49- Sudor

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Despertar a la mañana siguiente había sido tortuoso para la muchacha.
Todas las extremidades le dolían como si hubiese corrido un maratón.

Era la primera vez en años que no podía sentir las piernas al despertar y al parecer, la noche intensa ni siquiera había terminado.

Había experimentado por las malas que la abstinencia de su futuro marido solo le había hecho acumular el deseo sexual y ella había sido el receptáculo de aquella frustración: Se lo había hecho tantas veces la noche anterior que ni siquiera podía enlistar todo lo que había pasado.

Podía acordarse vagamente de como le había tomado de costado, con la cara contra la almohada, cargando sus piernas al hombro y en esa extraña posición donde tomaba la parte trasera de sus muslos y la flexionaba como un pretzel sobre sí misma.

Su cuello estaba lleno de mordiscos juguetones y ni hablar de las marcas que había visto en su culo cuando se puso la ropa interior antes de dormir.

Le dolía la piel magullada, con la marca de sus dedos al haberse emocionado de más.
Y eso que no había sido intensional.
Izana se había portado "bien" dentro de lo que cabía, pero eso no negaba que tuviera mucha fuerza y en el estado en el que se había puesto, no había medido los apretones que ahora se veían marcados sobre su piel.

Pero el platinado no había sido el único emocionado. Se avergonzaba solo de recordar cómo se había restregado sobre sus piernas, lloriqueando por ir más profundo mientras daba saltitos sobre su verga.
Se habían venido tantas veces, que ella estaba segura de que si no fuera porque ya estaba embarazada, fácilmente podrían haber procreado otro bebé... Gemelos o trillizos, no descartaría ninguna de esas opciones para prevenirse en el futuro, porque sí, le había encantado la sensación de sentirse amada con cada caricia.

Izana jamás se había portado tan espléndidamente con ella y las palabras bonitas que salían de sus labios tocaban su corazón.

No podía negar que estaba fascinada con eso.

Se acurrucó entre los brazos que la recibían al despertar. El moreno le acarició con devoción religiosa mientras le daba besos profundos que los dejaban sin respiración incluso aunque no hubiera abierto los ojos todavía.

—Buenos días amor
Le acarició la espalda, tomando nota del desastre que habían dejado. Evaluando los tres mordiscos rojizos sobre las clavículas con una sonrisa.

—¿Qué hora es?
Preguntó ella con voz adormilada, hundiéndose en su cuello buscando calor.

—Las 11:00— Le besó el pelo —Llamaré a Kakucho para ir a recoger a Junior
Ella asintió, haciendo el amago de levantarse, pero sus piernas entumecidas se lo volvieron imposible.

—Yo iré, tu descansa— Le besó la mejilla —Volveremos pronto ¿Si?

Iba a negarse, pero era más que notable que el cansancio podía más que ella.

Una tenue musiquita resonó en la recámara. La muchacha abrió los ojos rápidamente, frunciendo el seño con su pelo completamente desordenado cayendole por la cara.
—Alto mamá gallina
Dijo Izana buscando el móvil que había comenzado a vibrar en la mesita de noche.
—Tú vas a quedarte aquí a descansar

Puso el altavoz, acurrucandose junto a ella para responder.
—¡Mami!
Llamó la vocesita de Kuro desde el móvil. _____&&& sonrió al escuchar la voz de su pequeño al teléfono.

—¿Cómo estás mi cielo? ¿Dormiste bien?
Inició con las preguntas, asegurándose de que su hijo estuviera en óptimas condiciones a pesar de que apenas y podía articular palabra.

—¡Si! La señorita Tsumi se quedó con nosotros a ver una película— Le contó emocionado —Comimos palomitas y dulces
Izana se río, observando la desaprobación en la expresión por parte de su pareja ante la mención de golosinas.

Un hijo para IzanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora