18- Tiene que irse

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El último mes que habían pasado juntos había sido caótico. Las discusiones absurdas por culpa de las hormonas del embarazo y el nulo tacto de Izana con sus acciones mantenían la casa hirviendo como una cacerola.

A pesar de que habían acordado llegar al término de los nueve meses y dar por finalizada aquella forzada convivencia, él más bien parecía estar buscando formas de hacerla enojar, llegando ebrio a cualquier hora del día o literalmente desapareciendo por días hasta que la pobre muchacha iba llorando con Shinichiro para pedirle ayuda.

Estaba tan preocupada últimamente que se la pasaba con dolor de barriga, preocupándose tanto por su bebé que pasaba por alto todo aquello, ya que estaban cerca de llegar a termino y perderlo a causa de las tonterías del moreno después de todo el sufrimiento que ya había pasado sonaba absurdo.

Había reconsiderado tantas cosas en su soledad, cómo la relación con su hijo. Se había encariñado tanto de ese bebé en su vientre, creyendo que era la única posibilidad que tendría para realmente poder estar con su amor de infancia.
Lo tendría a ella y podría darle todo el cariño que había en su corazón. Podría enseñarle a comportarse cómo un pequeño caballero que no lastimara a las personas importantes para él.
Le hacía mucha ilusión pensar en que su hijo fuera feliz con todo el amor que ella pretendía darle, así que trataba de no alterarse demasiado con los juegos tontos de Kurokawa.

Sin embargo, lidiar con un hombre irresponsable de 25 años era tan cansado que terminar discutiendo era algo casi inevitable.
Así que había optado por comenzar a separarse emocionalmente de él. No podía odiarlo, pero si poner distancia para el momento en que necesitaran alejarse.

Había ignorado por completo las indicaciones de su doctor sobre guardar reposo y no alterarse mientras estaban en medio de aquella tormenta emocional.
Se distraía haciendo las labores del hogar y aunque no salía del departamento, si terminaba completamente cansada después de las tareas sencillas.

Justamente estaba pasando de la recámara al cuarto de lavado, escuchando vocesitas en la sala. Seguramente Izana tendría visitas y les habría pedido no hacer mucho ruido mientras creía que estaba dormida. Y entre las posibilidades de que sus amigos le hicieran caso con ello, seguramente Kakucho era la única persona en su sala.

Se asomó, confirmando inmediatamente su teoría y alegrandose de ver a su amigo.
Fue a saludarlo, fingiendo como siempre que las cosas estaban bien entre Izana y ella, pero Hitto la conocía tanto que no podía demorarse mucho hablando o terminaría llorando sus penas con él.

—¿Cómo está el bebé?
Preguntó el de la cicatriz señalando su barriga

—Sigue en proceso
Le sonrió, apoyando el cesto en la mesa, sin embargo, en el traqueteo una de sus camisetas cayó al suelo, así que se dispuso a agacharse por ella, batallando con el peso del bebé en su estómago.

Kakucho observó la escena, mirando a Izana, quién no se inmutaba a pesar de haber visto también la acción.

Era extraño, completamente distinto a la reacción que habría tenido unos meses atrás.
Esperó un segundo para comprobar si era que se habían peleado o simplemente Izana estaba en las nubes, pero al no ver ni una sola señal de que su amigo ayudaría a la muchacha, habló en voz alta mientras se acercaba.

—¿Quieres ayuda con eso?— Preguntó, levantando la prenda y ayudándole a ponerse en pie —No deberías hacer esos esfuerzos, estás embarazada

Miró con reproche a Izana, quién no terminaba de caer en cuenta sobre lo que estaba pasando.

—Podrías caerte y es peligroso para los dos.
Tomó el canasto bajo su brazo con suma facilidad, esperando indicaciones de su amiga para saber a dónde se dirigía

Un hijo para IzanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora