15- No puedo amarte

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Volver a casa por su cuenta había sido difícil.
Había bebido más de la cuenta y a duras penas había conseguido subirse al Uber y darle la dirección del apartamento.
Eran cerca de las 12:00am, pero se sentía como si se hubiera embriagado durante seis horas después de perder una pelea.

Kakucho estaba tan molesto con él después de todo lo que había estado diciendo durante la noche, que después de la segunda negativa a su oferta de acompañarlo a casa, dejó de insistir.

Tenía suerte de haber llegado en una pieza al departamento, ignorando la bienvenida del vigilante en la entrada.

Subió dando tumbos en el ascensor, pinchando tres pisos distintos hasta que atino en oprimir el botón correcto.
Batalló contra la cerradura hasta que la puerta se abrió por sí sola, revelando a una muchacha adormilada en la entrada que le esperaba con una mantita sobre los hombros.

—¿Izana? Creí que solo tomarías algo con Kaku...
Se hizo a un lado, observandolo tropezarse con los zapatos dispuestos a la entrada, apresurándose en ayudarlo al ver su estado

—Ya estoy en casa ¿No?
Dijo sin poder negarse a recibir la ayuda

—Al menos parece que te divertiste
Bromeó ella, sin recibir una respuesta por parte del muchacho, pero decidió no darle importancia.

Extrañaba esos días en que podía ir a tomar algo con ellos, pero su estado impedía que probara siquiera una triste cerveza.
Así que se puso en marcha con el muchacho al hombro.
Lo llevó hasta la habitación mientras él se apoyaba en las paredes, guiándolo hasta la cama con dificultades, dónde se dejó caer como una roca.
La muchacha negó, sacándole los pantalones y la camisa para que se acostara a dormir.
—¿Quieres que te prepare el baño o esperarás a hacerlo mañana?

Izana no estaba escuchando, por el contrario, se había perdido desde el momento en que ella le había desabrochado los pantalones y las palabras de sus amigos habían vuelto a su mente, recordándole que era un cabrón que no apreciaba adecuadamente a la mujer que tenía a pesar de que él mismo la había puesto en aquella situación al pedirle que intentaran ser una familia.

—¿Izana?
Preguntó ella ante la nula respuesta.
Sin embargo, el muchacho le tomó por la muñeca, haciendo que parara con lo que estaba haciendo.

—Dame un beso
Pidió sintiéndose bastante mal por las quejas en su cabeza.
La muchacha lo miró extrañada, ruborizandose cuando él le tomó por las mejillas y la besó con los ojos cerrados.

Sentía que el corazón iba a salirsele por la boca, cerrando también los ojos para continuar con la fricción entre sus labios, sentándose en la cama durante el proceso.

Izana la mordió, haciéndola derretirse en sus brazos mientras le tocaba la nuca, sintiendo sus manos ásperas acariciarla.

El muchacho abrió los ojos, sintiéndose decepcionado.

Nada. No había sentido absolutamente nada.

Se sintió un poco mal al abrir lo ojos, encontrándose a una ilusionada muchacha mordiéndose los labios, deseando que continuara con lo que había hecho a pesar de esconderle la cara.

Aún así intentó seguir, sintiendo el compromiso encima después de haber iniciado algo que en serio no tenía intensiones de continuar cuando la muchacha empezó a tocarle el pecho.

¿Por qué todo era tan monótono para él? ¿Por qué se sentía como un tipo de 40 años que llevaba 20 acostándose con la misma mujer cada noche?

Se sintió mal, sin poder detener las manos ni frenar el toqueteo que parecía encender cada vez más las cosas en lugar de dar por terminado aquello.

Un hijo para IzanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora