
— Sí, cuando era pequeño se escondía siempre y pues le quedaba el nombre al ser de color blanco.
— ¿Qué raza es?
— Schnauzer.
Él asintio y siguió colocando malas cartas para mí.
Así que me di cuenta de que era mi turno de distraerlo, — ¿Amas a Charlotte?
Me vio extrañado por mi pregunta, se la pensó un rato, para luego contestar.
— Sí, supongo que sí.
— Debes de ser sincero.
— Tal vez en estos momentos ya no. Antes sí la amaba, ahora solamente la quiero. ¿Y tú amas a Michael?
