17- Caos

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Algunos días después del incidente, Izana había comenzado a notar los comportamientos distintos.
________ pasaba menos tiempo a su lado, ya no lo buscaba como antes y había estado evitandolo todo lo que podía.

A la hora de la comida, se aseguraba de haber terminado antes de que él llegara, dejándole solo en la mesa mientras ella se iba a dormir.

Cada vez se veían menos y aunque continuaban durmiendo en la misma habitación, ella se giraba a su lado de la cama, cómo si estuviese durmiendo sola.
Son embargo, aunque aparentemente se la pasaba durmiendo, las marcas oscuras bajo sus ojos delataban sus terribles hábitos de sueño.
Sus pómulos comenzaban a marcarse más de lo habitual y sus brazos estaban tan delgados que parecía una de esas personas sobrevivientes al cáncer.

Su salud era literalmente un desastre e Izana comenzaba a tener por el bebé creciendo dentro de su cuerpo.
La había descubierto llorando en más de una ocasión, pero se había limitado a sí mismo para evitar ser amable y que ella confundiera las cosas.

Obviamente, su parte inmadura salía a relucir algunas noches, cuando terminaba tomando su almohada para irse a dormir en el sofá cuando ella le daba la espalda.
Alguna vez incluso había despertado en la bañera con tal de fastidiarla cuando quisiera hacer pipí en la madrugada y tuviera que disculparse por encenderle la luz.

No lo estaban llevando de la mejor manera, para ser sinceros. Eran como adolescentes inmaduros que peleaban todo el tiempo y eso estaba por pasarles factura pronto.

Justamente en esos días en que, por alguna razón terminaban compartiendo la mesa durante la cena, _______ se había animado a ser la primera en hablar de frente, encarando por primera vez la incómoda situación.
Ver a Izana le dolía, le carcomía por dentro saber que nunca iba a poder hacerlo feliz por más que lo amara.

—¿Cuándo vamos a terminar con esta farsa?
Preguntó, sacándolo completamente de su ensimismamiento.

—¿Ah?
Preguntó un tanto extrañado el de ojos púrpuras, sin entender a qué de todo se refería ella mientras picoteaba la cena con el cubierto.

—No quiero estar con alguien que no me ame por el resto de mi vida...
Dejó de comer, levantándose de la mesa sin poder continuar viéndolo sin que le dirigiera la mirada.
La sensación del vomito en su garganta causándole incomodidad.

—¿Podemos dejar todo el drama para después?— Pidió el moreno un tanto resignado con la situación —En serio no quiero pelear otra vez...
Miró el plato frente a él sin sentir apetito, no podría continuar comiendo con la sensación de su garganta quemar ante los pequeños ojos llorosos de la muchacha.

—¿Por qué me pusiste en esta situación?— Le reclamó ella desde su lugar, tocando su barriga con impotencia —Sabías que no ibas a intentar amarme, me usaste para tener a este bebé cuando te dije que no quería hacerlo.

Se mordió los labios, arrepintiendose inmediatamente de haber dejado salir aquellas palabras de su mente, porque en realidad sonaban muy mal para ella. Amaba a su hijo, pero deseaba con todo su ser no traerlo al mundo en aquellas condiciones.

Aguardo por el reclamo, una actitud molesta, que la dejara hablando sola... Pero se quedó esperando una respuesta que nunca llegó; Izana permaneció callado, sin siquiera mirarla, pero en cuanto las lágrimas amenazaron con salir y ______ se levantó de la mesa, inmediatamente el muchacho fue detrás de ella.

—No digas que no lo intenté— Entró a la recámara —Desde el principio fui sincero, te quiero, pero no de esa manera

Ella se recostó, cómo siempre que tenían problemas, apoyando su barriga sobre la almohada en su costado, haciéndose un ovillo cómo podía.

Un hijo para IzanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora