4- Hogar

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—Esto es todo lo que quedaba en el coche
Dijo Izana poniendo la última caja de cartón sobre el suelo del departamento, observando con las manos en la cintura el amplio piso que tenían delante.

Si, habían decidido tener al bebé después de pensárselo mucho.

Uniendo sus ahorros y los de ______ habían conseguido un buen sitio.
El bebé tendría su propia recámara cuando creciera, así que estaba realmente bien; La sala de estar no era muy grande, pero tener un televisor y espacio para una pequeña mesa era bastante ventajoso.

—No está mal
Avanzó por la casa, yendo a la recámara para recostarse

—Es bonito
Dijo ella, inspeccionando con cuidado la cocina y el baño.

_______ era un ser bastante curioso, a Izana le recordaba a un pequeño ratón de biblioteca husmeando entre las recámaras.

—Tienes la tina que querías para bañar al bebé— Le gritó con las manos sobre la cabeza —¿Eso es suficiente?
Esperó a que la muchacha se asomara por la puerta, asintiendo con la cabeza a su pregunta, disponiéndose a ver el resto del departamento.

—Tiene una vista bonita
Se paseó por la ventana, sacando apenas las cortinas y recolocandolas en su sitio.

El lugar transmitía bastante calma, la cuál era muy necesaria en sus caóticos días actuales.
Los colores monocromáticos contrastando con los rojizos oscuros de las cortinas eran como si el espíritu de Izana estuviera por toda la casa y eso le gustaba a _____.

Su bebé estaría cómodo y eso le bastaba.

—Tengo que trabajar un poco— Anunció la muchacha entrando a la recámara —¿Puedes encargarte de la cena?

Se acercó al portátil sobre el escritorio, viendo renegar al moreno.

—¿Tengo que hacerlo?
Fingió hacer berrinche, terminando por aceptar la petición poniéndose en marcha.
Se dirigió descalzo hasta ella y le besó la frente.
Aquel era un gesto muy impropio de él, tratándola como a una hermanita menor, pero al menos ahora no solo le buscaba la cara para hacer una broma casual.

Tenían un par de días arreglando su nuevo hogar, trayendo sus cosas de a poco y conviviendo tanto entre sí, que hablar de casi cualquier cosa se estaba volviendo relativamente sencillo.
______ estaba más que emocionada; Aquella sería la primera noche que dormirían juntos en el departamento, en la cama que habían elegido ambos... Cómo se había imaginado cuando tenía diez años y el moreno la había defendido de un par de pandilleros mientras regresaban de la tienda...

Si tan solo Izana pudiera ser así de lindo más a menudo, las cosas entre ellos serían muy diferentes.

Su estómago gruñó, interrumpiendola, teniendo la sensación de un antojo enfermizo por una rebanada de pan con crema de cacahuete.
Los síntomas del embarazo eran algo difícil de lidiar y eso que apenas estaban empezando.

Fue a la cocina, acordándose de esos buenos días en el orfanato cuando tenía doce años y ayudaba voluntariamente en el comedor para poder comerse las orillas de los emparedados, asegurándose de guardarle un poco de su botín a Kakucho, quién siempre se quedaba con hambre después del desayuno.

Miró con una sonrisa feliz al hombre tras ella, subiendo las mangas de su camisa hasta los codos para ponerse a cocinar.

Nunca en su corta vida se habría imaginado que el niño rebelde al que le tendía la cama a cambio de poder juntarse con él, le estaría preparando la cena tan pacíficamente.

El sentimiento en su pecho la hacía sentir muy bien, haciendo que fuera directo hacia el lugar donde el muchacho ponía las bolsas con verdura y setas, atreviéndose a abrazarle por la espalda como llevaba años deseando hacer.

Un hijo para IzanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora