21- Nuestro

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El pequeño Kurokawa había tenido bastante suerte. Para alguien prematuro, se encontraba en perfectas condiciones.

La que había llevado la peor parte había sido su mamá, quién tardaría un tiempo en recuperarse del todo y ahora tenía una cicatriz de diez centímetros a lo ancho del bajo vientre. Sin embargo, ella se encontraba bastante feliz de ver a su sano pequeño respirando por su cuenta.
No tenía absolutamente nada de que lamentarse.

Continuaba con la sonda del suero pinchando su vena, esperando con paciencia a qué le dijeran que podía volver a casa.
Se veía radiante para alguien que acababa de dar a luz y se recuperaba de la anemia.
Prácticamente había estado a punto de morirse hacia unas horas y lo único en lo que podía pensar era en cuando tiempo faltaba para que le llevaran a su bebé para poder cargarlo.

Izana había estado entrando y saliendo de la recámara, igual de ilusionado que ella cada vez que una enfermera entraba a la sala, teniendo la esperanza de poder ver a su hijo tanto tiempo como fuera posible.

Kakucho se había quedado a hacerles compañía en el hospital mientras Izana arreglaba los papeleos de su recién nacido, ya que no había ninguna otra persona en quién ambos confiaran lo suficiente para el encargo.

El muchacho estaba bastante enojado con Izana todavía por lo que había pasado antes y no podía entender cómo era que ______ tenía un corazón tan grande como para perdonarle el desplante que había provocado sus contracciones, pero se mantenía al pie del cañón para cualquier situación.

Su amiga llevaba el masoquismo al extremo, pasando por alto las claras señales de que Izana seguía siendo un hombre inmaduro que no la valoraba.
Pero se repetía que no debía meterse, ya que consideraba que su amiga lo había elegido y era lo suficientemente mayor para saber que le convenía y que no, sin embargo, ahí la tenía, enferma y recién parida del tipo que no le daba su lugar.

Pero aún con todo, la muchacha tenía esa sonrisa adormecida en el rostro cuando por fin la enfermera le trajo al bebé envuelto en una cobijita de hospital; La piel morena de Izana y las largas pestañas de la muchacha contrastaban bastante bien en un rostro infantil, como si el mismísimo destino ya los tuviera predestinados.

Todavía era demasiado pequeño para saber a quién tendría mayor parecido en carácter, pero definitivamente tenían a un pequeño gemelo de su amigo entre ambos.
Y ella era la más feliz de todos.

—Es igual a Izana
Se maravilló el pelinegro, deseando tanto sostener al bebé de su héroe de infancia, pidiéndole permiso a su amiga con los ojos brillantes.

______ notó de inmediato la ilusión del otro, permitiéndole cargar a su bebé, quién estaba tan tranquilo durmiendo en sus brazos.

—Hey, es tan pequeño
Se rió nerviosamente el menor, siendo un experto con los bebés después del trabajo comunitario que acostumbraba hacer con los niños.

Los brazos fuertes de Kakucho hacían lucir a su primogénito todavía más pequeño de lo que era. Aquella imagen que tenía delante haciéndola feliz de todo el cariño que tenía su hijo.

—Izana llamó a sus hermanos para que vengan a conocerlo— Dijo Kakucho mientras mecía sus brazos de un lado a otro arrullando al bebé —¿Cómo te sientes para eso?

La chiquilla levantó los hombros, dándole una sonrisa cansada.
—También son familia de Junior

Kakucho se rió ante el apodo, teniendo pequeños flashbacks de Izana nombrando así a su pequeño hijo antes de que naciera.
—El pequeño junior...— Negó con mejor humor —Creí que solo Izana le llamaba así
Miró con tanto cariño al recién nacido, poniendo especial atención al ligero movimiento de su nariz al respirar.

Un hijo para IzanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora