13- Ocho meses

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Pasar el tiempo con Izana era relativamente sencillo; Despertarse en la mañana con un pequeño beso para darle los buenos días parecía el verdadero sueño de adolescente de ________.

Podía prepararse la avena del desayuno y cortar algo de fruta para ir a la sala a mirar algo en lo que se decidía por qué preparar para comer.
No se complicaba demasiado. Tenía todo a disposición en la alacena, ya que Izana procuraba hacer religiosamente la compra con ella los domingos y si algo hacía falta, el delivery podía traerlo hasta el apartamento sin mayor inconveniente.

Desde el incidente, el muchacho la había estado cuidando todo el tiempo, procurando no dejarla sola en situaciones potencialmente peligrosas  y dejando muy en claro a todos sus ex subordinados que si algo le llegase a pasar a ella o a su bebé, cortaría cabezas sin preguntar.

"La debilidad del tirano" Había escuchado un par de veces mientras paseaban por Kanto en los lugares que solían frecuentar los ex pandilleros.
Era lindo escucharlo, porque aunque ella no viera a Izana como una mala persona, realmente estaba muy alejado de ser el sujeto pacífico que iba por la vida perdonando a todo el mundo como un héroe.

Siempre había sido así, y ella lo quería de esa forma.

Sin embargo, así como el amor de su vida no era un perfecto príncipe de modales refinados, ella tampoco era como una protagonista de ensueño; No le gustaba mucho la cocina, pero hacer algo de sopa de verduras o estofados le venía bien para cuidar la salud del bebé.

No sabía absolutamente nada de cocina tradicional y aunque había sobrevivido con cosas simples como huevo revuelto, estaba dando su mayor esfuerzo para mejorar con algunas tareas domésticas mientras se encontraba en cinta.

Izana llegaba a comer a eso de las 2:30pm y tomaba una siesta junto a ella antes de volver a SS Motors.
Por la tarde tenía la opción de tomar su clase de yoga para prepararse a lo que vendría en el parto, ir a las revisiones de rutina (a las que por lo general le acompañaba el moreno) o descansar si es que el día se había tornado pesado.

Ya había subido diez kilos teniendo a su pequeño haciendola comer como nunca en su vida, haciendo que la barriga le pesara tanto como una sandía atada a su vientre.
Sus pies se hinchaban y dolían tanto que prefería quedarse en su cama la mayor parte del tiempo.

La magia del cuento estaba sutilmente ahí, pero el temor persistente cada vez que le hablaban del proceso pre y post parto le seguía en cada conversación.
Había conocido a algunas mamás primerizas, pero nunca a una bajo la situación en la que se encontraban ella e Izana.

Habían interactuado entre sí, conociendo a sus amistades y familia en las reuniones, pero había momentos en que se sentía un tanto forzado.
Obviamente le deprimía un poco el ver la interacción entre las parejas enamoradas, ya que a pesar de que Izana no era malo como compañero, la realidad era que deseaba tanto que alguien la viera de la forma en la que Shinichiro veía a su esposa o de la forma tierna en qué Rindou le besaba la frente a su novia, escondiéndose de su hermano para que no le molestara.

Su círculo había sido muy similar, así que no había muchas nuevas amistades que no conocieran la verdadera relación entre ambos.
Quizá Kakucho era el que más sabía sobre el desliz que los mantenía juntos, pero el resto creían que simplemente se habían enamorado desde hacía tiempo y su hijo habría llegado producto del fugaz romance de dos amigos de infancia; Nada más alejado de la realidad.

Era una sorpresa ver a Izana llevándole el bolso o el hecho de que había vendido su amada motocicleta para poder dar el enganche del coche en el que ahora iban al supermercado.

Tenían seis de los ocho meses del embarazo viviendo juntos, como una pareja.
Dormían en la misma recámara y aunque había sexo de vez en cuando, se habían abstenido durante los últimos meses para evitar complicaciones con el bebé.

Un hijo para IzanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora