25-Fines de semana

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[Actualidad]

Viernes por la noche.
El pequeño albino se sentaba frente a la puerta con el abrigo puesto y su mochila donde había guardado los crayones y su dinosaurio favorito en la espalda, esperando a que su papá abriera la puerta para llevarlo al aeropuerto a recoger a su mamá y todos fueran a cenar juntos a ese nuevo restaurante con resbaladeros en forma de castillos del que le había hablado por videollamada desde el martes anterior.

Tenía tantas ganas de contarle que la próxima semana irían a casa de los Sano para cuidar a Rinnie por la tarde. Hablarle sobre cómo le iba en su nueva escuela y el movimiento genial que Rindou le había enseñado para defenderse sin pegarle a nadie y también quejarse un poco de que su pequeño amor platónico estaba suspirando por el gigante brasileño de brazos grandes (otra vez).

Era adorable, esperando con tanta emoción el sonido de las llaves para salir a pesar de que aún le faltaban algunas horas para que su mamá siquiera les llamara.

Izana, quién lo vigilaba desde la sala hacía unas horas, se puso en pie para caminar a la cocina en busca de un aperitivo para comer antes de la cena, mirando la silueta del pequeño por el rabillo del ojo y sintiendo un extraño hueco en el estómago.
—Kuro, mamá te llamó para decirte que vendría tarde
Le recordó con un poco de pena al ver qué pasaban los minutos y el niño no parecía darse por vencido.

La cabecita albina se giró en su dirección, sus ojos grandes y púrpuras tan animados como solo los veía los fines de semana cuando su mamá estaba en casa.
—También dijo que intentaría llegar a tiempo para la cena
Respondió el pequeño con mucha ilusión.

Kuro era un niño encantador, tan calmo y educado como su madre. En ocasiones llegaba a ser mucho más razonable que el propio Izana, a pesar de ser todavía tan pequeño.

El moreno observó la ropa que tenía puesta: Se había cambiado por su cuenta, ya que la camiseta nueva con un astronauta al frente no era la que él le había puesto por la tarde al regresar de la escuela y el vago intento de peinar su cabello con gomina para que se viera lacio no era la forma común en que él le acomodaba los rizos.

Suspiró, notando los esfuerzos que su primogénito estaba poniendo para estar presentable para su mamá.

Miró su propia cabello entonces, un poco crecido y atado simplemente con media coleta solo porque había hecho el tonto para no agendar cita en la pelu desde hacía meses.
Definitivamente, el pequeño hombrecito seguía dándole lecciones de vida sobre cómo ser un verdadero hombre.

Fue a sentarse con él en la entrada, pero el niño no se movió. Movió sus piecitos en el aire, hablándole de las cosas que haría con su mamá en cuanto llegara.
Tanta ilusión junta era adorable, pero conociendo la vida adulta y los imprevistos, Izana quería evitarle tantas decepciones como fuera posible.

—Mamá va a estar cansada al llegar hijo— Le acarició el cabello —¿No quieres que le hagamos algo rico para cenar?
Intentó persuadirlo, ya que siempre que _______ avisaba que llegaría tarde, un "pequeño inconveniente con el vuelo" podía traducirse a horas, e incluso, días. Así que no quería a Kuro llorando durante la hora del baño porque su mamá no estaba con él.

—Ella prometió ir al nuevo restaurante cuando regresara a casa.
Afirmó muy convencido, sin dudar ni un milisegundo en la palabra de su mami.

Izana se sintió un poco mal, intentando persuadir al niño para que compraran algo de cenar y al día siguiente salieran a pasear juntos.

Izana le insistió un poco por unos minutos, hasta ofreció jugar algunos videojuegos con él en la sala hasta que el niño flaqueó un poco.

Las horas pasaban y cada tanto Izana chequeaba el teléfono para ver si ______ escribía algo o le llamaba, pero absolutamente nada le daba señales de su regreso.

Convenció al niño de comer algo mientras esperaban, hasta que el sueño lo venció finalmente mientras bebía un jugo en la sala con las caricaturas en el televisor.
El moreno le acercó una frazada cuando el pequeño se negó a irse a su habitación, cambiando el canal en cuanto la respiración de su hijo fue tan calma que sabía que se había dormido completamente.

Comenzó a cabecear a eso de las 12:00am, y treinta minutos después, alcanzó a escuchar el sonido de unos pasos venir por el pasillo del edificio y detenerse frente a su puerta.
El sonido de las llaves advirtiendo la llegada de alguien afuera.

Ya había apagado las luces, pero la tenue luz que emanaba el televisor fue suficiente para que pudiera identificar en segundos la pequeña silueta en la entrada.

—Una maleta se perdio y nos hicieron buscarla por horas, lo siento— Dijo en voz baja, arrastrando con cuidado su maleta —Pero ya estoy en casa

Izana se asomó desde el sofá, frotándose los ojos tras casi haberse quedado dormido
—Bienvenida a casa

La muchacha cerró la puerta sigilosamente, mirando a un soñoliento Izana en el sofá, percatandose del pequeño bulto dormitando a su lado.

—Se rehusó a qué lo llevara a su cuarto— Le dijo en voz baja —Quiere que tú lo arropes para dormir.

La muchacha hizo una mueca, sintiéndose culpable.
El ruido que produjo la charla consiguió que el pequeño albino diera un salto, asomándose desde el sofá con el pelo revuelto.
—¡Mami!
Se puso en pie frotándose los ojos, bajando como podía del sofá entre bostezos.

—Mi amor— Lo recibió ella en sus brazos —¿Qué haces despierto a esta hora? Vamos a tu cuarto.

Se agachó para levantarlo, cargándolo sobre su cadera y caminando en la oscuridad hasta la recámara del niño, encendiendo la lamparita de noche para acostarlo.

—¿Vamos a ir a cenar al restaurante?
Preguntó la vocecita adormilada, recargandose contra su hombro más dormido que despierto.

—Mañana iremos a primera hora mi vida
Le dijo con cariño ella peinándole los cabellos y besando su cabeza con tanta alegría de verlo al fin.

—Papá y yo hicimos la cena para cuándo llegaras
Continúo hablando el pequeño.

—Muchas gracias cariño, ahora duérmete. Mamá ya está aquí
Lo recostó en su cama, besándole la frente y asegurándose de que volviera a dormirse.

Para cuando ella se disponía a salir, Izana ya estaba recargado en la puerta, observando en silencio con los brazos cruzados.
Se toparon de frente cuando ______ cerró la puerta de Junior, esperando un reclamo por parte del otro por llegar tarde.

—En serio lo siento, he estado una hora buscando en el equipaje y yo...
El moreno negó, tomándole por los hombros. Pero contrario a lo que esperaba, él se agachó con calma, dándole un beso para tranquilizarla

—Es tarde, vamos a la cama
Le sonrió tenuemenente en la oscuridad, dejándola pasar para irse a dormir sin discutir absolutamente nada.
Ella ya estaba en casa y era lo que realmente le importaba.

Un hijo para IzanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora